Castellano leal, burgalés cumplido… son algunos de los adjetivos con los que Fraga Iribarne prologa en el libro de Juan de Lillo, Francisco Riberas contra su destino, la figura de este referente único e irrepetible de la industria europea.
Y es de Rabé de las Calzadas, oiga, una pequeña villa de poco más de 200 habitantes a 12 kilómetros de la capital burgalesa, ni más, ni menos.
He tardado en leer el libro al que hago referencia más de lo que hubiera deseado. Le pedí a un directivo del grupo Gestamp documentación sobre don Francisco y él amablemente me hizo llegar esta biografía. Pensé en hojearla y entresacar algunos de los pasajes más importantes de su vida y, sin embargo, he devorado desde la primera hasta la última página de un libro que te transporta por la historia de un emprendedor empresario que vivió por y para un proyecto industrial, proyecto e industria que viven hoy consolidados como uno de los grandes líderes europeos más relevantes de la automoción y la transformación del metal.
Enero de 1932, una época y un entorno en el que nace Francisco que marcan profundamente el carácter de este emprendedor. Su vida viene indefectiblemente ligada a la personalidad de su madre, doña Benita Pampliega, la burgalesa sobre cuyos valores descansa la obra de su hijo y que la gran influencia que tuvo sobre él probablemente ha motivado con más peso la cultura de empresa que irradia el comportamiento de un grupo industrial con un claro sello de profesionalidad, dinamismo, excelencia y austeridad. Don Francisco lo aprendió de su madre, y a ella va el primer reconocimiento y agradecimiento de este humilde artículo.
No entraré en vicisitudes de la dura vida de unos niños a los que una guerra les condiciona su infancia, léanse el libro, se lo recomiendo; sin embargo, sí que quiero mencionar que en la búsqueda del mejor entorno que una madre puede querer para sus hijos, doña Benita se enfrentó a uno muy difícil, muy hostil, y en toda esa lucha, dio a su hijo Francisco una lección de vida que posiblemente a él le sirvió para presidir todas las decisiones y darle el valor que tuvo que imprimir a su extensísima obra industrial.
Taller de pintura
Después de un largo transitar repleto de dificultades que marcaron su niñez, y una vez asentada su familia en el madrileño barrio de Usera, Francisco tuvo que dejar los estudios muy pronto para incorporarse a su primer trabajo en un taller de pintura de porcelana que le empleó durante 2 años. El joven Riberas decidió entonces aceptar una oferta de empleo de otra empresa del mismo sector, pero con más medios y mejor remuneración que le permitía algo más de autonomía en su trabajo.
Fue durante esta época cuando nuestro protagonista decidió emprender su primer negocio invirtiendo sus ahorros en un comercio de perfumería y artículos de regalo que no prosperó. El primer fracaso fue asumido en forma de enseñanza y siguió con su trabajo por cuenta ajena. Fue durante el año 1957 cuando junto con 3 conocidos con quienes compartía algún parentesco, deciden aportar 5.000 pesetas cada uno para crear un negocio de compraventa de estaño.
Los 4 emprendedores se apellidaban González, Varela, Ruiz y Riberas y decidían nombrar a la nueva empresa GON-VA-R-RI.
Poco a poco el negocio del estaño fue girando hacia el negocio de la chapa de acero, producto de más actividad, futuro y margen sobre el que en especial Riberas quiso centrar con su intuición el foco de la actividad de Gonvarri. En sus inicios como empresa, tuvieron que lidiar con las tensiones financieras típicas de un negocio en el que debían pagar compras de material al contado, y carecían de crédito alguno para ello. Debían pues ajustar su negocio al trabajo sobre pedido y confiar en el mercado para reinvertir los beneficios de la empresa en las compras y en la inversión en nuevas infraestructuras, como fue el alquiler de un nuevo espacio de 200 metros cuadrados en Madrid a finales de los años 50 donde poder almacenar el producto. Riberas decidía hacer crecer la empresa. Su intachable y recta actitud a la hora de hacer de la empresa una unidad productiva solvente y seria de cara al mercado le sirvió para ir ganándose el respeto del sector.
En 1960, entra en el accionariado José Luis Rodriguez Pomata, hijo del director general del Banco Ibérico y presidente de Fasa Renault, lo que supuso un empujón importante al negocio ya creciente de Gonvarri.
Liderazgo
El liderazgo y velocidad que imprimía Riberas al negocio, unido a una serie de hechos que acontecieron a cada uno de los socios, fueron poco a poco impulsando la salida del negocio de todos ellos, incluido el propio Pomata, que lo hizo a mediados del año 67.
Nuestro protagonista siempre quiso y tuvo la habilidad de rodearse de profesionales del sector capaces de trasladar a la empresa las dosis necesarias de innovación y nuevas tendencias que pudieran posicionar a Gonvarri en un entorno competitivo.
Otra de las figuras clave en la vida de Gonvarri ha sido Luis Gerbolés, industrial con conocimientos de la tecnología en la transformación del hierro en Francia que fue capaz de influir en las decisiones de Riberas sobre la necesaria apertura de la industria a tecnologías avanzadas.
Riberas buscaba más capacidad industrial. Decidió la implantación de una nueva industria en Burgos. La decisión vino condicionada por la excelente ubicación geográfica de la capital burgalesa y por la confianza que le merecía incorporar su primera apuesta fabril en el año 1966 a su tierra, un ejercicio de lealtad, confianza y cariño por el que la industria castellana y leonesa debe eterna gratitud a don Francisco. En su decisión sobre la posible ubicación de una de las plantas referencia del grupo que emplea alrededor de 300 personas, pesó más la parte afectiva.
