En los 2 últimos años, he tenido varias conversaciones informales con los directores territoriales de diferentes bancos con presencia en Castilla y León en las que coinciden en señalar que están viviendo un momento histórico, no por los ajustes en el sector, sino por la oportunidad de oro de repartirse más de la mitad del mercado, que es el que antes dominaban las cajas, con la ventaja de que captan los clientes más saneados y solventes y a los dudosos ni les abren una libreta.
Los datos reflejan esta profunda transformación del sistema financiero regional ya que en los últimos 6 años la banca tradicional ha aumentado en más de 6.500 millones los depósitos captados en Castilla y León, mientras que las entidades financieras antes englobadas en la CECA han perdido un volumen superior a los 3.000 millones en este epígrafe.
El dinero, que es cobarde, ha buscado el refugio de los bancos con una imagen más sólida y ha huido de las ex cajas inmersas en procesos de reestructuración, en una tendencia que en el sector se conoce como fly to quality, es decir, vuelo hacia la calidad. “Antes el cliente de las cajas era muy fiel, era un cliente cautivo casi imposible de captar por mucho que insistieras”, me señala un alto ejecutivo de un banco con fuerte implantación en nuestra comunidad autónoma, quien añade: “pero desde que estalló la crisis no dejamos de recibir visitas de aquéllos que antes casi nos negaban hasta el saludo”.
Inversión crediticia
Lo mismo ocurre con la inversión crediticia. Mientras que se ha desplomado en las antiguas cajas castellanas y leonesas, entre otras cosas porque los centros de decisión se han trasladado fuera de la región y las operaciones ya no se resuelven tomando un café con el director de la sucursal, la banca ha reducido esa partida en mucho menor medida.
Según me confiesa un directivo del sector, “tenemos posibilidad de abrir más el grifo, pero aún falta demanda solvente y un mayor desapalancamiento de las empresas”. Eso y que tiene menos riesgo comprar deuda pública en un pernicioso fenómeno donde el sector público compite con ventaja contra el privado. Además, los bancos se permiten seleccionar ahora las mejores operaciones de préstamo, dejando los marrones a las antiguas cajas.
Este progresivo trasvase del negocio de las antiguas cajas a los bancos también se refleja en la red comercial pues el ajuste ha sido muchísimo más duro en las entidades de ahorro al cerrar casi 400 oficinas en nuestra región desde el año 2007, mientras que la banca sólo ha reducido cerca de cien sucursales.
“Nuestra reestructuración ha sido poco intensa en Castilla y León porque tenemos el reto de aprovechar al máximo el hueco dejado por las cajas y eso sólo se puede hacer con una red potente en una región como Castilla y León, muy extensa y con una población dispersa”, me apunta otro director territorial de un banco, quien añade que además el sector bancario crece en nuestra región “con una morosidad muy contenida, que nada tiene que ver con la que se registra en otras partes de España”.
Cambio de estrategia
Para abordar la otra mitad del mercado financiero, los bancos han cambiado progresivamente su estrategia al aplicar la máxima piensa global, actúa local. Sus estructuras y su toma de decisiones cada vez están más apegadas al terreno, en una clara apuesta por vincular la marca con el territorio regional. Saben que ahora hay que luchar por hacerse ver como una entidad de la zona, ligada al mercado local.
Y eso se nota, por ejemplo, en la nutrida representación de banqueros que asiste a cualquier acto empresarial organizado en Castilla y León.
Otro directivo bancario me confiesa que con una economía plana como la actual, “Castilla y León es un mercado muy atractivo porque sigue siendo una región ahorradora y la gente es seria a la hora de cumplir con sus pagos. Con unas ex cajas replegadas, hay que aprovechar cuanto antes el momento”. Y vaya si lo están haciendo.
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