Si hay algo que caracteriza a Cádiz es su intensa luz. Incluso creo que es la cualidad principal de su catedral -cuya decadencia se percibe en forma de piedras que caen en la red protectora situada entre el techo desconchado y el suelo triturado- para inundar de sol las amplias estancias delimitadas por sus columnas neoclásicas.
Hay otra luminaria que destella en la tacita de plata y es el restaurante El Faro, con una carta que ilumina todos los rincones de la despensa gaditana, en especial los productos procedentes del mar, como sus delicadas ortiguillas de intenso sabor que avivan en nuestra memoria el recuerdo de la textura de los sesos de cordero rebozados; o los divertidamente alistados langostinos de Sanlúcar de Barrameda de finura incomparable; o las huevas de merluza a la plancha con cebollino, con el juego particular entre el crujir de su sonido y su aroma yodado.
Posibilidades marineras
Y luego un sinfín de posibilidades marineras a elegir entre sus mariscos de bigotes, sus pescados a la sal o en fritura.
La carta de vinos es un faro en sí misma, con una buena representación sobre todo de caldos de Jerez que atrapan el sol en cada copa.
El servicio profesional, serio y distante, quizás para alejarse de la guasa chirigotera de sus carnavales.
Luz, mar, viento, sabor y saber…así es Cádiz.