Escribo estas líneas a vuelapluma aislado en el despacho, con la plantilla trabajando desde casa para evitar males mayores, la urgencia de ultimar la edición de tres publicaciones (Castilla y León Económica, El Consistorio y La Revista de Urcacyl) ante el posible cierre de la imprenta si un trabajador da positivo por coronavirus y recluido en un Valladolid fantasmagórico que recuerda a las películas de ciencia ficción en las que aparecen ciudades desiertas en un mundo postapocalíptico (por ejemplo, La carretera, protagonizada por Viggo Mortensen y basada en el desasosegante libro de Cormac McCarthy). De esta crisis sanitaria y económica, e intuyo que en breve social, podemos sacar varias lecciones.
La primera, la solidaridad. En la tarde del domingo 15 de marzo, cuando aún no habían pasado 24 horas desde que el Gobierno de España declarara el estado de alarma, recibo una llamada de un alto cargo de la Junta para decirme que necesita nuestra colaboración para comunicar a las empresas que es urgente la donación de equipos de protección individual ya que el sistema sanitario se estaba quedando sin este material, con el riesgo de que aquéllos que cuidan de nuestra salud terminaran contagiándose del letal virus. Rápidamente ponemos la maquinaria a funcionar (web, redes sociales, whatsapp y newsletter) y en pocos minutos los empresarios empiezan a enviarnos mensajes de que toman nota y se ponen a gestionar el envío de ese instrumental. En apenas 48 horas cientos de empresas, desde pymes a multinacionales pasando por cooperativas, responden a la llamada de la Administración autonómica, tal como reflejamos en un reportaje publicado en nuestra web. Lo contradictorio, y trágico, es que muchas empresas que donaron ese material tal vez ya no estén en el mercado dentro de unos meses ante la gravedad de la crisis económica que tenemos encima.
Y ésa es precisamente la segunda lección. Cuando aún no hemos superado el reto de la pandemia, ya tenemos encima la crisis económica y laboral. No hay que esperar a que sesudos expertos y gurús nos iluminen sobre sus previsiones de la evolución del PIB porque quienes estamos al frente de un negocio sabemos que el crack ya está aquí. En la actual coyuntura no sólo es muy complicado conseguir nuevos clientes, sino que empiezan a llegar la anulación de contratos ya firmados, en un convulso mercado en el que un elevado número de negocios se ha visto obligado por real decreto a cerrar sus puertas. Empresas y autónomos, muchos de los cuales aún estaban lamiéndose las profundas heridas de la crisis de 2007, vuelven a ver con profunda preocupación un escenario en el que desaparecen los clientes y se disparan los impagos.
Tercera lección. La inestabilidad y la incertidumbre se ha instalado en nuestras vidas, incluso en la acomodada Europa, debido a una globalización que expande con facilidad las hecatombes, sean económicas, financieras o sanitarias. Aquella sociedad líquida que describió el sociólogo y filósofo Ziygmunt Bauman, en la que nuestras vidas se definen por la precariedad y la inseguridad, ha derivado en un mundo líquido.
La cuarta lección alude a nuestro sector, es decir, a los medios de comunicación tradicionales, que ante el auge de las redes sociales y periódicos digitales de dudosa reputación, han servido de guía para evitar el pánico. En esta complicada época, no hay día en que alguien no te comente la última novedad sobre cómo evitar el Covid-19 o sobre sus perniciosos efectos. En esos casos, siempre les pregunto cuál es la fuente porque si no procede de una cabecera consolidada, no hago ni caso. En cambio, otros se vuelven tarumbas al recibir cientos de mensajes a través de las redes sociales y el móvil, incapaces de discernir las fakes news de la información veraz, lo que incluso puede poner en peligro tanto su vida como la de sus allegados.
Quinta lección. No sólo debemos ser conscientes de nuestra fragilidad como seres humanos, sino que también tenemos que darnos cuenta de que estamos instalados en una mediocracia, donde los mediocres han tomado el poder, según el acertado término de Alain Deneault, para quien “la mediocridad no acusa ni la incapacidad ni la incompetencia”. Para este filósofo francocanadiense, “la mediocracia nos anima de todas las maneras posibles a amodorrarnos antes que a pensar, a ver como inevitable lo que resulta inaceptable y como necesario lo repugnante”. ¡Cuánto mediocre hemos visto estos días gestionando la peor crisis sanitaria y económica de la reciente historia de España!
Y por último, y sexta lección, relativicemos nuestra complicada situación. Para ello no hay nada mejor que leer libros de historia, porque así nos daremos cuenta de que pese a nuestras actuales desgracias, vivimos en la mejor época que haya conocido la humanidad, al menos en esta parte del planeta. Y, sin ponernos trágicos, de paso recuerden las palabras de Hegel: “la historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco”.