Si les soy sincero, a principios de año no daba ni un duro (perdón, euro) por la permanencia de las multinacionales de la industria automovilística en Castilla y León, en las que hay que recordar que los centros de decisión se ubican fuera de España. Póngase en su caso. Imagínese que usted, querido lector, es el presidente de una gran corporación que tiene que tomar la decisión de invertir cientos de millones en su nuevo plan industrial. Siéntese cómodo en su despacho de París, Turín o Tokio, observe el mapamundi salpicado de puntitos que señalan la presencia fabril de su gran empresa y detenga su mirada en la piel de toro, cuya carta de presentación no es, precisamente, la mejor:
– Tiene una ubicación periférica en Europa, alejada de los Estados con mayor número de matriculaciones, por lo que hay que asumir elevados costes para transportar los vehículos.
– Su mercado interno se ha desplomado y ha dejado de ser atractivo para fabricar coches o furgonetas ya que ese país (el nuestro) apenas puede absorber la producción de las factorías, que para sobrevivir deberán exportar un elevadísimo número de unidades.
– El consumo está por los suelos ante la elevadísima tasa de paro -aquí mejor que no se detenga a mirar con detalle las cifras de desempleo, para evitar sofocos-.
– La financiación externa sigue muy restringida.
– Hay una seria amenaza institucional por las demandas independentistas de catalanes y vascos.
– Las previsiones sobre la evolución de su economía son nefastas (-1,3% en 2013).
– Las administraciones públicas han reducido al máximo sus inversiones con el objetivo de aligerar un déficit desbocado.
– La seguridad jurídica en el ámbito empresarial deja mucho que desear.
Tras este análisis, usted, como máximo directivo de una empresa que debe rendir cuentas a unos accionistas muy exigentes, se lo pensará dos veces antes de elegir España como destino de sus millonarias inversiones. Sin embargo, en el último año, Nissan (100 millones), Iveco (110 millones) y Renault (varios cientos de millones) han seguido apostando por las factorías ubicadas en Castilla y León. Con esas circunstancias, tienen doble mérito quienes han conseguido esos hitos.
Los casos de Renault e Iveco
Conozco más de cerca los casos de Renault e Iveco, donde sus presidentes han peleado para atraer unas inversiones que, de no haberse logrado, nos habrían dejado con una industria moribunda y con la sentencia de muerte encima de la mesa. José Vicente de los Mozos, aunque nacido en Sao Paulo, pasó su infancia en Valladolid, por lo que tiene una relación muy estrecha con nuestra tierra, entre otras cosas porque empezó su carrera profesional en la factoría de Valladolid. Recuerdo que en 2008 le entrevisté en la Cámara de Comercio de Valladolid siendo vicepresidente europeo de las Operaciones Industriales de Nissan en España. En aquel entonces estaba en todas las quinielas para ser el nuevo presidente de Renault España, pero sorprendentemente acabó como director general de Automoción en Ficosa, donde sólo estuvo un año pues luego volvió a Renault como director de Fabricaciones de Carrocería Montaje del grupo y a principios de 2012 fue designado presidente director general de Renault España. Un nombramiento muy acertado, sobre todo para los futuros intereses de Castilla y León. Por su parte, Jaime Revilla, presidente y consejero delegado de Iveco España desde 2011, es un barcelonés que se siente ciudadano del mundo. Utilizó su experiencia como miembro del Consejo de Dirección del Grupo Iveco a nivel mundial para vender el atractivo de nuestro país con el objetivo de captar un plan de inversión por 500 millones cuando España no tenía las mejores papeletas por la crítica situación de nuestra economía. Y lo consiguió.
Aparte de los méritos personales de los máximos ejecutivos de esas multinacionales en nuestro país, hay mucho más: a lo largo de estos años esas factorías se han situado entre las más productivas y eficientes del mundo gracias a su excelente gestión; sus trabajadores y centrales sindicales han sabido estar a la altura de las circunstancias al reducir sus exigencias conscientes de que debían de competir contra otras plantas de Europa y del norte de África; y los políticos, por lo que se ve, esta no vez no han molestado, sino que han ayudado.
En estos tiempos de penuria, esas inversiones generarán empleo, dinamizarán la industria auxiliar, cortarán en parte el reciente fenómeno de la emigración, devolverán cierta alegría al comercio en las ciudades donde viven sus trabajadores y mantendrán la actividad del sector industrial en una economía que volvía a tiempos pasados por su dependencia de la siempre incontrolable producción agrícola. Por eso, hay que recibir estas noticias como berlanguianos personajes: “¡¡multinacionales, os recibimos con alegría!!”.
Perdona por el comentario Alberto, pero creo que el titular más correcto sería “Hoy me siento Quijote”.
Siempre pensando que lo de fuera siempre es mejor que lo de aquí.
Se demuestra que piensan de forma más objetiva las personas y empresas de fuera, que valoran la eficiencia, responsabilidad y compromiso de los trabajadores e industrias locales, que las propias personas y empresas locales.
Se necesita “no tener abuela” y mirar más por lo propio.
Hola:
En ningún momento digo que lo de fuera sea mejor, ni mucho menos. Los empresarios de Castilla y León tienen un gran mérito por desarrollar su actividad en una tierra como ésta y en la actual coyuntura. Sobre este tema ya he escrito en otros post de mi blog.
En esta ocasión, quiero poner en valor la gestión de unos ejecutivos y la entrega de unos trabajadores que gracias a su eficacia han sido capaces de traer inversiones a un país ‘apestado’ en estos momentos. Aquí no hay ‘abuelas’ como sugieres, sino dedicación, esfuerzo y una competitividad que les sitúa entre los mejores del mundo dentro de sus grupos industriales.
Un abrazo y gracias por participar en este blog