Dominio del Águila es una bodega singular por muchos motivos, desde su pertenencia al Consejo de Agricultura Ecológica de Castilla y León; hasta su trabajo de forma artesanal, con respeto a la naturaleza, que le lleva incluso a emplear infusiones de hierbas, como la valeriana o la mielenrama para el tratamiento de las viñas y el no clarificado ni filtrado de sus vinos, o las larguísimas crianzas en madera de éstos, que en algún caso superan los 40 meses.
El origen de esta bodega situada en La Aguilera (Burgos) y adscrita a la Denominación de Origen Ribera del Duero hay que buscarlo en la pareja formada por Jorge Monzón e Isabel Rodero, viticultor y arquitecta, respectivamente, quienes en 2010 unieron esfuerzos “para construir emociones a través del vino”. O quizá haya retrotraerse más en el tiempo, ya que ambos pertenecen a familias que hunden sus raíces en la viticultura. De hecho, Monzón y Rodero se dedicaron, durante muchos años de aprendizaje y experiencia, a recuperar viñedos familiares, hasta reunir en propiedad “un importante patrimonio de viña de muy alta calidad, verdaderos Grand Crus”, donde la tempranillo es la protagonista, en convivencia con otras variedades como blanca del país, bobal, garnacha, albillo o tempranillo gris.
Lagar tradicional
En la actualidad, Dominio del Águila cuenta con 30 hectáreas de viñas muy viejas, sobre todo en agricultura ecológica; y 5 hectáreas más “relativamente jóvenes”. En esta bodega llaman joven a cepas con menos de medio siglo. La mayoría de ellas se sitúa en La Aguilera y alrededores. Los impulsores del proyecto también pusieron “gran empeño” en recuperar y reutilizar el lagar tradicional y bodegas subterráneas donde elaboran y crían el vino y que se ubican en una ladera del pueblo, “en un lugar idóneo para este uso”.
Experiencia
Monzón procede de una familia de varias generaciones vinculadas al mundo del vino y tras estudiar en las universidades galas de Burdeos y Borgoña, trabajó en bodegas de prestigio como Arzuaga Navarro, donde fue director técnico durante nueve campañas; en el Grupo Vega Sicilia un año; y en el Domaine de la Romanee-Conti, en Francia, más de 2 años. Desde 2013 trabaja a tiempo completo en Dominio del Águila.
En su primera añada en 2010, la bodega elaboró una pequeña producción de 3.000 botellas, cifra que se ha incrementado año tras año, “aunque siempre con la premisa de hacer producciones pequeñas y muy cuidadas y en función de la calidad de la uva en cada vendimia”. La campaña de 2013 produjo más de 30.000 botellas y para la presente prevé rondar las 40.000, con una cosecha “de calidad excepcional”.
Vinos puros y finos
El objetivo de Dominio del Águila es hacer vinos “puros y finos. Ecológicos, que sean capaces de envejecer durante mucho, mucho tiempo, pero que sin embargo puedan ser disfrutados en cualquier momento. Nuestro cultivo es ecológico por convicción y nos basamos en viñas viejas y variedades autóctonas. Nosotros respetamos la viña como nuestros abuelos lo hacían. Hemos intentado recuperar la forma de vinificar anterior a la aparición de las cooperativas, incluso al estilo bordelés. Son vinos naturales a los que sólo se trata con derivados del azufre”, señalan.
La marca principal de la bodega es Dominio del Águila, que da nombre a un tinto reserva con 35 meses de crianza en cubillos de roble francés, que es como se conocía tradicionalmente en la zona a las barricas de 225 litros, en su vendimia 2010, elaborado mayoritariamente con tempranillo y algo de blanca del país, garnacha y bobal. Robert Parker concedió 95 puntos a este vino en sus últimas críticas.
Con Pícaro del Águila sacan al mercado un clarete, que en la añada de 2012 envejeció 20 meses en cubillos de roble; y un tinto con 19 meses de madera en la misma campaña. En todos los casos, la vinificación se realiza sin despalillar, con pisado en el lagar, fermentación maloláctica en cubillo y no clarificado. Además, la bodega elabora vinos de terruño con crianzas de más de 40 meses y “gran personalidad”, como Canta la perdiz y Peñas aladas.
Dado que los vinos son de guarda, el pasado mes de agosto se inició la comercialización, con apenas 5.000 botellas en el mercado. La exportación acapara en torno al 70% de las ventas. No en vano, ya están presentes en 25 países.
También cerveza
Como complemento a la bodega, Jorge Monzón e Isabel Rodero se han embarcado “en el apasionante proyecto de elaborar una cerveza artesanal, ya que aparte del vino también nos emociona la cerveza. Y con la excusa de estar en la tierra de los mil campos de cebada, nos pusimos hace ya unos cuantos años a elaborar”. El resultado es Milagritos, una cerveza ale elaborada con ingredientes “totalmente naturales, como agua de pozo, cebada malteada, que viene en parte del terruño y lúpulos locales cultivados por nosotros, sin aditivos artificiales y mediante procesos tradicionales que están muy lejos de la automatización de los grandes y medianos productores”.
Me gusta la filosofía que esta pareja transmite a través de la elaboración de sus caldos. Se capta su juventud y sus nuevas ideas buscando recuperar lo artesanal. Les auguru un futuro prometedor ya que aportan calidad y clase.