Dejadme salir un momento del mundo dospuntocerril y descender a los infiernos del mundo real, el de las personas.
Muchas empresas están en crisis. España está en crisis. El mundo está en crisis. Hasta nuestra democracia y unos valores que estaban perfectamente asentados en la cultura occidental están en crisis. Yo estoy en crisis. Tú estás en crisis. Ellos están en crisis y… sí, sé conjugar perfectamente el verbo estar en crisis.
Pero fijaos que para decir que se está saliendo de la crisis se usa esa perífrasis: salir de la crisis. Necesitamos enfatizar ese “salir de la crisis” como indicativo de que estamos saliendo de la crisis.
Efecto placebo
¿Que no estamos en crisis ya? No, no, sólo que estamos saliendo. Nada de que estamos en recuperación. Nada de mensajes positivos, no sea que salgan brotes verdes por ahí y luego no los podamos dejar crecer porque nos tenemos que enfrentar al dilema del prisionero: los comemos o nos morimos de hambre.
Igual ha llegado el momento de dejar de hablar de la crisis. En serio. No porque no exista, por un efecto placebo o porque así nos evitaremos disgustos. No, simplemente por lenguaje.
Debemos dejar de hablar de la crisis y empezar a hablar de personas. Dejar de hablar de personas jurídicas y hablar de personas físicas. Dejar de hablar de resultados y hablar de talento. Hablar de los resultados que están cosechando las nuevas empresas que están surgiendo fruto de la desesperación y el hambre que el talento tiene por surgir.
Muchas empresas han aprovechado la crisis para reducir sus estructuras, algo que en sí no es malo, dado que en España tenemos una tendencia a sobredimensionar cosas bastante estúpida, la verdad, y si no acordaos de esos momentos en los que había una sucursal bancaria en cada esquina o diez videoclubs en menos de 300 metros (que los había).
Fulminar el talento
El problema viene cuando ese adelgazamiento de estructura se carga el talento. Mucha gente buena y válida se ha quedado fuera del sistema porque “dan problemas” o simplemente “porque pueden darlos”, lo que hace que en el momento en el que alguien tenga que liderar la recuperación que llegará antes o después seguirán gestionándola los mismos que han callado o los que no tienen ideas. Los pusilánimes.
Este error es grave y por el que muchas empresas están pagando: se han quedado con los dóciles, con los cordericos, con esos gregarios que, como en el ciclismo, sólo dan lo mejor de sí trabajando para otros que lideran el cambio, lideran las nuevas ideas o las nuevas fórmulas para hacer las cosas. De vez en cuando algún gregario se convierte en campeón (Indurain, por ejemplo), pero si te quedas con un equipo de gregarios en el que no haya nadie que les motive, ilusione y marque un objetivo, probablemente nunca saldrá un campeón, y eso lo ven los entrenadores de los equipos con sus apuestas.
Igual el problema es que aquí no sabe apostar nadie después de tantos años de bonanza y sencillez. Me da que, parafraseando a Chiquito de la Calzada, los siete caballos que venían de Bonanza vienen huyendo despavoridamente.