La generación beat fue un grupo de escritores estadounidenses librepensadores de los años 50 y 60 del pasado siglo que rechazó los valores norteamericanos clásicos; apostó por el uso de las drogas, la libertad sexual y el estudio de la filosofía oriental; adelantándose a lo que sería su legado posterior: el movimiento hippie.
Y es precisamente esa cultura beat la que deja su impronta en el ambiente desenfadado y colorido, de alfombras y objetos de artesanía marroquíes, lámparas de cristal de Murano y telas y muebles de diseño, que decoran este hotel bohemio, bajo la influencia de Yves Saint Laurent.
Esa mezcla estética basada en 3 países, como son Marruecos, Francia e Italia, convierten al Hotel Beatnik en el primer destino del Grupo Bomhomme Hospitality, fundado por el gallego Daniel Alonso Monteagudo, que posee otros establecimientos, restaurantes y discotecas en EE UU.
Edificio del siglo XVIII
Este edificio del siglo XVIII, que en su vida anterior fue conocido como Pazo de Galegos, y hogar de Antonio López Ferreiro, canónigo de la Catedral de Santiago, escritor y fundador de la Real Academia de la Lengua Gallega, ahora se muestra exultante con su fachada rosa fucsia, en el corazón de las Rías Baixas, en el entorno de la ribera del Ulla, donde posee 3 hectáreas de superficie repartidas entre sus jardines, con más de 4.000 plantas tropicales y autóctonas, y una viña de cepas viejas, donde se elabora un Albariño envejecido en barricas de roble francés y que además conserva una cepa de Cascón de más de 400 años de antigüedad.
Comida exótica, cócteles y buena música ponen el resto para amenizar este hotel hedonista, perfecto para un periplo por diferentes culturas, colores y materiales, que permite admirar muebles y objetos de diseñadores y artesanos, como Patricia Urquiola, Soufiane Zarib, Vicent Van Duysen, Rodolfo Dordini, Gio Ponti o John Pawson, entre otros.
2 llaves Michelin
Recientemente galardonado con 2 llaves Michelin, distintivo que sólo han conseguido 12 alojamientos en España, ofrece a poca distancia de Santiago de Compostela, 13 suites dentro del Pazo y 4 yurtas de lujo diseñadas en Kyrgyzstan, para los asiduos al glamping (acampada al aire libre pero con comodidades propias de los mejores hoteles).
El diseño ecléctico de cada habitación es único y destacan sus gruesos muros de piedra combinados con las telas de sus cortinas, la calidad de la ropa de cama, los cuadros, el mobiliario, sus lámparas, los dibujos geométricos de los azulejos de sus baños, los amenities de Claus Porto y los lavabos y bañeras de Roberto Lazzeroni y Mario Ferrarini. El mueble bar con refrescos, café e infusiones es cortesía del hotel.
Tribu y Bámbola, sus 2 restaurantes
Posee 2 restaurantes denominados Tribu y Bámbola. El primero, más basado en producto, como los mariscos, caza, verduras y hortalizas y la vaca rubia gallega, y elaborados sobre leña, para potenciar los sabores ahumados. El segundo es el ámbito de la cocina fusión italiana, turca, marroquí, china, griega, con una interesante carta de vinos de la zona, con alguna que otra joya.
Este lugar, donde también se sirven los desayunos, es muy divertido, colorido y con aire atrevido, en un espacio exterior cubierto muy versátil, que le convierte tanto en terraza como en una zona cerrada muy acogedora para la noche. Los desayunos, que se ofrecen en la mesa, incluyen infusiones y cafés, platos calientes a elegir entre tortillas, bao y kebab, con ingredientes saludables.
Saunas, piscina y sesiones de dj
El hotel cuenta, además, con saunas en forma de iglús procedentes de Estonia, una carta de tratamientos y masajes y una piscina de agua salada al aire libre, con tumbonas y camas balinesas, próximas a la cabaña donde hay sesiones de dj. El servicio es muy joven e implicado con el proyecto.
En las proximidades de Vedra, en la Galicia profunda, donde se sitúa el Hotel Beatnik, hay varias rutas de senderismo siguiendo la ribera del salmonero río Ulla con espléndidos bosques y miradores. Pero quizá lo más destacable son 2 pazos y sus respectivos jardines, de visita obligada. Se trata del Pazo de Santa Cruz de Rivadulla y del Pazo de Oca.
En el primero sólo se puede acceder al jardín, pero es más que suficiente porque se trata de un lugar fascinante con una diversidad de flora ornamental excepcional, desde los paseos de camelias de 7 metros de altura que en algunos casos se remontan a finales de 1700, pasando por los boj, las magnolias gigantes, hasta el roble piramidal y las palmeras Washingtonia. Probablemente lo que más impresiona es el túnel de olivos milenarios, que cuenta con algunos ejemplares que se han alzado con premios al mejor olivo monumental del España; y la cascada rodeada de un bosque romántico en el que perderse.
El Versalles gallego
También, en la ruta de las camelias, se sitúa el Pazo de Oca, propiedad de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli. Denominado el Versalles gallego o el Generalife del norte, su origen se remonta al siglo XIII, aunque los edificios actuales, que sí se pueden visitar concertando una cita previa, son barrocos.
Los jardines, obra del diseñador Francois Viet, autor del Campo del Moro madrileño, son uno de los más espléndidos exponentes de la jardinería gallega. Abunda el agua, las fuentes, 2 estanques que albergan sendas barcas de piedra, los parterres, las plantaciones de camelias, azaleas, palmeras, rododendros, rodeados de nogales, abedules, robles y castaños. 2 joyas de arquitectura pétrea y vegetal, como así los definen, que uno no se puede perder.