MERCEDES-BENZ SLS AMG. Alas de gaviota

motor JUnio

Andalucía es tierra de caballos y allí, en el circuito de Monteblanco (Huelva) nos esperaban 571 cv, pero no de carne y hueso, sino de vapor, los del Mercedes-Benz SLS AMG, bajo su espectacular carrocería con puertas de alas de gaviota o Flügentüren, el termino alemán utilizado por sus puertas articuladas en el techo, que se abren de abajo hacia arriba, como en el 300 SL de 1954. Sentado en el habitáculo del SLS, me estiro para agarrar esa famosa puerta y la desciendo lentamente hasta cerrarla; uno tiene la impresión de haber tocado con la punta de los dedos una parte de la historia del automóvil. Sin embargo, el interior, amplio pero de estricto biplaza, me devuelve al siglo XXI: asientos tipo baquet, cuero y carbono, instrumentación simple y de fácil lectura, o la pequeña barra de diodos que nos señala cuándo debemos cambiar de marcha si hacemos un uso manual de la caja de doble embrague y siete marchas. Una pantalla nos informa del consumo, la autonomía o la temperatura del aceite de la transmisión. La estética es actual, salvo el toque retro de las redondas salidas de aire del sistema de climatización al estilo de los años 50.

Frente a mis ojos, dos grandes esferas de color plata con las agujas en rojo. El velocímetro está graduado hasta 360 km/h, a pesar de que el coche tiene limitada electrónicamente la velocidad máxima a 317 km/h. Por encima de la instrumentación y de un largo, muy largo capó fijo mi mirada en la salida de los boxes. Primera vuelta al circuito a ritmo tranquilo. Un mando permite regular la actuación del cambio con cuatro programas: C (Controlled Efficency), S (Sport), S+ (Sport plus) y M (Manual). Cada uno de ellos afecta también a una serie de coordenadas (respuesta del acelerador, ayudas electrónicas). Elegimos la S y paulatinamente aumentamos el ritmo: el sonido del V8 atmosférico situado en posición delantera central es maravilloso, profundo en bajas y poco a poco más agudo según subimos de vueltas hasta el límite situado en las 7.500 rpm, y alcanzando lo sublime en las retenciones. Un concierto que alimenta el espíritu.

Bajo el pie tenemos 571 cv y 650 Nm de par con una curva muy plana que mueven los 1.620 kilos del SLS. Quizás no demasiados para un coche de calle actual, pero sí para uno de circuito. Sin embargo, el SLS trasmite sensación de ligereza. La clave está en su buen reparto de masas que favorece ligeramente a la parte trasera (52% frente al 48% en la delantera), con el motor en posición delantera central colocado muy bajo y la caja de cambios en el puente trasero, así como a una dirección de una precisión asombrosa y de un consistente tacto.

 

Por eso, porque es un coche de calle, llama la atención lo bien que afronta vuelta tras vuelta la conducción en circuito, algo que no siempre asumen otros deportivos. A ritmo elevado, sin llegar a los límites y siempre dejando una ligera actuación del ESP, resulta fácil de llevar. El conjunto de suspensiones, dirección y frenos muestra aquí todas sus virtudes. Los frenos de serie (con pinzas de seis bombines delante y cuatro detrás), pero aún más con los discos carbonocerámicos opcionales (13.663 euros) que montaba una de las unidades de pruebas, hacían que al final de la recta del circuito, a casi 240 km/h e iniciando la frenada en los 200 metros, sobrara espacio.

Con el SLS es la primera vez que AMG, la división de la firma de la estrella que se ocupa de los modelos de competición y de las versiones más deportivas de calle, desarrolla de principio a fin un modelo y el resultado es espectacular, no sólo a la vista, sino al volante, que es lo más importante. Para disfrutarlo hay desembolsar 201.000 euros y esperar a que el coche llegue al concesionario en un camión cerrado, como manda la tradición en el olimpo de los deportivos más puros donde no es correcto hablar de dinero, sino de sensaciones.

Santiago de Garnica

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