Durante el último mes, hemos vivido una serie de acontecimientos que van a seguir condicionando en gran manera el ciclo económico en el que nos hallábamos inmersos y que indefectiblemente toca a su fin para dar paso a una nueva fase.
Estamos en un momento crítico de la economía desde la perspectiva financiera, monetaria y energética. Esta situación va a condicionar nuestro futuro de inmediato.
Los hechos que vienen aconteciendo en estos meses son de tal importancia y gravedad, que hemos llegado a arrinconar la pesadilla pandémica para fijar nuestras preocupaciones en los efectos que pueda tener sobre nuestra economía la agresión e invasión militar rusa a Ucrania.
Sin embargo, cualquier análisis económico objetivo, serio y no sesgado, no debería ceñir el análisis de la crisis económica que nos ha llegado a un único motivo de carácter bélico. La ocupación militar rusa en Ucrania tiene y tendrá graves consecuencias económicas, pero no es el único motivo, ni siquiera el principal de la crisis que ya vivimos y que vamos a sufrir en gran medida en próximos meses. Ligar el relato de los efectos inflacionarios que venimos sufriendo a una causalidad belicista es un argumento simple, irresponsable y falaz que en poco o nada beneficia a la población.
Perspectiva medianamente realista
Si realmente queremos, desde una perspectiva honesta y eficaz, anticipar y aplicar medidas económicas que ayuden a revertir la gravedad de la situación que vamos a sufrir de inmediato, es recomendable hacerlo desde una perspectiva medianamente realista. Si no coincidimos mínimamente en el diagnóstico, ¿cómo vamos a poder elaborar un plan de choque que ayuda a la recuperación económica que en realidad aún no había comenzado? Vivíamos hasta hace poco enganchados a la esperanza de consolidar el rebote de la economía al volver a la actividad prepandémica y poder convertir ese rebote en recuperación y crecimiento.
El complejo ciclo de crisis que afrontamos ya venía cerniéndose desde antes incluso del inicio de la pandemia. De no haberse dado esta terrible e inhumana ocupación y agresión militar a un país como Ucrania, hubiéramos sufrido la crisis y fin de ciclo económico que esta catástrofe humanitaria ha terminado por desencadenar. La invasión de Ucrania agravará los efectos de un desequilibrio monetario, financiero, industrial, energético y social que, especialmente, Europa venía padeciendo hasta hace 3 semanas como consecuencia de una crisis pandémica, de un modelo monetario absolutamente desastroso, de un esquema energético injusto e irresponsable, y de un sistema financiero que no ha finalizado su catarsis iniciada en la crisis de 2009.
Inflación descontrolada
Vamos por partes: desde hace varios meses venimos sufriendo una inflación descontrolada y con todos los tintes de ser estructural, tanto por los motivos de la misma como por la ausencia de medidas para atajarla, lo que nos ha abocado a un periodo meramente inflacionario con crecimientos reales o mínimos. Recodarán que en alguna reflexión anterior ya hablaba de la estanflación (PIB estancado e inflación…). Ahora los medios oficiales y oficialistas ya no apuntan a este desastre como un efecto coyuntural, tal y como venían haciendo desde antes de finales del pasado año al dictado de intereses eminentemente políticos.
Se trataba entonces de no poner en duda la ansiada recuperación y lanzar mensajes de optimismo, algo que puede llegar a ser comprensible si no fuera porque atenta contra la realidad. Un discurso erróneo sobre previsión económica se puede mantener muy poco tiempo, especialmente en tiempos de crisis. En la medida en que ese discurso se alargue en el tiempo, deja de ser discurso para convertirse en mera propaganda. Ahora toca encontrar otro relato, otro culpable a quien endosar los motivos de esta crisis.
Los motivos para esta descontrolada situación inflacionaria que arrastramos en nuestro país desde hace cerca de un año son básicamente 3.
