Este verano, de vacaciones, me pasó algo que, no por ser casi infantil, deja de ser habitual en nuestras vidas.
Cerca de dónde estábamos pasando unos días de descanso, nos recomendaron visitar un bar en el que nos dijeron que hacían unos bocadillos espectaculares. La verdad es que nada más lejos de mi intención que recorrer kilómetros para acercarme a un bar a comer un bocadillo, pero como esta vida la carga el diablo.
Tras un largo día de playa, al volver ya tarde y cansados (no sé a vosotros, pero a mí estar tumbado en la playa también me cansa) nos perdimos en nuestro regreso. Al parar para preguntar por dónde ir, una chica muy simpática nos indicó el camino y nos dijo que aprovecháramos, que de paso había un lugar dónde hacían unos bocadillos espectaculares: “parad allí, no es vais a arrepentir, os lo aseguro. Será el mejor bocadillo que hayáis comido nunca”. Curiosamente, cómo no, el lugar era el mismo que nos habían aconsejado.
Era ya muy tarde para plantearnos asearnos para salir a cenar y yo tenía un hambre voraz (sólo había comido un sándwich vegetal en todo el día), así que decidimos hacer esa parada.
En mi mente el bocadillo que iba a comerme tenía una pinta asombrosa. Era enorme, rebosante de ingredientes, crujiente, apetitoso.
Cuando llegamos al establecimiento, había una cola de al menos 20 personas para recoger bocadillos para llevar y la terraza y el interior del local estaban llenos. Decidimos que ya que teníamos que esperar, que al menos fuera para cenar con calma. Tras 35 minutos de espera, por fin, nos dieron mesa en la terraza. ¡Yo pensaba que me comía a alguien! Pedimos el famoso bocadillo, que, cómo no, aún tardó un ratito en llegar.
Al traérnoslo, la primera impresión que me tuve es que era muy pequeño, aún así me abalancé sobre él. Y, tras el primer bocado, con la boca aún llena, se me escapó un alto y claro: “¡vaya mierda de bocadillo!“. Y así, frustrado y enfadado, engullí el resto de mi cena (una cosa es que no fuera lo esperado y otra que no tuviera mucha hambre). ¡Había invertido más de hora y media en comer aquello!
Decepción
Seguramente los bocadillos de ese lugar sean realmente buenos (no creo que jamás regrese para comprobarlo), si no, no tiene sentido que tengan esa fama, pero las expectativas que yo me había formado con las recomendaciones y las colas del lugar, unidas a mi estado emocional causado por el hambre, generaron en mi una tremenda frustración que me hizo percibir aquello como mucho peor de lo que seguramente sea.
¿Cuántas veces no nos decepciona una película, un libro, una ciudad, por ser tan altas las expectativas que teníamos con ello? Y lo que es aún peor, ¿cuántas veces no nos sentimos decepcionados, y como consecuencia de ello enfadados, con una persona, por no llegar a cumplir lo que esperamos de ella? ¿Y cuántas veces lo que esperamos de esa persona sólo ha sido fruto de aquello que nos hemos ido imaginando en nuestra retorcida mente?
Expectativas
Y si damos un paso más, ¿cuánto veces nos causamos daño al elevar nuestras expectativas, nuestro grado de exigencia, sobre nosotros mismos?
Yo suelo justificarme a mí mismo diciéndome que espero mucho de quien sé que mucho me puede dar, y que eso también ha de ser motivante para el otro. Pero lo que desprecio (o más bien sobrevaloro) es cuánto de ajustada es mi expectativa a la realidad y cuánta presión puedo meter a la otra persona con ello y cuánta frustración -con su penas, rabias y desilusiones asociadas- puedo meter yo en mis bolsillos.
Si a ti te pasa como a mí, dale una pensada al tema y relajémonos un poco con los demás. Y de paso con nosotros mismos.
Os dejo con la genial escena de una película, 500 days of summer, que explica mucho mejor que lo que he intentado resumir en este post (la escena, no sé por qué, está acelerada. Animo a quién no haya visto la película a invertir hora y media con ella):
Totalmente de acuerdo. Y añado, esas expectativas no cumplidas hacen que nos comuniquemos de una manera mas ofensiva ante esas personas en idénticas situaciones que ante otras que no nos “han decepcionado”. Sin que ellas sepan porque.
Qué gran aportación Jesús. Efectivamente nuestras conductas y nuestra comunicación con esas personas cambia a peor debido a nuestro estado emocional y ellos no entienden nada. Muchísimas gracias por el comentario, muy enriquecedor.
Nadie como tú, con tus palabras,con tus planteamientos para que nos fijemos en nuestras formas de afrontar el día a dia…
Muchas gracias por tus palabras María. Me llena de satisfacción saber mis palabras sirven de espejo para los comportamientos de alguna otra persona y que eso haga mejorar a quién así lo hace. Muchas gracias de corazón.
Totalmente de acuerdo!! La percepción de lo buena que era la película o lo bien que fué la reunión tiene que ver con las expectativas que nos hayamos marcado previamente. Si estas se cumplen, o incluso se superan, tendremos una percepción buena o muy buena de lo acontecido; sin embargo cuando estas no se cumplen puede resultar frustrante.
Lo dificil es saber cual es el “nivel optimo” que debemos fijar para las expectativas que tenemos hacia los demás y hacia uno mismo. Por no extenderme demasiado, yo lo simplificaría en relajar la exigencia hacia nosotros y nuestro entorno en las pequeñas cosas; reservando fuerzas, tiempo, recursos y exigencia personal en las metas y objetivos que consideramos importantes. Recordemos que estos objetivos han de ser exigentes pero alcanzables para no generarnos de nuevo frustración.
Definiendo adecuadamente las expectativas tendremos más posibilidades de disfrutar de los pequeños placeres y los grandes éxitos.
Qué gran matiz el de disfrutar los pequeño placeres y los grandes éxitos, Sara. Cuántas veces no los saboreamos por ser menos de lo que imaginábamos o incluso por, “simplemente”, serlo. También es muy interesante lo que comentas de encontrar ese “nivel ótimo”, ese “punto exacto” de exigencia, algo realmente complicado. Muchísimas gracias por tu comentario Sara.
No imaginas que identificada me he sentido en este post….seguro que Sara sabe de lo que hablo.
Que fácil es caer en la decepción cuando las expectativas son demasiado elevadas, pero qué difícil es marcar los retos y objetivos alcanzables para que no nos produzcan caer en la frustración.
Seguiré trabajando en ello…mientras, mil gracias por tus consejos!!
Mil gracias a ti por tus palabras, Verónica. Seguir trabajando en ello es síntoma de ser consciente de ello y ese es el primer paso, imprescindible, para conseguirlo. Antes o después lo lograrás. Lo verás.
Cuando te pasas el tiempo
Con las neuronas gruñendo
y el estomago pidiendo
más si surge un contratiempo
Visualizo el bocadillo
Imagino mis bocados
Dos colas a cada lado
Y el humo de ese pitillo
Lo asocio con esas veces
Es blandito y que textura
Que mi boca palidece
Donde queda su hermosura
Ni sabe bien ni merece
Yo pierdo la compostura
Gracias por convertir mi post en un poema y por el tiempo dedicado a ello, Josian.