Un año más, Castilla y León Económica les ofrece el Ranking de las Mayores Empresas de nuestra región, un producto editorial pionero que allá por 1997 empezó aportando los datos de 675 negocios y que en la actualidad plasma un total de 5.000 sociedades mercantiles y cooperativas. Cuando repaso el listado, les confieso que desde 2007 se me asemeja a las páginas de esquelas de un periódico por el elevado número de difuntos, es decir, de empresas que han desaparecido.
Las cifras son muy frías y uno puede afirmar, por ejemplo, que en los dos últimos ejercicios se han destruido más de 2.600 empresas en Castilla y León. Usted observa el dato, deduce que es elevadísimo para una región como la nuestra con un endémico déficit de dinamismo empresarial, por lo que intuye que se tardará mucho en recuperar ese volumen de negocios, y pasa de página -o de pantalla si lee esta opinión en una tableta o en un smartphone-. Pero detrás de esas 2.600 empresas cerradas se esconden otros tantos sueños rotos, familias arruinadas, trabajadores despedidos, carreras profesionales truncadas y el vértigo de enfrentarse a una palabra maldita, como es la de fracaso, en este país propenso a estigmatizar al débil.
Y no les escribo desde la teoría, sino desde el conocimiento de muchos de esos dramas porque a lo largo de estos 17 años he tenido relación personal con algunos de esos empresarios que no han podido aguantar el duro y largo invierno de una crisis que muchos quieran dar por superada, pero que en sus últimos estertores aún se llevará a unos cuantos por delante. Todos los que han cesado la actividad empresarial tienen un denominador común: lo intentaron con todas sus fuerzas hasta el último aliento, pero al final fueron vencidos por la inexorable fuerza de un mercado en contracción.
Grandes y pequeños
La ley de la oferta y la demanda no distingue entre grandes y pequeños, entre empresarios anónimos y otros con proyección social, entre timoratos y atrevidos, entre legos y cultos. Al final, si aplicas una estrategia errónea o estás en el sector equivocado en el peor momento, tienes que cerrar las puertas del negocio.
Y así he conocido a grandes empresarios con compañías internacionalizadas que por asumir riesgos en el extranjero y no vigilar los de España se han visto sacados del mercado; constructores con una expansión geográfica agresiva y un crecimiento galopante que no intuyeron el desplome de la demanda de viviendas, ni el cierre del grifo de una financiación a la que antes accedían a raudales, ni los recortes en las obras públicas; firmas tecnológicas que no pudieron aguantar la drástica caída de la inversión de las empresas en este área; grupos con una diversificación errónea precisamente en los sectores que luego serían sacudidos por la crisis; proveedores que no soportaron los reiterados impagos de sus clientes; veteranos hombres de negocios que vieron cómo en el otoño de su existencia se desplomaba toda la obra de su vida; sagas empresariales arruinadas por la mala gestión de la siguiente generación en una coyuntura adversa; empresarios hechos a sí mismos y obligados a malvender, con lágrimas en los ojos, su empresa a la competencia; voluntariosos emprendedores que acometieron inversiones en atractivas sedes y cuya carga financiera para acometer la obra se les ha llevado por delante; o sociedades con inversiones ruinosas en sectores emergentes, pero regulados en un país con una seguridad jurídica muy laxa.
El Ranking de las 5.000 Mayores Empresas de Castilla y León es una herramienta imprescindible para conocer el tejido empresarial de nuestra comunidad autónoma, pero para mí, desde 2007, las ausencias constituyen una funesta necrópolis que no deja de crecer año tras año.
Magnífica entrada Alberto, con mucho más poso del que parece (al menos para mí). A mí me ha hecho recordar eso de “espera lo mejor (y haz por ello) y (me gusta más que el “pero”) preparate para lo peor”.
Gracias por hacerme recordar que el hecho de que hoy te vaya bien no es sinónimo de que mañana te vaya a ir igual.
Un abrazo
Hola Félix:
Después de esta travesía del desierto desde finales de 2007, ya es hora de nos vayamos preparando ‘para lo mejor’. :-))
Las conversaciones que a veces mantengo con algunos empresarios que han tenido que cerrar sus negocios y con colegas de la profesión que se han ido al paro me sirven para ver la realidad de esa parte de la sociedad sacudida por la crisis, con sus dramas personales que son mucho más que las cifras reflejadas en la prensa.
Un abrazo y gracias por participar en este blog.
Te felicito por la brillantez del enfoque…..desde mí mausoleo.
No obstante creo en la resurrección y no espero que nadie venga a remover la lápida.
Puede nuestro país permitirse tener tanto capital empresarial en el limbo?
Podrías tratar este tema en algún ensayo futuro. Sería un magnífico tema para debatir.
Un saludo y enhorabuena.
Hola Miguel Ángel:
La respuesta es bien sencilla: un país moderno no puede permitirse tanto empresario en el limbo. Y sí, yo también creo en tu ´resurrección´. Un fuerte abrazo.
Alberto, enhorabuena por esta nueva radiografía de la actualidad, ambas de color negro lamentablemente. Asomarse al tejido empresarial de la región y echar en falta ¡2.600| tiene que dar vértigo.
El problema añadido es que no soy capaz de vislumbrar más que muy contadas razones para que haya posibilidades de invertir esta tendencia, y mira que soy optmista por naturaleza. Sería interesante conocer vuestra visión al respecto, desde el rigor que caracteriza vuestra publicación.
Un abrazo y feliz domingo
Hola:
Pues precisamente en el editorial del número de marzo de Castilla y León Económica explico que en 2014, por fin, puede consolidarse un cambio de tendencia en la economía española. Mi análisis no se basa en datos macroeconómicos, sino en la economía real ya que hay un repunte en la inversión de publicidad o en la venta de vino y de cocinas, entre otros, algo que no sucedía desde 2007. No obstante, será un crecimiento débil que puede verse afectado por conflictos internacionales.
Un abrazo y gracias por participar en este blog.