Desaforada política expansiva monetaria
Por un lado, la exagerada y desaforada política expansiva monetaria que ha venido aflorando los últimos 10 años en Europa y EE UU principalmente. El errático protocolo keynesiano y su ilusoria interpretación por parte de no pocos Estados y grandes empresas pertenecientes a sectores regulados que abogan por una deuda permanente para financiar el llamado estado del bienestar o para beneficiar a determinadas estructuras de poder. Una práctica que vamos a pagar en breve (de nuevo) y que condena a nuestros hijos (en el caso de España, nietos) a una deuda insoportable como herencia, a un empobrecimiento de las clases menos pudientes y medias, y a una pérdida de soberanía sobre nuestros ahorros y recursos.
Mix energético más presión fiscal
Por otro lado, el sistema energético implementado especialmente en nuestro país. Un sistema (mix energético más presión fiscal) que ha permitido y propiciado el insoportable encarecimiento de las tarifas energéticas que amenaza los ahorros y márgenes de autónomos, micropymes y pymes españolas. El mix energético establecido hoy en España ha renunciado a tecnologías y fuentes energéticas más baratas y eficientes dejándonos principalmente a merced del gas como fuente energética de soporte que indexa los precios cuando no hay abastecimiento de energías más baratas, una fuente energética que no para de incrementar sus precios desde mucho antes de que se iniciara la intervención militar en Ucrania, intervención que sigue presionando al alza estos precios.
Es muy curioso comprobar cómo ahora aquellos países como Alemania y Francia, que junto con España enarbolan banderas de una urgente y drástica evolución del mix energético, penalizando y vetando el uso de las nucleares o la combustión, han tenido que volver a las mismas para intentar retomar un modelo sostenible en lo económico. Este baño de realidad que margina tímidamente las ideologías para para favorecer al interés general de los ciudadanos, de momento no parece haber calado en aquellos que deben tomar decisiones en España en esta materia. Cuanto más tardemos en rectificar, más grave será la situación general.
En tercer lugar, la pandemia afectó al comercio y distribución internacional de bienes, produciendo una ruptura de la oferta en primer lugar y condicionando los usos de la demanda para generar un cuello de botella de determinados productos, bien por el incremento de la demanda de los mismos o por el restablecimiento de los canales ordinarios internacionales de comercio.
Estos 3 factores afectan y seguirán directamente afectando a la escalada de precios, provocando una inflación descontrolada que se acerca a los 2 dígitos.
Precio del petróleo
Las tensiones internacionales, como última variable de este difícil sistema de ecuaciones, han impactado también sobre los precios del petróleo. De momento la OPEP +, en la que ejercen de líderes Arabia Saudi y Rusia, no ha reaccionado a la petición internacional de incremento en la producción para bajar los precios, a pesar de las presiones de EEUU a los saudíes.
Todo este proceso obligará en próximos días a los gobiernos europeos a tener que recalcular sus previsiones de crecimiento a la baja. En España, lamentablemente, ya somos expertos en este hábito. El problema es que esas nuevas previsiones afectarán a los presupuestos, los cuales, como ejemplo, y para el caso del petróleo se hicieron con perspectivas de 60 dólares/barril cuando ahora nos movemos por encima de los 100 dólares/barril. Es decir, más gasto y menos ingreso a ajustar en los presupuestos.
Ante una situación de este calibre, las instituciones financieras internacionales se mueven en un escenario de susto o muerte.
Política monetaria
Aquellas instituciones públicas que controlan y diseñan la política monetaria ya están tomando decisiones. En el momento en que escribo esta reflexión, la FED Norteamericana se reúne (días 14 y 15 de marzo) para determinar posibles subidas de tipos de interés que acompañarán a la retirada de estímulos que desde finales del pasado año ya se vinieron ejecutando en EE UU. De esta manera, se trata de drenar la ‘barra libre’ de liquidez que en aquel país ha llevado a cifras de inflación por encima del 7%.
