La industria de la automoción, tan vital para una región como Castilla y León donde sus 5 empresas más grandes pertenecen a este sector, se enfrenta a su mayor reto desde que en los albores del siglo XX un tal Henry Ford fue capaz de producir automóviles en serie a bajo coste para un público masivo al verse afectada por numerosos desafíos tecnológicos y drásticos cambios en la demanda.
Sus nuevos frentes abiertos abarcan cometidos como implantar motores más limpios y ecológicos, con la irrupción de los propulsores eléctricos e híbridos como alternativas más consolidadas a corto plazo; el desarrollo de coches autónomos, con el agravante de que la innovación en este campo está siendo liderada por corporaciones ajenas al negocio, como Google o Apple; la irrupción de nuevas marcas con un gran tirón comercial como Tesla por su imagen tecnológica; la permanente conectividad de los modelos con un entorno dominado por el Internet de las Cosas, los smartphones y las redes sociales -recuerdo que recientemente un alto ejecutivo del Grupo Antolín dijo que el coche del futuro será como una tableta con ruedas-; y el cambio de mentalidad de una parte de los consumidores motivado por el progresivo dominio de las plataformas de la economía colaborativa, quienes ya no considerarán a los vehículos como un producto para adquirir, sino como un servicio.
Sobre este último aspecto, José Vicente de los Mozos, presidente de Renault España y director de Fabricaciones y Logística de la marca del rombo a nivel mundial, recalcó recientemente en Valladolid que el cliente “ya no quiere coches, sino movilidad”.
En cierto modo, la automoción está atravesando una profunda revolución similar a la experimentada por los medios de comunicación, sobre todo la prensa escrita, que en muy poco tiempo vio cómo los lectores pasaron a informarse a través de los móviles y la tabletas y sustituyeron los periódicos por las redes sociales como fuente de información, además del progresivo trasvase de la publicidad a Internet.
Ante este enorme desafío, la industria automovilística está respondiendo con más inversión en innovación, alianzas con socios tecnológicos de referencia y la entrada en el accionariado de plataformas para compartir coches o trayectos.
Del acierto de esta estrategia dependerá la supervivencia de muchas marcas automovilísticas, que pueden ver cómo el mercado les da la espalda o son absorbidas por compañías tecnológicas ajenas al negocio, tal como pasó, y mantengo la similitud con los medios de comunicación, con The Washington Post cuando en 2013 fue comprado por Jeff Bezos, fundador de Amazon. No se puede descartar una operación de este tipo en un sector que ha visto a un recién llegado como Tesla convertirse durante unas jornadas en la primera marca de vehículos por capitalización bursátil en EE UU, pese a que no ha registrado beneficio en ningún ejercicio y con una producción muy inferior a los fabricantes tradicionales.
Debido al peso de esta industria en nuestra región, habrá que estar atentos a esta radical transformación que afecta no sólo a los constructores de coches, sino a la industria auxiliar, a la formación de los trabajadores, a la legislación laboral y a todo el amplio abanico de empresas que dan servicio a la automoción.
El desarrollo económico de Castilla y León se juega mucho en este reto tan inquietante como apasionante. De los Mozos, que conoce esta industria como pocos ya que al año realiza unas 100 visitas a las fábricas del Grupo Renault repartidas por el mundo, lo dejó muy claro en Valladolid con su estilo directo y contundente que no deja lugar a dudas: “la industria del automóvil cambiará en los próximos 5 años más que en los últimos 20”.