El libro que leerán las próximas generaciones

Por: Alberto Cagigas
enlaorilla
Portada del libro ‘En la orilla’, de Rafael Chirbes.

Cuando dentro de unas décadas, o tal vez siglos, las futuras generaciones que quieran saber cómo era la sociedad española en el período previo y posterior a la gran crisis de 2007 leerán sin lugar a dudas En la orilla, de Rafael Chirbes, tal como hacemos nosotros ahora, que para conocer la España de los siglos XVI y XVII nos deleitamos con los libros de nuestros grandes escritores clásicos.

Creánme, la comparación no es exagerada. Chirbes logra reflejar con maestría literaria los sueños rotos de un país como el nuestro que se comportó con la prepotencia de un desmemoriado nuevo rico en la época de bonanza y que después de la crisis dejó una turba de almas frustradas. El escritor valenciano crea una galería de personajes a los que cualquiera de nosotros puede encontrar su alter ego en nuestra vida cotidiana: hombres de negocio sin escrúpulos, aspirantes a millonarios que se arruinan al especular, bon vivants, jóvenes con su incipiente carrera profesional amputada, trabajadores a punto de jubilarse que son echados a la calle, familias hipotecadas, emigrantes explotados, hogares rotos por la codicia, paisajes destruidos por el señuelo de las plusvalías rápidas, pueblos arruinados, proyectos inviables sostenidos sólo por un imaginario lucro, … ¿Y qué queda después de la resaca? Una sociedad hundida con muchas cuentas pendientes, tanto económicas como morales, donde el rencor de los imprudentes impregna el aire.

Sociedad desengañada

No les voy a desvelar el argumento de la obra, que es lo de menos, porque la habilidad de Chirbes radica en escribir frases que plasman el sentir de una sociedad desengañada: “como el pescado, como los cuerpos, las ilusiones mueren y apestan después de muertas y emponzoñan el entorno”. Y pese a que ya a finales de 2007 veíamos venir la debacle, nos engañábamos pensando que iba a pasar sin detenerse en nuestra puerta: “no hay que menospreciar la dosis de energía que se necesita para contarse uno mismo una mentira y para mantenerse en ella”.

Quienes antes nadaban en la abundancia o familias acomodadas, de repente descubrieron una verdad que viaja con el hombre desde el principio de los tiempos: “sólo cuando estás en la ruina descubres que hay que comer todos los días, fíjate que bobada”. Chirbes, a través de los monólogos de sus atormentados personajes, también retuerce las máximas que hasta ahora permanecían imperecederas: “decía el filósofo: yo soy yo y mis circunstancias… Pues hazte a la idea de que yo es el dinero que te permite financiar las circunstancias; si falta el dinero, te quedas tú con tu yo vacío, mero cascarón sin circunstancia que valga”. O esta otra: “nunca se te ocurre pensar que las cosas no son eternas y pueden cambiar de un día para otro. Cómo se te va a ocurrir que tu infierno pueda ser quedarte fuera de la maldición de Yahvé, en un lugar que está en el exterior de las páginas del libro de anotaciones de pedidos, del bloc de albaranes, lejos de las máquinas y las herramientas y que es inversa a la expresión contemporánea de la maldición bíblica: no podrás ganarte el pan con el sudor de tu frente”.

Legión de hombres herramienta

Su visión sobre la caída del comunismo en Europa es tan sorprendente como certera y en parte explica porqué se tambalea el Estado de Bienestar en la Europa occidental: “400 millones de lobos convertidos en mano de obra a precio de saldo. Eso ha cambiado de arriba a abajo la economía mundial. La crisis que vivimos no es más que el ajuste definitivo de esa nueva legión de hombres herramienta en busca de propietario que los ponga a producir”.

Chirbes también plasma cómo ha cambiando el concepto de las relaciones laborales entre trabajadores y empresas: “… a ésos antes los llamaban obreros fieles, empleados modélicos, y les daban una medalla de oro alemán el día que se jubilaban: 50 años en la misma empresa, cinta al cuello y medalla al pecho. Pues vaya mérito. Un vago que ha pegado el culo a la misma silla durante 50 años, o los codos a la misma máquina. Ahora se premia la movilidad. La fidelidad se considera desgana, falta de espíritu; se valora que traiciones a tus sucesivos jefes y que cada traición te reporte mejoras económicas y ascenso laboral”.

Derroche de la naturaleza

Otra sentencia muy acertada para un país que carece de un plan estratégico de qué quiere ser (hoy reindustrializarnos, ayer ser potencia turística, antes de ayer ser un referente mundial en energías renovables, más atrás apostar por el negocio del idioma): “si no sabes a dónde vas, ningún camino es bueno”.

Y por último, para no abusar de tu paciencia porque podría seguir reproduciendo cientos de frases de En la orilla“la vida humana es el mayor derroche económico de la naturaleza: cuando parece que podrías empezar a sacarle provecho a lo que sabes, te mueres, y los que vienen detrás vuelven a empezar de cero”. Y por eso se repiten las guerras, las tiranías, las crisis.

Como ven, la literatura explica mejor que cientos de ensayos esta sociedad herida.

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