A Alvar de Dios se le ha considerado una joven promesa del mundo del vino, pero a él no le gustan las etiquetas, ni siquiera en los blancos y tintos que elabora, que huyen de la habitual terminología de crianzas o reservas. “Hago los vinos en los que creo. La diferencia está en el territorio y la forma de interpretarlo. Hay años que necesitan más madera y otros menos”.
Ésta es la filosofía de este viticultor zamorano que como él mismo dice, llegó al mundo del vino por casualidad y que, nada más empezar, con su primer vino, que homenajea a su abuelo, consiguió 94 puntos Parker, si bien él le resta importancia a esta circunstancia. Aunque siendo originario de la localidad zamorana de El Pego y habiendo tenido su familia siempre viñas para la elaboración de vino para consumo propio, esa casualidad lo es menos.
Viñedo familiar
Su vinculación con la viticultura da comienzo con 16 años, cuando realiza trabajos de poda y vendimia para procurarse ingresos, como tantos otros jóvenes de su entorno. “Hasta 2007 sólo me gustaba el vino que se elaboraba para casa, no el embotellado, pero entonces conocí a Fernando García, uno de los socios de Comando G. Empiezo a abrir la mente, a conocer otras denominaciones de origen, a probar otros vinos y ver otras formas de trabajar”. De Dios recuerda que la cata de su primer Borgoña “me rompió todos los esquemas”.
En 2008 comunicó a sus tíos que se quedaba con el viñedo familiar y a partir de ahí se hizo con más viñas. Alvar de Dios ya había elegido cuál iba a ser su futuro. Comenzó a formarse y en 2014 inició su aventura en solitario con una bodega alquilada en Toro (Zamora). Entre 2011 y 2013 elabora una barrica de blanco y otra de tinto por campaña de lo que denomina vinos experimentales. El resto lo dedica a realizar pruebas, a elaborar para casa o a venderlo sin etiquetar; y en 2014 comienza a comercializar toda su producción, que en esa primera añada apenas fueron 5.000 botellas.
Alvar de Dios trabaja en ecológico y biodinámico, pero mantiene su filosofía de no etiquetar. “Me gusta interpretar y ver lo que hay alrededor, pero no sigo protocolos. Soy lo más respetuoso que puedo con el medio ambiente, el entorno y el paisaje, pero porque creo en ello. Sobre la biodinámica siempre digo que antes de criticarlo, hay que probarlo. Yo lo hice y me fue bien, aunque tampoco sigo una práctica muy estricta ni me siento representante de ninguna corriente”, apunta.
La importancia de la uva
El joven enólogo, de 34 años, señala que lo importante para hacer un buen vino, “y a la vez lo más difícil, es conseguir tener buena uva”. En la actualidad elabora en Toro, “que es la zona que me toca, porque soy originario de aquí, pero no es la que más me gusta”; y Arribes del Duero, “que tiene un potencial vitivinícola increíble”. Bajo su firma salen al mercado 6 vinos divididos en 2 líneas, “con los que me siento cómodo y que considero mi límite, aunque no me cierro a nuevos proyectos”, asevera. La primera de esas líneas es la que denomina de vinos de pueblo, tipo Borgoña, en Toro y Arribes y aunque no los encasille, “serían lo más parecido a un vino joven, pero más divertidos”. Son Tío Uco, de El Pego, que es su vino de mayor producción con un máximo de 24.000 botellas por campaña, aunque varía cada añada, con uvas procedentes de mitad de viña joven y mitad de viña vieja; y Camino de los Arrieros, de Villadepera, en los Arribes zamoranos.
Vinos de parcela
La segunda línea se centra en los vinos de parcela, cada una distinta al resto, elaborados con viñedo que supera los 100 años y con producciones que varían, pero muy limitadas, que pueden alcanzar un máximo de 3.000 botellas, en función de cada vendimia. “Representan al 100% mi trabajo, mi forma de entender la viticultura”, sostiene de Dios. Son Aciano (el nombre de su abuelo) y el blanco Vagüera, de un viñedo de un pueblo al lado de El Pego, ambos en la comarca de Toro; y Yavallo, a partir de una parcela plantada con viñas que dan uvas de la variedad bastardillo chico; y Las Vidres, un monovarietal blanco de uva doña blanca, en Arribes.