La ubicación y el amplio espacio de sus habitaciones son los aspectos más sobresalientes de este hotel de cuatro estrellas, que por lo demás deja bastante que desear. Tanto sus zonas comunes como las estancias, incluidos los baños, necesitan una remodelación a fondo para adecuarse a los tiempos, porque su decoración parece haberse quedado instalada en los años 80.
Sin embargo, sólo por las vistas que se cuelan por las enormes terrazas de las habitaciones, este establecimiento merece la pena. Volcado sobre el mar Jónico en el pequeño municipio de Capomulini, próximo a Catania, la panorámica es preciosa, con vistas tanto al pequeño puerto pesquero entre grandes piedras volcánicas y el majestuoso cráter del Etna siempre coronado por nieves perpetuas.
Su ubicación, próximo a la autovía que recorre la costa este de Sicilia, permite visitar en cortos viajes -aspecto a tener en cuenta dado la orografía de la isla y la forma de conducir de los autóctonos- las ciudades de Catania, Siracusa y Taormina. El hotel también cuenta con una gran piscina, apreciada en el verano, dado que la localidad carece de playa. El desayuno, muy pobre.