Mi primera lección de asertividad

Por: Félix Alberto Sanz
Lección de asertividad.
La asertividad es la capacidad de defender los propios derechos sin atacar los de los demás.

La palabra asertividad la conocí en la carrera. Básicamente nos enseñaron que es la capacidad de defender los propios derechos sin atacar los de los demás. Nos enseñaron también técnicas y pautas para ser asertivos y qué consecuencias tiene serlo o no serlo.

Simplificándolo, cualquier técnica asertiva tiene como elementos comunes:
Describir (nunca valorar) las situaciones sobre las que queremos hablar.
Expresar qué pensamos o cómo nos hacen sentir dichas situaciones.
– Hacer peticiones o proponer soluciones a la otra persona, para así no ver invadidos nuestros derechos y obtener lo que queremos, sin agredir al otro.

Sin embargo, mi primera lección de asertividad me la dio mi padre muchos años antes, sin yo saberlo en ese momento y seguramente sin saber él que lo que hizo se llamaba así.

Visita

Era una mañana de un invierno cualquiera de los 80 y, como muchísimas veces, 2 testigos de Jehová -en este caso 2 mujeres-, asaltaron nuestra casa en la búsqueda de una cita para explicar, con profundidad, sus creencias y así poder sumar testigos a su causa. Ese día, por fin, consiguieron su propósito y mi madre accedió a que vinieran a visitarnos una tarde de miércoles, sobre las 20:30 horas, momento en el que mi padre también estaría en casa.

Esta parte de la historia no la recuerdo muy bien, pero supongo que cuando mi madre se lo contó a mi padre, no le haría ninguna gracia. El caso es que un miércoles de un invierno cualquiera de los 80, a las 20:30, las 2 seguidoras de Jehová, puntuales, llamaron a la puerta.

Mis padres, educados ellos, las acompañaron al cuarto de estar y las invitaron a sentarse para escucharlas.

Casualmente, aquel miércoles jugaba la selección española de fútbol (creo que mi madre no se dio cuenta de ese importante detalle) y la tele estaba encendida, pues estábamos viendo el partido. Antes de comenzar su sermón, una de las mujeres le dijo a mi padre: “¿Podría apagar la tele para que así podamos estar centrados en el importante tema que vamos a tratar?”. No lo recuerdo muy bien, pero seguro que mi a padre no le hizo ninguna gracia. Sin embargo, apagó la tele (conducta pasiva). Lo que sí recuerdo es que a mis 10 u 11 años, que me quitaran el partido me molestó bastante. Aún así me callé y me puse a jugar allí mismo con mis hermanos (4 y 5 años menores que yo).

A los 2 minutos (o menos), la otra mujer, mientras mi padre, fumando, las escuchaba, le dijo: “¿Le importaría apagar el cigarro, pues nos molesta el humo?”. No lo recuerdo para nada, pero puedo imaginar la cara de indignación de mi padre. Aún así, no dijo nada y apagó su cigarrillo (de nuevo conducta pasiva).

Y como cosa de 2 minutos más tarde, una de ellas comentó: “¿Podrían enviar a los niños a jugar a otro cuarto, pues con el ruido que hacen no podemos tener una buena conversación?”.

Lección

Y ahí llegó mi clase magistral:

Mi padre respiró hondo y, en lugar de echarlas con una patada en el culo a cada una, respondió:
– Descripción de hechos: “Hemos accedido a que vengan a nuestra casa a una hora en la que estamos en familia descansando. Nos piden que apaguemos la tele y la apagamos. Me piden que deje de fumar y apago mi cigarro. Y ahora, ¿quieren que mis hijos se vayan a otro lugar?”

– Lo que se piensa y siente: “Por ahí ya no paso. Mis hijos están en su casa y jugarán donde quieran jugar”.

– Petición asertiva: “Hagan el favor de recoger sus libros y sus abrigos y las acompaño hasta la puerta. Les pido también que no vuelvan nunca más a llamar a esta casa, pues no las atenderemos”.

Y así es como mi padre nos libró de las periódicas visitas jehovitas y yo recibí, sin darme cuenta, mi primera lección de asertividad.

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