Recuerdo una entrevista hace años al gran empresario José Ignacio Nicolás-Correa, presidente del Grupo Correa tristemente fallecido el pasado mes, en la que me explicaba el plan estratégico de su compañía para los próximos ejercicios, en presencia de en aquel entonces máximo ejecutivo de su holding. Al finalizar su exposición, el joven directivo indicó que podría acelerarse el crecimiento de la empresa si optaban por incrementar la financiación externa, a lo que José Ignacio respondió: “ya peino canas y tengo memoria como para aumentar el ratio de apalancamiento”. Era la época anterior a la crisis de 2007, donde el crédito fluía a raudales en una competencia feroz entre bancos y cajas de ahorro (¿se acuerdan de esas entidades financieras?). José Ignacio tenía muy presente las dificultades por las que atravesó su grupo a mediados de los años 90, por lo que no se dejaba seducir por los cantos de sirena de, en aquel entonces, un sistema financiero manirroto.
Recupero esa reflexión porque también en el pasado mes Castilla y León Económica otorgó sus Premios al Mejor Directivo a 2 veteranos ejecutivos: José Ramón Perán, director general de la Fundación Cartif desde hace 30 años, y Enrique Cornejo, presidente ejecutivo de Iniciativas Teatrales y que ha producido más de 500 espectáculos y programado más de 5.000 títulos. Ambos tienen más de 80 años y siguen a pleno rendimiento en sus organizaciones. Como destacó Luisa Alcalde, socia cofundadora de Castilla y León Económica, durante la presentación de la gala: “con estos premios, queremos poner en valor el talento senior, que en algunos sectores se coloca apartado como un jarrón chino y en otras ocasiones directamente se le expulsa. En un país como España, donde las empresas tienen serias dificultades para captar y retener talento, creemos que es necesario reivindicar a los directivos senior, que con su experiencia y bagaje pueden mejorar la competitividad de nuestras compañías. Además, en esta edición también queremos destacar a los directivos y empresarios que, pudiendo jubilarse, se mantienen al frente de las organizaciones. Su perseverancia y constancia son un ejemplo para una sociedad española donde empieza a calar la cultura de vivir a costa de las ayudas de Papá-Estado”.
En el inicio del presente año, he recibido al menos media docena de llamadas de directivos con los que tenía relación en las que, para mi sorpresa, me informaron que se prejubilaban. Nada que objetar porque en todos los casos merecen una nueva etapa vital en la que disfrutar de sus aficiones y de su familia, a la que han quitado mucho tiempo por su exigente trayectoria profesional, pero a la vez me contrariaba que gente muy válida se desvinculara del mercado laboral. En un país como España, donde existen más de 500.000 empleos sin cubrir, me parece un lujo desperdiciar a ejecutivos experimentados.
Plantilla intergeneracional
Y más en una coyuntura como la actual, donde suele convivir en una compañía una plantilla intergeneracional, desde aquéllos que han nacido con una tablet en la mano hasta los que se han criado con una televisión a blanco y negro. Unos pueden entender mucho de Inteligencia Artificial, algoritmos o transformación digital, pero los otros poseen la veteranía de haber atravesado en primera línea los dos períodos más duros de la reciente historia: la crisis económica de 2007 y la crisis sanitaria de 2020. Un grupo aterriza en las organizaciones con mejor cualificación e idiomas, pero el otro luce las cicatrices de décadas de superar retos. Por eso, los primeros serán más eficientes si aprenden de la experiencia de los segundos.
Woody Allen lo refleja muy bien en esa pequeña joya titulada La maldición del escorpión de jade. Él interpreta a un curtido investigador de una compañía de seguros del Nueva York de los años 40, quien enrabietado se enfrenta a una implacable y joven ejecutiva fichada para optimizar los recursos de la empresa. En uno de sus ingeniosos diálogos, comenta: “se cree más lista porque tiene un máster en una prestigiosa universidad y yo sólo el título de la autoescuela”; pero quien siempre resuelve los misteriosos robos a los clientes de la firma es el veterano agente. Por cierto, al final acaban enamorados, todo un ejemplo de convivencia intergeneracional dentro de una organización, pero ésa es otra historia.
Hace años que pienso, que pasar una vida de esfuerzo y aprendizaje hasta llegar al punto más alto en conocimientos y experiencia de toda una existencia, para finalmente cumplir 65 y tirarlo todo a la basura, no tiene sentido. Se que no es lo mismo tener una empresa que trabajar por cuenta ajena, pero es seguro que existen múltiples senior, con plenas facultades mentales y capacidades físicas suficientes, como para que alguien sepa canalizarlas y puedan dejar sus conocimientos plasmados en la web y al alcance de otros muchos que lo busquen y seguro que esos jóvenes que quieran usar esos conocimientos, sabrán dar vida a esas aportaciones, aunque provengan de un “titulado de autoescuela”.
No tuve la suerte de conocer al Sr. Correa, pero si a su obra, por la que sin duda será recordado y solo comentar que dejo mi prosa para contestar una llamada de mi empresa en la que con casi 76 años, sigo disfrutando “24/7”, mientras el cuerpo aguante.