Alfredo Maestro es uno de esos bodegueros que se ha hecho a sí mismo. Sin tradición vitivinícola en la familia, pero con la cultura del vino impregnada en su ADN por sus orígenes -es natural de Peñafiel (Valladolid)-, en 1998 comenzó a estudiar libros de enología por propia iniciativa, de forma autodidacta, y empezó a colaborar con pequeños bodegueros de la zona. A la sazón trabajaba en el sector financiero y lo que surgió como una afición terminó siendo el epicentro de su vida. 2 años más tarde plantó su primera viña en Peñafiel para elaborar vino para consumo propio, que poco a poco fue vendiendo a amigos y conocidos. De forma paulatina incrementó su producción, aunque siempre ha sido pequeña, ya que en la actualidad se sitúa por debajo de las 30.000 botellas anuales de todas sus marcas.
“Entiendo la viña y el vino fuera de las normas convencionales y de la enología y la viticultura modernas que he estudiado, y eso es lo que marca mis elaboraciones y trabajos en la tierra. Lo que considero primordial es emplear exclusivamente las variedades autóctonas de cada zona, a pesar de que no estén de moda”, explica el bodeguero. Además, trabaja con pequeños majuelos con viñas muy viejas de hasta 120 años -todas las parcelas suman 9,5 hectáreas- y en bodega vinifica todo por separado (parcelas y orientaciones). Utiliza 30 pequeños depósitos para elaborar microvinificaciones y para conocer el potencial “de cada suelo, de cada zona, de cada ladera”, precisa. De hecho, cuenta con varios vinos elaborados únicamente de una parcela concreta.
Identidad del suelo
Ese respeto por la identidad de cada suelo le ha llevado a elaborar 12 vinos, desde tintos jóvenes hasta vinos de largas crianzas, pasando por caldos con un breve paso por madera y dulces naturales. “Lo que busco es que sean vinos auténticos, sin mediar productos químicos en la elaboración y lograr una mayor identidad de la uva y el suelo y dar todo el protagonismo a la fruta. La clave de todo el proceso es trabajar con una viña muy sana”, asegura.
En el campo los trabajos son “totalmente naturales y muy poco intervencionistas”, puntualiza. En la bodega, el vino se fermenta sólo con levaduras autóctonas de la propia uva de ese año “sin ningún tipo de corrección ni adición química. Trabajamos mucho con raspón siempre que la cosecha lo permita”, matiza.
Marcas del Duero
Sus marcas en la zona del Duero son Viña Almate, un joven tempranillo con un ligero paso por roble del que elabora 15.000 botellas; Tinto Castrillo de Duero, procedente de la Sierra de la Demanda burgalesa, con 12 meses de barrica y 3.000 botellas; y 46 cepas, un merlot de Peñafiel sin madera del que ven la luz apenas 1.200 unidades. “Es la uva que más me gusta”, apostilla Maestro.
También elabora Lovamor, albillo 100% que pasa una semana en contacto con los hollejos, con un millar de botellas; y La Cosa-The Thing, un vino dulce natural a partir de uvas sobremaduras que pasifica al colgarlas en redes tras su recolección. Es un moscatel de alejandría de Valtiendas (Segovia) del que salen a la venta 700 botellas de 37,5 centilitros.
Además cuenta con Amanda, un rosado de garnacha tintorera de Olmos de Peñafiel (Valladolid) procedente de un único viñedo de 75 años, con un millar de botellas; y otros 2 vinos de pago: Viña Almate La Olmera y Viña Almate La Guindalera, ambos tintos con 12 meses de madera y que sólo se diferencian porque una de las parcelas la atraviesa una lengua de tierra caliza y le da al vino un toque diferente. Por último, Viña Almate Garnacha, con 1 año de barrica y una producción de 1.200 botellas; y Gran Fausto, un tempranillo 100% con 40 meses de barrica que sólo elabora en las añadas especiales -hasta ahora 2003 y 2009- y del que comercializa menos de 3.000 botellas.
Vinos de Ávila y Madrid
Pero el espíritu inquieto de este peñafielense le ha llevado a desarrollar otros proyectos vinícolas fuera de su tierra de origen. Así, desde el pasado año elabora El Marciano, un vino a partir de uva garnacha en Navarredondilla (Ávila) a 1.100 metros de altitud y donde, dada la complicada orografía del terreno, se ve obligado a trabajar el viñedo con arado y caballo para obtener 3.000 botellas. Y en la Comunidad de Madrid cuenta con 2 tintos más: La Viñuela, en Titulcia, del que comercializa 600 botellas de un 50% tempranillo y un 50% garnacha; y A Dos Tiempos, en Navalcarnero, donde realiza una media vendimia temprana previa y obtiene 3.000 botellas. Además, en la actualidad elabora un vino para la Asociación C2C, que colabora con diferentes organizaciones internacionales de cooperación para luchar contra el hambre.
Mercados exteriores
El bodeguero exporta el 55% de su producción a países como EE UU, Francia, Polonia, Reino Unido, México, China, Canadá, Alemania, Holanda, Bélgica y Suecia.
Como quiera que la producción de Maestro es corta y algunos de sus vinos apenas se encuentran en el mercado a los pocos meses de ponerse a la venta, el bodeguero mantiene el cupo -unas 1.000 botellas- a unas 40 personas “que estuvieron conmigo en los momentos más difíciles”.
Con respecto a la madera, también tiene su intrahistoria. Maestro utiliza siempre roble francés “azuelado sin tostar”. Tonelería Duero se encarga de desmontar cada una de las barricas para quitarle la madera sucia del interior hasta que aflora la nueva, con un tostado más leve.