En Europa, el diagnóstico no es el mismo aunque guarda alguna similitud. La Sra. Lagarde anunciaba hace meses que para la UE no se esperaban medidas de retiradas de estímulos y subidas de tipos. Argumento hasta cierto punto lógico sabiendo que de hacerlo, países como Italia y España con una altísima deuda correrían riesgos en sus cuentas y solvencia.
Sin embargo, la situación hoy ya no es exactamente la misma, es aún peor, de tal forma que el Banco Central Europeo ya no sólo no rechaza la retirada de estímulos, si no que anuncia que va a proceder a retirarlos y prevé una más que posible subidas de tipos este mismo año. Y todo ello para intentar contener el alza incontrolable de precios. ¿Demasiado tarde? Veremos. Como decía antes, susto o muerte. O se intenta detener esta espiral de precios artificialmente vía subida de tipos o se mantiene el manguerazo de emisión de billetes acelerando la inflación más y más.
Este proceso, que sólo podría llegar a ser reconsiderado ante una escalada bélica a gran alcance, sigue su curso. Parece pues, que definitivamente se opta por subir tipos, es decir, por anticipar una recesión. Sólo así se puede entender las últimas declaraciones del presidente de Gobierno de España anunciando que vienen tiempos duros. En este caso, tiene razón, vienen tiempos complicados y duros para nuestra economía. Esta amenaza además se ve refrendada con el grupo de medidas de presión que la UE ha tenido que tomar para presionar contra la desgarradora agresión militar rusa a Ucrania, medidas que afectarán en efecto boomerang a nuestras economías y que agravarán la crisis anunciada.
En este complejo escenario, y ante el más que previsible incremento en el riesgo-país para financiar a los Estados de la UE, aquellos que estén (que estemos) más endeudados, correremos peor suerte y estaremos abocados por imposición de las autoridades financieras que nos son familiares a la toma de medidas correctoras más pronto que tarde para permitir la financiación de nuestras estructuras, especialmente las públicas. ¿Nos va sonando esta música? Lamentablemente sí.
Escenario de más inflación
Por lo tanto, nos vamos a mover en próximos meses en un escenario de más inflación y una más que previsible afectación al crédito financiero (credit crunch) por las medidas que las entidades financieras tendrán que tomar para asegurar sus riesgos ante la escalada del coste de financiación, el riesgo de impagos, la obligación por reforzar los balances de las propias entidades financieras y otros desastres propios del proceso de estanflación. Los parámetros que avisan de esa situación como CDS (credit default swaps), derivados financieros que cubren impagos, ya apuntan claramente en esa dirección con la subida de los mismos.
Y mientras tanto, en España, en Castilla y León, nos movemos temerosos del grado de afectación a nuestra economía de este conjunto de variables.
Efectos en Castilla y León
Para nuestra comunidad autónoma, los efectos a corto plazo se hacen notar en los costes energéticos para nuestras empresas e industrias. Ya son muchas las que nos trasladan la gravedad de la situación en relación al impacto de este proceso a sus márgenes de contribución, especialmente en las industrias intensivas en consumo energético. Pero en poco tiempo todo este proceso se ha ampliado a aquellas empresas e industrias del sector primario o con dependencia en los intermedios de dicho sector (especialmente industrias agroalimentarias). El incremento en costes de abastecimiento de materias primas como el maíz o cereales importados de Ucrania y Rusia, ha tensionado su cadena de suministro cuestionando la viabilidad del negocio de estas empresas a corto plazo.
El sector de la automoción no tiene una gran dependencia de estos 2 mercados para su producción. Ni Rusia ni Ucrania son destinos de gran trascendencia para la producción de vehículos de Castilla y León. Se han previsto paradas marginales en líneas de producción de la planta de Iveco en Valladolid y las de Renault en Palencia y Valladolid. El grado de sensibilidad que sí que pueden tener nuestras plantas del sector a esta crisis radica en el abastecimiento futuro de piezas o materiales necesarios para los vehículos de transición (híbridos o eléctricos) que necesitan de materiales como níquel propios de aquellos países en conflicto. En próximos meses iremos vislumbrando con más precisión estos efectos. Sin embargo, uno de los efectos que más debe preocuparnos como consecuencia de ‘segunda ronda’ es el grado de exposición de nuestra economía a los mercados del norte de Europa, especialmente a Alemania.
