Fui a ver El fantasma de la ópera en el Majestic de Broadway un jueves a las 14,00 horas (sí, han leído bien el horario), por lo que pensaba que me iba a encontrar un palco semivacío donde los más mayores aprovecharían el calor de la sala para echar una cabezadita en el frío invierno neoyorkino. Total, el musical llevaba representándose desde 1988 y ya había sido visto por más de 80 millones de personas. Para mi sorpresa, el teatro estaba lleno hasta la bandera y el público no lloraba por los bostezos, sino por la imposible historia de amor de sus protagonistas y la apabullante puesta en escena. Como un niño, me creí todos los efectos especiales capaces de transmitir un mundo mágico y onírico. Que yo sepa, este musical no cuenta con ninguna subvención pública porque en EE UU no existe un Ministerio de Cultura. En Broadway, las producciones necesitan de millonarias inversiones, y si no funcionan al poco tiempo, se quitan del cartel sin mayores contemplaciones (que se lo digan a Pedro Almodóvar, donde la adaptación de Mujeres al borde de un ataque de nervios sólo duró 69 representaciones). Al día siguiente, me acerqué al Metropolitano y les puedo asegurar que pocas veces he disfrutado más en un museo. “Qué tíos éstos”, pensé, “no tienen grandes pintores ni un patrimonio histórico, pero poseen uno de los espacios culturales más atractivos del mundo”. Eso sí, a base de cheques y ciertos expolios, pero ningún país desarrollado puede criticarlos porque todos hemos hecho lo mismo, menos Japón. Por cierto, la reja de la nave mayor de la Catedral de Valladolid se encuentra allí, junto a otras obras españolas. Este museo no recibe ni un duro del Ministerio de Cultura de EE UU, porque entre otras cosas no existe, y su gestión es privada.
¿Es, por lo tanto, necesario tener un Ministerio de Cultura o una Consejería del ramo? Ya sé que muchos me acusarán de oportunista porque el Departamento de Ángeles González-Sinde no pasa por su mejor momento desde que sacara adelante una fallida ley bautizada con su apellido para evitar las descargas ilegales en Internet, pero quiero ir más allá y reflexionar sobre si necesitamos de verdad un ejército de políticos y funcionarios para gestionar la cultura. Pues sinceramente, creo que no, y menos en una coyuntura como la actual, donde hay fuertes recortes en otras áreas. Si por mí fuera, los 789 millones de euros del presupuesto del Ministerio de Cultura los destinaría para las inversiones en obras públicas congeladas por el Estado, porque ese dinero sí generaría empleo, riqueza y ayudaría a aumentar la competitividad de nuestro país. Y lo mismo haría con los más de 68 millones de euros que la Junta destinará en 2011 al capítulo denominado Promoción y difusión cultural y de las artes.
¿Qué es cultura?
Porque, ¿quién decide lo que es cultura y no?, ¿quién prioriza una exposición sobre otra?, ¿quién elige a los artistas subvencionables?, ¿el político, sus asesores, la camarilla de artistas que revolotean al calor del poder?, ¿en calidad de qué? ¿por qué se apoyan con fondos públicos unas películas en vez de otras? El ámbito cultural es perverso, porque los creadores están más atentos a cazar ayudas que a brillar por sus obras y se elimina la competencia al favorecer a unos artistas sobre otros, aunque sean peores. Si la cultura es al fin y al cabo un negocio, tal como está concebida hoy en día, entonces debe atenerse a las reglas del mercado, y no de la mamandurria. No discuto que se trata de un industria con un gran potencial en España, pero como tal debe ser regida por criterios como eficiencia, productividad y rentabilidad (económica y social) de las inversiones. A los culturetas sólo les oímos hablar de subvenciones y apoyos públicos, pero nunca de resultados. Bueno, a excepción del cine español, que tiene la valentía de explicar todos los años el raquítico número de espectadores que ve sus películas.
