Cuatro puntos claves

Pese a lo que muchas veces marcan las guías de viajes como obligatorio, yo tengo la costumbre de interesarme por cuatro puntos claves de las ciudades que visito como fórmula para conocer con la mayor profundidad posible -siempre condicionada por la escasez de tiempo- la sociedad que las habita. Así procuro no perderme la iglesia, templo o construcción religiosa más significativa de la comunidad para testar las inquietudes espirituales de sus ciudadanos.

En el último viaje que he realizado de larga distancia para conocer el que considero como uno de los países más interesantes de la actualidad, aproveché la oportunidad de visitar la catedral de Sau Paulo (capital financiera y económica de Brasil), un mastodóntico y feo edificio construido en el siglo pasado con cemento, que puede albergar a 8.000 fieles, situado a escasos metros de donde se fundó la ciudad por jesuitas portugueses -el Patio del Colegio-. Ese sábado de agosto, el obispo de la ciudad oficiaba una misa a la que asistían cientos de niños y adolescentes, lo que daba una imagen de crecimiento demográfico imparable con claras influencias religiosas heredadas de los conquistadores portugueses. En el exterior -en una de las zonas más peligrosas de la urbe que es considerada como una de las más violentas del mundo- numerosos mendigos, borrachos y enfermos mentales mantenían las distancias con los solitarios predicadores situados a escasos metros de la entrada de la Sé. Imagen ciertamente contradictoria, porque en Brasil cada vez se afianza más el crecimiento de la comunidad evangélica en detrimento de la católica.

Otro lugar imprescindible en mis viajes es el metro, porque te permite en un solo vagón conocer el mapa de las razas, fisonomías y tendencias culturales y estéticas de sus habitantes. Y en el metro de Sau Paulo, la mezcolanza de razas es tan diversa que aporta una riqueza genuina a sus más de 22 millones de pobladores, que irremediablemente tiene que traducirse en todos los campos de su actividad.

También los mercados gozan, para mí, de un atractivo muy especial porque aportan una información privilegiada sobre la riqueza cultural y las influencias gastronómicas de sus consumidores. El mercado municipal de Sau Paulo, con sus 22.000 metros cuadrados, no tiene nada que envidiar a los de las grandes ciudades españolas y contrasta con el barrio en el que está situado -próximo a la Rua 25 de Marzo-, porque muchos de sus vecinos no tienen acceso a los productos expuestos, lo que permite obtener la doble conclusión de que, por un lado, existe una clase rica que es la consumidora habitual de estos manjares; y por otro, que la clase baja que ahora no puede disfrutarlos tiene entre sus objetivos incrementar su estatus y mejorar su situación económica para lograr ese acceso. Además, el mercado es un libro abierto sobre su riqueza gastronómica e influencias de otras culturas como la japonesa, con pescaderías de grandes peces desconocidos, donde se despacha a la mayor colonia nipona fuera del país del sol naciente el pescado cortado para sashimi; las tiendas de encurtidos con abundancia de aceitunas griegas y portuguesas; y los establecimientos de productos delicatessen con vinos, quesos y bacalao, de clara influencia italiana y lusa. Una delicia de mercado.

Otro lugar para pasear son los parques, porque en ellos se observa la relación de sus habitantes con la naturaleza y la afición por el deporte. El de Ibirapuera, en Sau Paulo, es un espacio cuidado y muy frecuentado, del que se enorgullecen sus ciudadanos frente a las preciosas playas de la ciudad de Río de Janeiro, de las que carecen.

Todas estas visitas trato de enriquecerlas con largas caminatas por la ciudad y la visita a alguno de sus museos más importantes, como el de Arte Contemporáneo o el de Arte Africano en el caso de Sau Paulo.

Seguro que vosotros cuando viajáis ya practicáis este ejercicio de conocer lugares imprescindibles, al que además añadiréis otras preferencias. Se admiten sugerencias.