Alemania es especialmente sensible al suministro ruso del gas. La crisis bélica va a suponer un empeoramiento de las perspectivas de aquella potentísima economía clave para la balanza comercial de Castilla y León. La economía alemana entrará presumiblemente en recesión técnica en próximas semanas al encadenar dos trimestres negativos en su crecimiento de PIB.
Este proceso afectará a nuestras exportaciones, lastrándolas, y encarecerá nuestras importaciones de aquel país.
En definitiva, la economía de nuestra región está sujeta a importantísimos retos desde estos meses. Afrontar el escenario que acabo de describir, va a exigir de una gran determinación en las medidas económicas a aplicar. Las comunidades autónomas tenemos entre un 20% y un 30% de las palancas (competencias) para impulsar la política económica de un territorio. El resto es principalmente competencia del Gobierno nacional, de ahí la importancia de alinear medidas realistas y eficaces especialmente en estos tiempos.
Medidas para reducir la presión fiscal
No hay decisión fácil en crisis, pero dentro de nuestras competencias, creo que se debe abordar una firme política de medidas económicas tendentes a reducir al máximo la presión fiscal a particulares, autónomos, pymes y grandes industrias, potenciando el ahorro privado que se ve lastrado por la inflación como medida clave en el consumo y la inversión; impulsar y ejecutar de inmediato un proceso de modernización, desburocratización y reestructuración de la Administración Pública Regional, especialmente en los entes públicos, limitando a gran escala los tiempos de tramitación de expedientes y ayudas, especialmente en aquellas consejerías con competencias en el fomento de la iniciativa e inversión privada y en el empleo; asegurar y garantizar un suelo de financiación adecuada y suficiente para pymes regionales en sus financiaciones (y refinanciaciones) de planes de inversión y negocio; abordar un plan de emergencia en la internacionalización de nuestras empresas (el consumo interno no será suficiente); implementar y obligar de inmediato un plan masivo de digitalización de todo el sector empresarial de Castilla y León; y abordar unas cuentas públicas muy equilibradas (así nos lo van a exigir en ‘0 coma’) con especial sensibilidad en inversiones de los planes territoriales industriales para propiciar un reequilibrio industrial en Castilla y León.
Este proceso debe estar además alineado con una necesaria colaboración entre todos los agentes del sistema económico, los públicos y privados, a través del Diálogo Social, instrumento que siempre ha demostrado su responsabilidad al sumar para el interés público de esta Región en los procesos de crisis.
El resto de medidas y actuaciones, son campos y competencias sobre las que se debe actuar son de carácter nacional y a las que he aludido en esta reflexión: regulación laboral, política energética, política financiera, inversiones públicas, entre otras.
En todo este escenario, dejo para el final el papel de los Fondos de Nueva Generación. A riesgo de equivocarme, la capacidad para ejecutar los mismos y certificarlos va a estar condicionada por la capacidad de las empresas e iniciativas privadas para cofinanciar estas inversiones, por la capacidad de gestión de los mismos por parte del sector público y por el grado de confianza del mercado para abordar estas inversiones.
Fondos de Nueva Generación
Si no tenemos ordenada la casa con unas cuentas realistas y con unas medidas acordes para atraer capital y generar confianza, el tren de los fondos de nueva generación pasará de largo sin los efectos pretendidos por sus diseñadores.
En próximos meses tendremos repuesta (o no) a todos estos retos.
Por el interés general, no hay casi margen de error. Es un momento crítico que exige de responsabilidad por parte de todos los agentes económicos, los públicos y los privados. Dejemos al margen postureos y escenificaciones que en nada contribuyen a sumar, y volquémonos en la gestión de estos problemas, los que de verdad afectarán al bolsillo y bienestar de nuestra población.