Muchos argumentan que de esta forma se garantiza el acceso a la cultura por parte del pueblo. ¿Pero le han preguntado al pueblo qué cultura quiere?, ¿o si en la actualidad prefiere mantener el subsidio por desempleo en vez de un abono al teatro? No sé ustedes, pero cuando voy a una obra teatral o a un concierto patrocinado por una institución pública, tengo la sensación de que sólo cuatro pardillos hemos comprado las entradas y que los demás van gratis por la cara, eso sí, con nuestros impuestos, claro. Curiosamente, las primeras filas siempre están ocupadas por políticos y adláteres; al vulgo nos dejan un poco más atrás, para que tengamos una mejor perspectiva de la cultura.
Muchos pensarán que sin esas ayudas, los creadores se morirán de hambre. No estoy tan seguro; además siempre se dice que los períodos de crisis son los más óptimos para la creación artística, como pasó con el Siglo de Oro español, que todavía no ha sido superado; y no les quiero recordar cómo murieron pintores como Van Goh o Gauguin. Porque, en el arte ¿de qué estamos hablando, de pasar a la inmortalidad o de llenar los bolsillos con dádivas públicas a costa de los impuestos de los contribuyentes?
Hola Alberto;
Un excelente artículo sobre lo que algunos llaman cultura.Haré difusión de él ya que merece la pena.
Un saludo
Hola Alfredo:
Muchas gracias por tu valoración y por la difusión de un texto que seguro que no sentará nada bien en ciertos círculos.
Saludos.
Hola Alberto. Un artículo atrevido, osado. Alguno puede que te quite la palabra, pero realista. Subvencionar cultura sí, la necesaria y n determinados casos. Subvencionar negocios de otros no.
FELICIDADES
Muchas gracias por tu valoración.
Saludos.
Hola Alberto,
Buen artículo, sí señor. Pero puesto a no quedar bien con ciertos círculos, por qué no ahondas un poquito más en lo que tenemos aquí, en casa, en CyL; de los infames “gurruños” de colorines titanlux de notables tamaños y escasos méritos pagados a precio de obra de arte que salpican espacios públicos y lugares oficiales, de exposiciones y publicaciones de autotitulados artistas que solo exponen y publican con el dinero de todos; de fundaciones que manejan copiosos presupuestos para la financiación de quien sabe qué intereses… O, por otra parte, de la legión de artistas auténticos de nuestra región, que nunca verán sus obras expuestas o publicadas en su tierra, porque el poder ya ha gastado su presupuesto de “cultura” en los de siempre. Artistas que a veces, ni ellos saben que lo son, porque no han podido medirse enseñando su obra ante el público, que es quien debería dar el título de “artista” a quien lo merezca.
Anda, Alberto, dale otra vuelta…
Buenos días, David:
Todo un reto intentar analizar las obras y artistas subvencionados en Castilla y León, teniendo en cuenta que hay 2.248 ayuntamientos, nueve diputaciones, la Junta y varias fundaciones públicas.
Gracias por tu comentario.
REALMENTE me ha impactado tu artículo, cuando porpones la supresion del ministerio y supongo que de las 17 consejerias de cultura. No sé si estoy de acuerdo del todo, pero en lo que si coincido plenamente es que si se ayuda al arte alguien debería decidir qué manofestaciones artísticas han de subvencionarse y cuales no. Me pone enferma ver siempre a los mismos actores y artistas de la progresía nacional exigiendo mayoes libertades de expresión, mientras se siguen nutriendo de nuestros impuestos, y usando los espacios publicos como los informativos de la TV pública. Mientras tanto, que no se le ocurra a nadie que no comulgue con el partido gobernante sacar la cabeza …….porque se la cortan acusandole de retro…..
Por cierto, puestos a eliminar, qué tal si analizamos la necesidad de ministerios y consejerias y observatorios varios que defienden la legitim,idad de las “miembras”?
ISABEL
Hola, Isabel.
Efectivamente, esta época de crisis es ideal para analizar cómo se gasta el dinero público en muchas áreas que tienen una más que dudosa utilidad para la sociedad.
