Nada más atravesar el umbral del restaurante Anselmo, dos grandes acuarios muestran un anticipo de las delicias marinas que se pueden saborear como langostas y bogavantes. Muy próximo, un amplio mostrador ofrece salmonetes, jargos, lubinas, cigalas, mejillones, almejas y erizos. Frescura y variedad caracterizan una cocina apegada a la materia prima.
Sabores yodados en sus erizos, almejas y ostras crudas pueden ser un perfecto aperitivo para seguir con un soberbio Carpaccio de peces del día sobre la base de naranjas sanguinas dentro del capítulo de los antipasti, que ofrece también abundante marisco cocido. Sublimes las distintas elaboraciones de pasta fresca, con alcachofas o con erizo, pero sin duda el Carttocho de linguine de fruti di mari, antológico. Los postres, correctos, desde la típica Casatta siciliana, hasta la tarta de fragolini y el tiramisú.
Uno de los grandes alicientes del restaurante Anselmo, muy próximo a Messina, es la panorámica que se observa desde sus amplios ventanales volcados sobre el estrecho de Mesina, donde los mares Jónico y Tirreno juntan sus aguas en menos de tres kilómetros que separan la isla más grande del Mediterráneo de la península itálica. La vista de la Calabria verde y abrupta es distraída por el animado tráfico de ferrys que atraviesan el estrecho.
Sus aguas tornasoladas del cobalto al turquesa trasladan al comensal a tiempos pretéritos, donde estos mares eran surcados por pueblos y culturas diversas, que enriquecieron sobremanera la gastronomía de Sicilia, en muchos aspectos parecida a la nuestra y es que no hay como estar bañados por el mismo mar y tener una historia común para compartir influencias.