Llegué tarde a un desayuno organizado por Dircom en Madrid con Jesús María Terciado, presidente de Cecale y de Cepyme, y no oí el inició de su presentación; sin embargo, intuí que había dicho que era tímido y que por eso había hecho un doble esfuerzo en este mundo de la comunicación: primero por la timidez innata (los tímidos suelen parecer o torpes o bordes) y segundo porque en la formación en relaciones públicas y branding personal había sido autodidacta.
Lo cierto es que aunque el cuidado de la imagen muchas veces tiene que ver con la vanidad, en otras posee un trasfondo de esfuerzo descomunal en favor de una institución, asociación, federación o llámalo x.
En Jesús María Terciado se observa ese empeño desde el primer momento y ha logrado que su empatía -que les aseguro que la tiene- parezca innata y quizás por eso tenga más mérito. Resulta cercano, amigable, amistoso, prudente en sus reflexiones, alejado de discursos altisonantes, próximo, e incluso comunicativo y sociable.
Si uno mira a su través, se da cuenta de que es algo trabajado, un objetivo logrado tras un gran esfuerzo, tras una inversión no sólo de tiempo, sino de inteligencia emocional, de desgaste personal. Una tarea titánica, mucho más que otras que a lo largo de su trayectoria profesional y personal le hayan tocado acometer. Por eso ahora arriesga con más seguridad y lo hace sobre su imagen personal, sobre su patrimonio esencial.
Distintos estilos comunicativos
También José Manuel Velasco, presidente de Dircom España y director de Comunicación de FCC, en la misma charla reconoció que él era otro gran tímido y argumentó que esa timidez podía resultar una ventaja porque obligaba a una mayor preparación de los discursos. Como gran comunicador, el presidente de Dircom es un experto en defender como ventajas algunas de nuestras carencias; sin embargo no estoy del todo de acuerdo. Admito el mérito de un tímido, de un tartamudo que alcance grandes dosis de comunicación, de maestría en la difusión de los mensajes, pero no puedo aceptar que la capacidad de improvisación del extrovertido, frente a la parálisis del introvertido, implique necesariamente menos rigor en la defensa de sus argumentos.
Lo que aparentemente parece improvisación es un comportamiento natural, para nada forzado que puede haber sido estudiado una y mil veces y que sin embargo se desarrolla a simple vista de manera fluida, pero eso no le resta rigor, más bien al contrario y además suele ir directo al corazón, con el valor añadido que eso aporta en un mundo saturado de ruido disfrazado de seriedad.
Comunicación en beneficio de la profesión
Terciado ha conseguido resultar cercano y sensible, salvando su timidez, además de riguroso en la preparación de su discurso y más ante unos oyentes como los directores de comunicación, que le han analizado todos los matices. Terciado es una excepción en este desierto de la comunicación empresarial y un ejemplo ha sido su desayuno con los Dircom y otro el que ejerce a diario en su perfil en Twitter.
Aún así, él sabe que tiene un reto que afrontar, entre otros muchos, como es el de cambiar la mala imagen del empresario de este país, de ese 85% del total de emprendedores nacionales que tiene menos de cinco empleados. No estoy hablando de Juan Roig, presidente de Mercadona, que se puede permitir el lujo de hacer declaraciones controvertidas sobre la cultura del esfuerzo y poner de ejemplo a los trabajadores chinos, porque es de los pocos o quizás el único que ha creado 6.000 puestos de trabajo en 2011, todos ellos fijos, con unas condiciones laborales que ya quisieran muchos para sí. Estoy hablando del panadero del barrio que un día arriesgó su patrimonio para poner en marcha un negocio, del que ahora dependen varios empleados, de la peluquera a la que acudimos a peinarnos y de otros miles de pequeños empresarios que no ven reconocida su labor por la sociedad.