Francisco Javier Blanco Miguel, presidente de la cooperativa soriana Copiso y gestor de granjas porcinas, comenzó de muy joven a participar en el negocio familiar, que más tarde amplió para adaptarlo a las nuevas necesidades del sector, y a involucrarse en la cooperativa, “ya que es una herramienta necesaria para el desarrollo de mi explotación. Hoy la agricultura y la ganadería serían impensables sin una empresa como Copiso”.
Blanco Miguel, que también es miembro del Consejo Rector de la Unión Regional de Cooperativas Agrarias de Castilla y León (Urcacyl) y vocal asesor del Consejo de Cámaras de Comercio de Castilla y León, detalla que el modelo de gestión de Copiso se basa en la integración de la agricultura y la ganadería para lograr una economía circular: “atiende íntegramente las necesidades de los agricultores y de los ganaderos en sus negocios, tanto los insumos como la comercialización de sus productos en mercados externos o transformándolos en nuestra propia planta. Además, ofrece la necesaria asesoría técnica y, lo que es más importante, apoyo en estrategias, tanto de cultivos como de producción ganadera, para orientarlos a los clientes con los que previamente tenemos acuerdos de suministro”.
200 millones de kilos
Sobre esto, explica que las explotaciones sorianas se sitúan por encima de 1.000 metros de altitud en su mayor parte y están dedicadas principalmente al cereal de secano. “La cooperativa atiende la necesidad de transformar todo ese grano de los socios, que este año ya se sitúa por encima de los 200 millones de kilos, en nuestra propia fábrica, con una capacidad de cerca de 300 millones de kilos. Aunque está construida en 2014 para sustituir a la primera, edificada en 1970, ya tenemos proyectada una nueva similar a la actual, que empezará a construirse en breve”, señala el presidente de Copiso, una sociedad que, junto con sus empresas participadas, factura más de 277 millones y cuenta con una plantilla de 175 personas, cifras que la convierten en la mayor compañía de Soria.
El objetivo de estas nuevas instalaciones es que el cereal de los agricultores sorianos se transforme en la misma provincia en el pienso que alimentará el ganado de las integraciones de porcino de la cooperativa. Los socios, en su mayoría agricultores, abonarán con las deyecciones del ganado sus propias fincas, “y los resultados de las ventas del ganado porcino revertirá en los propios socios, en la modernización de la actividad agraria soriana y en el territorio, cerrando un círculo económico social y sostenible para el medio ambiente y para el desarrollo rural”, subraya Blanco Miguel.
Perseverancia
Este empresario enamorado de la naturaleza, que vive y trabaja en el medio rural, disfruta del senderismo y de una afición menos habitual en tierra de secano, como es el buceo. Sobre su niñez, no recuerda sueños concretos, aunque supone que quería ser feliz, “que es como discurrió mi infancia, en el ambiente de mi pueblo y de la actividad agroganadera de mi familia”. Su principal referente es su padre, que ya era socio de Copiso y gestionaba la granja porcina familiar, “quien me ha contagiado su perseverancia, la dedicación al trabajo y el arrojo”.
Por el contrario, Blanco Miguel también recuerda el momento más complicado de su trayectoria profesional: fue en 2013, cuando una explosión en la fábrica de pienso de Copiso hirió gravemente a 3 trabajadores. “Fue un varapalo muy duro, que nos afectó muchísimo, es lo más difícil que me ha tocado vivir. Ese suceso fue un punto de inflexión, un revulsivo para acelerar la construcción de una nueva fábrica, para mejorar ciertas sinergias de trabajo y para profesionalizar mucho más la actividad y la gestión de la cooperativa”, relata.
Retos
Para el presidente de Copiso, uno de los principales retos de la cooperativa es “dar el salto a la agroindustria, para que sea generadora de empleo y de desarrollo industrial”. Asimismo, hace especial hincapié en el relevo generacional, un factor determinante de cara a los próximos años si se tiene en cuenta que Soria tiene una densidad de población menor de 10 habitantes por kilómetro cuadrado, un dato todavía más preocupante si se elimina la capital de la estadística, lo que muestra zonas con apenas 2 habitantes por kilómetro cuadrado.
El empresario hace extensivo este problema a toda la comunidad autónoma: “es una región muy extensa y poco poblada, con una fuerte tradición agrícola y ganadera, con lo que habría que poner el foco en un desarrollo industrial del sector primario, sobre todo en la transformación de los productos”.
A su juicio, es preciso poner en valor de forma seria sus recursos forestales, “tan importantes en Castilla y León, donde sólo se aprovecha el 40% del crecimiento de nuestros bosques, lo que conlleva riesgos de incendios”; sin olvidar la demanda térmica como visión de futuro: “hoy sabemos que los pueblos con aerogeneradores eólicos pierden población, que es nuestro caballo de batalla. Ésa no es la solución”.
Dinamizar el mundo rural
Para Blanco Miguel es necesario impulsar los sectores agrícola, ganadero y forestal hacia la transformación, donde se generan equilibrios; además de reducir los desajustes con las grandes urbes y dinamizar el territorio de manera más coherente.
Para conseguir estos retos, considera imprescindible el compromiso de las administraciones de forma decidida. “Si no, no lo veo posible, ya que en Castilla y León y en Soria contamos con la desventaja que depara competir en infraestructuras o en cuestiones tan básicas como la banda ancha, aspectos en los que vamos por detrás y que las administraciones deben igualar”, reclama este ganadero, que añade: “es complicado contar con profesionales de alta cualificación en núcleos rurales, donde no les resulta atractivo vivir. Se necesita un impuesto de sociedades que motive el asentamiento en el medio rural, ventajas en la Seguridad Social de los trabajadores o un mínimo de servicios en las pequeñas ciudades y pueblos. Si no es así, la brecha entre territorios será cada vez más grande”.
Más información en el número de mayo de la revista Castilla y León Económica