La crisis ha despertado nuestros instintos más bajos, nuestras vísceras sustituyen al cerebro y así nos va. Se dice que los políticos son unos corruptos que sólo quieren trincar del erario público, los empresarios son unos explotadores que desean volver al capitalismo manchesteriano, los trabajadores son unos absentistas profesionales, los funcionarios son unos vagos redomados, los parados no quieren trabajar y los bancos son unos ladrones. Mensajes como éstos impregnan todos los días la prensa, radio, televisión y redes sociales, hasta que al final muchos se lo acaban de creer.
¿Qué ha ocurrido para esta guerra dialéctica de todos contra todos? Pues que la crisis ha removido estructuras, derechos, coberturas, garantías y comodidades que antes parecían un derecho natural; y eso se acabó. Para superar la actual situación, todos tenemos que hacer sacrificios: los políticos han visto reducidos sus ingresos y han pasado de gestionar planes de inversión a recortar servicios y eso es algo que a nadie le gusta; los empresarios han perdido por el camino a miles de compañeros que tuvieron que cerrar sus negocios; los empleados han visto cómo aumentaba su carga de trabajo por el recorte de las plantillas y han sufrido una modificación de sus derechos laborales; los funcionarios han reducido su nivel de ingresos e incrementado su horario; los parados no consiguen acceder al mercado laboral por muchos currículums que envíen; y los bancos han registrado fuertes caídas en sus plusvalías. En la actual coyuntura, nadie se salva.
País encabronado
Sobre las causas de por qué hemos llegado hasta aquí, ya hay suficiente literatura escrita. Ahora lo que hace falta es cambiar de arriba a abajo un modelo económico y unas condiciones que hacen de España un país poco competitivo, estancado y, si se me permite la expresión, encabronado. Lo que hacíamos hasta ahora y cómo lo hacíamos ya no nos vale. Sí, sirvió en el pasado, cuando crecíamos por encima del 3%, pero ahora ese sistema no funciona. Y para volver a recuperar dinamismo hay que remover estructuras que antes parecían intocables. Para ello, es necesario asumir que todos tenemos que ceder una parte de nuestros privilegios con el fin de recuperar la senda del crecimiento. Es duro, pero no hay otra salida.
Si seguimos enfrascados en discusiones cainitas y demagógicas, nos hundiremos más en el fondo de una crisis que es de arenas movedizas. No quiero caer en el buenismo, pero me parece muy arriesgado estimular los instintos animales ante el desafío que tenemos delante. Debemos evitar revivir el cuadro Duelo a garrotazos, del universal Goya.
Un artículo muy acertado, felicidades. Coincido en que hay que tener cuidad con la búsqueda de culpables y centrarse en lo importante.
Hola Antonio:
Con tanto griterío, nos distraemos de las causas y posibles soluciones para salir adelante. Gracias por tu comentario.
lamentablemente, mientras suenan los garrotazos, alguien sigue sacando provecho del ruido….seguimos necesitando ver luz al final para entebnder por qué se ponen de acuerdo tan rápido para mantener los supersueldos a los EX—–aunque nos hayan dejado en bancarrota. (y este acuerdo no ha sido a garrotazos precisamente)
ISABEL
Hola Isabel:
Ya lo dice el refrán español, ‘A río revuelto, ganancia de pescadores’.
Un abrazo.
Como nadie de acuerda de Santa Bárbara hasta que suena, y como al perro flaco todo se le vuelven pulgas, ahora vemos con más claridad la enorme caradura de los políticos en conservar sus prebendas, el altísimo absentismo laboral sin más justificación que no querer trabajar y el ansia desmesurada de los bancos por cobrar hasta por respirar. Dejo fuera de la crítica a los empresarios que constantemente reinvierten sus beneficios en sus empresas y a los trabajadores responsables que hacen que su producción sea lo más rentable posible.
Hola Jesús:
Pues con esas escasas mimbres tendremos que salir de la crisis.
Gracias por tu comentario y un abrazo.