Seria gestión
El intrépido Riberas tenía en su cabeza el control de un negocio y la integración de los márgenes de parte de sus proveedores en la propia sociedad, estrategia siempre arriesgada, pero que se ha venido demostrando rentable con una sólida y seria gestión, como es el caso.
De su contacto con el industrial asturiano Manuel Álvarez, dueño de Hiasa, industria suministradora de materia prima para Gonvarri, surgió la participación mayoritaria del grupo de Riberas en Hiasa. Además, fueron capaces de incluir en el capital de la empresa a Aceralia, evitando así la competencia de las grandes siderúrgicas. Riberas ha respetado siempre a los socios y a la competencia como criterio fundamental para que el negocio funcione y sea respetado y considerado por todo el sector.
El crecimiento del grupo siguió cimentándose con una nueva planta industrial en el año 1970 en Castellbisbal, en las inmediaciones de Barcelona. Esta planta podría alimentar la creciente demanda industrial en el este de la península.
Entorno familiar
Francisco fue siempre un convencido de la necesidad de dar continuidad a la gestión de la empresa en un entorno familiar. La incorporación a la sociedad de sus 2 hijos varones, Paco -en 1988- y Jon -en 1992- supuso para el fundador del grupo industrial un evidente motivo de orgullo y una garantía para el futuro de su obra.
El grupo seguía creciendo, implantando nuevas instalaciones fabriles en plazas como Valencia, cerca de Altos Hornos del Mediterráneo, o acudiendo a asociaciones estratégicas como la que durante 10 años mantuvo (desde mediados de los años 80) con Laminados Velasco, una gran industria del hierro situada en Basauri. Con ello, el grupo se acercaría a una de las principales fuentes de materia prima en España, los Altos Hornos de Vizcaya.
Pero sin lugar a dudas, una de las grandes operaciones del señor Riberas se fue fraguando con la adquisición de Estampaciones Arín, una empresa de chapa propiedad de su socio Pedro Velasco (Laminados Velasco) que se encontraba en una situación de pérdidas estructurales. Aquella empresa se configuraba como una oportunidad de integrar más la cadena de valor del grupo convirtiendo a Gonvarri en proveedor de una industria de automoción, sector de gran futuro y valor añadido. El grupo hizo desde 1986 una gran inversión en la planta que hoy se llama Estampaciones Vizcaya. Éste fue el inicio de la creación de uno de los líderes mundiales de la estampación para automóvil, grupo Gestamp, que hoy tiene más de 100 plantas y emplea alrededor de 32.000 personas en todo el mundo.
De la gestión de Gestamp se encarga el hijo mayor de don Francisco, Francisco (Paco) Riberas desde inicios de los años 90. Desde su gestión y dirección, el grupo ha crecido hasta convertirse en uno de los grandes líderes mundiales de la estampación. En nuestra comunidad autónoma, contamos con la planta de Gestamp en Dueñas (Palencia), industria que habiendo pasado por dificultades por cuestiones ligadas al mercado, y a otros factores de carácter ajeno a la sociedad, ha contado siempre con el apoyo de la familia Riberas.
Paco Riberas ha ido acompañando la estrategia diseñada por su padre de integración de la cadena de valor en el propio negocio y la ha llevado hasta extremos impensables años atrás, impensables para casi todos excepto para la concepción que de su negocio tuvo don Francisco Riberas. El grupo gestiona sus márgenes con maestría al controlar la cadena de proveedores y clientes y tener visibilidad del negocio en su globalidad. Durante los últimos años, han entendido que el proceso de globalización es imparable, y para ello deben lanzarse a la adquisición de nuevas líneas de negocio. Así, en el año 2011, Gestamp adquirió la división de metal del gigante alemán THYSSENKRUPP AG, permitiendo la ubicación de la compañía en mercados emergentes y la adquisición de nuevas líneas de negocio.
HIASA-GESTAMP-GONVARRI, incluyendo las varias operaciones de adquisición y participación del grupo de forma temporal o permanente en otras estructuras societarias, conforman la historia empresarial de la industria más importante de capital español, con la familia más relevante de la industria española, familia con claras raíces en Castilla y León, en Burgos.
“Cualificadísimos directivos”
Lamentablemente, no he tenido oportunidad de conocer al señor Riberas, pero en las ocasiones en las que he tenido la oportunidad de compartir alguna reunión de trabajo con sus hijos, he comprobado que se trata de cualificadísimos directivos con un trato humilde y cercano, muy ejecutivos y transparentes en la negociación y muy leales a sus compromisos industriales que se han cumplido en toda su amplitud para con Castilla y León. La generosidad de la familia Riberas con los intereses industriales de esta comunidad autónoma ha quedado permanentemente acreditada con hechos y gestos de un grupo industrial gestionado por la segunda generación del clan Riberas, que ha sabido tomar el testigo de su padre y está haciendo de todo el grupo una de las corporaciones industriales más importantes de su sector en el mundo.
Emprendedor, intuitivo, audaz, cumplidor, trabajador, leal a su equipo y a su idea, tenaz, duro en la negociación, generoso en el esfuerzo y la recompensa son algunos de los valores que adornan la figura de uno de los grandes industriales de nuestro continente.
Y es de Rabé de las Calzadas, oiga, una pequeña villa de poco más de 200 habitantes a 12 kilómetros de la capital burgalesa, ni más, ni menos…
Don Francisco Riberas PAMPLIEGA, su segundo apellido en mayúsculas, fallece el 5 de abril de 2010 a los 78 años de edad.
Maravilloso libro de Juan de Lillo, maravilloso personaje, don Francisco.
Gracias