Saludos.
Estoy totalmente de acuerdo contigo Alberto.
Creo que las subvenciones son para personas poco creativas e incapaces de salir a flote con su ingenio y su esfuerzo.
Hola Verónica.
Muchas gracias por tu comentario.
Saludos.
Bueno, bueno, lo que hay que oir…los artistas de este pais se forran…a costa de todos nosotros (artistas y no artistas). Es necesario saber de un modo claro y transparente a donde va la pasta. Estamos en un pais de “mamones” en todos los ordenes. Mister barcelo cobra 6 millones de euros por la cúpula y ¿cuanto cobran las grandes constructoras de este pais por esos megamuseos?. El dinero de la cultura casi nunca va a parar a los artistas y a los productores “primarios”. Como los agricultores, estos solo reciben porcentajes infimos del total que mueve el negocio. El dinero que la cultura destina en sus presupuestos al arte se va en pagar los inmuebles, en burocracia: directores, conservadores, bibliotecas, mantenimiento, comisariado, en montajes de exposiciones (en los que hay que pagar a las empresas de montaje, pladur, luces, portes…), en publicaciones: (diseño, imprenta y distribución) de todo el dinero, solo una cantidad muy, muy pequeña y no siempre, va destinada a los artistas. Aquí, en este sector hay mucha gente que trabaja gratis o casi, incluso entre artistas enchufados, vendidos, famosos…
Un problema es que la tajada, el oropel y la difusión va a parar casi siempre a los mismos, ellos se llevan la mayor parte de lo poco, poco, que hay…
El otro problema es la falta de cultura, de sensibilidad, de interes…el arte de verdad, para el que es necesario el esfuerzo, el estudio y la investigación interesa a muy pocos.
Hola, artista mosqueado.
No me extraña que estés mosqueado, porque como muy bien denuncias, un alto porcentaje del presupuesto destinado a los artistas se queda por el camino y apenas llega al destinatario final: el creador.
Saludos.
Querido Alberto, muy buena tu reflexión. Estoy convencido de que a menos subvenciones, mejores producciones. Si a muchos “artsitas” se lo ponen fácil con las subvenciones es lógico que no se esfuercen en hacer cosas brillantes, para qué si es que se lo dan sin más….En cuanto esto acabase, veríamos muchísimas cosas mejores y de calidad. El mercado debería ser la única “subvención” que debiese existir.
Hola, Eduardo:
Cualquier actividad regada de subvenciones corre el peligro de cercenar la iniciativa, la imaginación y el esfuerzo. En esos casos, la gente está más pendiente del boletín oficial que de ganarse el mercado.
Un abrazo.
Querido Alberto.
Muy interesante tu artículo, y muy provocador, pero como casi siempre pasa con los planteamientos radicales te dejas fuera algunos aspectos de la realidad:
¿Quién pagaba a Velázquez?, ¿y a Goya?
¿Quién pagó todos los cuadros que hay en el Museo de El Prado?
¿Quién promovió la construcción de todas nuestras catedrales, la mayoría de los monasterios o el acueducto de Segovia?
Los poderes públicos. La cultura siempre ha brillado al amparo del poder.
(De todos modos, si de mí dependiese, yo también cerraría el Ministerio de Cultura, je, je)
Un abrazo.
JM Nieto
Hola, José María:
Eran otros tiempos en los que sólo el Estado , la Iglesia o la aristocracia podía sufragar esos monumentos y obras con un dinero que, cómo no, salía del pueblo. Si ahora hablamos de la industria de la cultura o de la industrialización del arte, ¿por qué no se empiezan a regir por los criterios del libre mercado? Tenemos un país con prioridades mucho más urgentes que subvencionar a artistas de dudosa valía y de los que nadie se acordará dentro de 50 años.
Por cierto, ¿qué opina sobre este tema ‘Isidora, la Rata Emprendedora’?
Un abrazo y gracias por participar en este blog.