Hace más de 6 años que disfruté de una comida inolvidable en el Racó de Can Fabes, restaurante regentado por el recientemente fallecido Santi Santamaría, que me deslumbró con una técnica magistral que apostaba por recrear la rica despensa catalana. Amante de la cocina sin estridencias, de las combinaciones perfectas de alimentos y de la incorporación de sutiles pinceladas de otras gastronomías, Santi Santamaría me embelesó con un suculento menú degustación de casi tres horas de duración. Algunos platos aún los guardo en la memoria como creaciones preciosas, como por ejemplo el Cocotte de foie con ostras y perlas de Japón que hechizó mi estómago entonándole con una especie de consomé cálido de sabor mineral.
Recuerdo también gratamente el carro de quesos y es que hasta esa fecha nunca había visto uno tan completo y llamativo como el que se ofrece en Can Fabes. Especialidades catalanas y sobre todo francesas cumplieron con creces mis expectativas como amante que soy del queso en todas sus tipologías. Otro aspecto que tampoco olvidaré es la atención que se presta al pan, muchas veces denostado en otros restaurantes. Elaborado por Santi Santamaría, se ofrecían panes de muy diversas variedades, pero todos ellos artesanales, cuyo olor y sabor recordaba tiempos pretéritos.
Mi nostalgia de aquella comida me trae a la memoria que mientras en la calle la luz del día se desvanecía en una fría y lluviosa tarde de febrero, disfruté con mi familia de una estancia cálida y muy acogedora, en un comedor amplio y decorado con gusto, donde el servicio destacó por su profesionalidad. Al final, cuando todavía estábamos saboreando las últimas fruslerías que acompañan al café, apareció Santi Santamaría con ese aire cercano y bonachón y recibió el agradecimiento reflejado en nuestras caras de satisfacción.
Sabias lecciones
Todos estos recuerdos me vinieron a la cabeza, cuando hace unos días oí en una emisora de radio la noticia de su muerte y sentí gran tristeza por la pérdida de uno de los mejores cocineros españoles, que es como decir de los mejores del mundo. Sin embargo, tengo la confianza de que su alumno más aventajado, Xavier Pellicer, que consiguió atraer dos estrellas Michelin para su anterior proyecto gastronómico en Abac y que había decidido retornar con Santi Santamaría para codirigir Can Fabes, honrará la memoria de su maestro.
Sus polémicas al criticar la cocina española más vanguardista quedarán olvidadas en las hemerotecas, mientras que su maestría en los fogones permanecerá para siempre en la memoria de quienes pudimos disfrutar de sus creaciones culinarias.
