Dentro de la gama de BMW, el i8 representa lo más avanzado desde el punto de vista tecnológico, aerodinámico y de diseño. Tiene un CX casi surrealista, de 0,26, con una calandra activa que se oculta en función de la carga motor demandada, y de una parte inferior de la carrocería totalmente carenada. Pero el detalle más impresionante es el recorte de la parte posterior. Por motivos de estabilidad y como no lleva un alerón extraíble, el portón está suspendido algunos centímetros sobre las aletas posteriores generando a cada lado un túnel dentro del cual el aire termina por aplastar el coche sobre el asfalto.
También revoluciona el proceso industrial pues se ha optado por construirlo en PRFC, plástico reforzado con fibras de carbono (que utiliza Airbus en sus aviones) para reducir su peso.
En la parte delantera y accionando las ruedas anteriores, va un motor eléctrico de 131 CV y 250 Nm de par. En la posterior central, va el motor de gasolina de 3 cilindros -y el cambio de 6 relaciones- que trasmite sus 231 CV a las ruedas traseras. Por tanto, los 362 CV en total se trasmiten a las 4 ruedas, pero no hay ningún sistema mecánico que una ambos trenes sino que todo está gestionado por la electrónica. Las baterías están alojadas en el túnel central y en una posición muy baja para optimizar el centro de gravedad. Se recarga mediante una toma doméstica y también se regenera en las frenadas.
Espacio interior
Se accede a bordo a través de 2 grandes puertas que pivotan hacia arriba. El acceso no es fácil pero una vez dentro hay mucho espacio y la posición de conducción es irreprochable.
Tiene otras 2 plazas traseras pequeñas, para niños, que sirven para dejar ahí nuestro equipaje pues el maletero trasero, único disponible, es muy pequeño.
En modo eléctrico podemos circular, siempre que la batería esté cargada, hasta 120 km/h. Sólo acciona las ruedas delanteras y acelera dejando atrás a más de un deportivo. En nuestra prueba hemos alcanzado una autonomía de 30 kilómetros. El modo Confort es el que más utilizaremos. El sistema gestiona el funcionamiento combinado de ambos motores, pero aquí el motor no recarga la batería y las frenadas sólo sirven para para que el nivel no baje del 25%, umbral óptimo para asegurar un funcionamiento del motor eléctrico en caso de necesidad.
En el modo Sport todo cambia. La instrumentación adquiere un tono rojo. La sonoridad del 3 cilindros se ve amplificada y podemos utilizar las levas tras el volante para el cambio manual.
Con la batería cargada y en este modo Sport a la hora de pasar de 80 a 120 km/h es más rápido que un 911 Carrera 4 PDK de 349 CV. El i8 trasmite un placer de conducción que no es el de los deportivos puros, pero sí mucho más real y práctico. Este modelo nos adelanta lo que serán los deportivos del futuro. Potente y capaz de rodar por el centro de una ciudad con 0 emisiones y en un silencio total. Con un consumo de sólo 8,1 litros de media en la prueba, incluso hemos realizado 100 kilómetros en la urbe con tan sólo 4 litros.
Santiago de Garnica