“En la zona donde vivimos siempre ha existido la tradición de llevar al campo vino y agua para refrescarse durante las tareas agrarias en verano. Para que se mantuviera fresco, nuestros antepasados lo introducían en pozos de agua con los que regaban. Algunas botellas quedaban dentro de los pozos y, cuando éstos eran vaciados para su limpieza anual, aparecían botellas olvidadas o que se soltaban de las ligaduras que, según cuentan los ancianos, contenían un vino mucho más delicioso”.
Así explica Enrique Castelló, fundador de Viña Alondra, cómo se concibió el último proyecto de esta bodega abulense de la comarca de La Moraña: elaborar un crianza con vino sumergido a 20 metros de profundidad durante 10 meses en el embalse de Las Cogotas.
Es una iniciativa pionera, ya que aunque existen varias bodegas que maduran alguno de sus vinos en agua salada, es la primera vez que se realiza en agua dulce. “Las condiciones ofrecidas por el agua parecen muy positivas para el óptimo envejecimiento de algunos tipos de vino, como la temperatura y presión relativamente constantes y el hecho de que no haya movimiento del agua como en el mar, así como la inexistencia de luz y ruido”, señala Castelló.
Vino más equilibrado
Las expectativas se confirmaron cuando, el pasado 17 de septiembre, se rescataron las 250 botellas que, tras permanecer doce meses en barricas de roble francés, se sumergieron en el embalse abulense y se comprobó que el vino “resulta mucho más equilibrado en aroma y sabor y envejecerá mucho mejor en botella”, sostiene el propietario.
Viña Alondra, con sede en Langa, en la provincia de Ávila, elabora vinos de forma “natural y tradicional. En esta zona se han ido arrancando viñas para plantar otro tipo de cultivos, pero nosotros no sólo no arrancamos nuestro viñedo de garnacha de más de 70 años de antigüedad, sino que plantamos hace más de 30 años otro viñedo con muchas cepas de uva tempranillo”, explica Castelló.
Los viñedos están plantados en pie franco y separados lo suficiente para que no haya “competencia entre las cepas, en nuestra pretensión de conseguir calidad y no cantidad”. La bodega trabaja respetando los ciclos naturales de la viña, los tres hermanos realizan todas las labores de poda y vendimia, sin uso de abonos ni pesticidas, como les enseñaron sus antepasados, motivo por el cual están a punto de obtener la certificación en ecológico.
Utilizan el método de maceración carbónica con sus vinos jóvenes, mientras que con sus crianzas, trabajan de 2 maneras. Realizan una crianza especial, donde entierran los vinos en pozos cubiertos de arena a cuatro metros de profundidad, donde permanecen por espacio de seis meses para redondearlos en botella, y por primera vez este año, bajo el agua. Y una crianza convencional, en la cual el vino fermenta en barrica de roble francés y después permanece 12 meses en barricas también de roble francés.
En 2016, año que califican de excepcional, produjeron más de 13.000 botellas, de las que 4.000 fueron de joven, otras tantas de rosado y rosado de aguja, 3.000 de crianza y 2.000 de blanco.
En la presente campaña la producción se reducirá hasta las 4.000 botellas. A pesar de su escasa producción, Viña Alondra exporta a Alemania, Bélgica, México y Francia.