2025, un año determinante para el nuevo orden mundial de la economía

Por: Carlos Martín Tobalina, viceconsejero de Economía y Competitividad de la Junta de Castilla y León
Carlos Martín Tobalina, viceconsejero de Economía y Competitividad de la Junta de Castilla y León.
Carlos Martín Tobalina, viceconsejero de Economía y Competitividad de la Junta de Castilla y León.

Cualquier ejercicio de proyección económica sobre lo que podemos esperar en el año 2025 choca frontalmente con la incertidumbre de un entorno geopolítico presidido por la competencia de los 3 grandes bloques económicos que ya traté de analizar en artículos anteriores de este post.

Sin embargo, con el riesgo lógico que supone avanzar movimientos sujetos a muchos condicionantes por parte de estos bloques económicos, vamos a revisar brevemente algunas de las acciones y estrategias de cara al año 2025 que han venido anunciando o bien que se pueden esperar por parte de la UE, EE UU y China, los grandes agentes de la economía mundial cuyas estrategias condicionan una parte importante del comportamiento de nuestros mercados y las condiciones económicas que afectan a las decisiones de empresas y consumidores.

Perspectivas de la Eurozona

Empecemos por las perspectivas de la UE, un territorio que afronta un año muy condicionado por la deriva recesiva de sus 3 principales economías: Alemania, Francia e Italia.

Atendiendo a los índices de gestores de compra del sector manufacturero (PMI) que avanzan con cierta verosimilitud la evolución del sector en el territorio de referencia, comprobamos que Alemania se instala en un 42,5, Francia en un 41,9 e Italia en un 44,5, mientras que la media de la UE apunta un 45,2. Recordemos que todo lo que sea situarse por debajo del 50 indica contracción. Es decir, la perspectiva del entorno de la Eurozona en lo que se refiere a sus economías líderes es claramente recesiva.

España, un caso excepcional en la UE

En el caso español, el mismo índice apunta un satisfactorio 53,1, mucho mejor que la media de la Eurozona, si bien su evolución apunta un crecimiento cada vez menor e incluso un ligero retroceso. El comportamiento económico de la evolución de nuestra economía siempre ha sido asíncrono en relación con el resto de los países más importantes de la UE.

Siendo la cuarta economía de la Eurozona, el crecimiento español contrario a la contracción de la UE se explica principalmente por el tardío rebote pospandémico de nuestra economía (la más lastrada en Europa por la crisis Covid), la incorporación de 1,5 millones de nuevos trabajadores (la mayoría inmigrantes) a nuestra economía, la fortaleza del sector servicios -especialmente el turismo-, y el impulso del gasto público a través de la siempre arriesgada vía del endeudamiento que explica más del 60% del crecimiento económico de España.

En el lado más negativo, este crecimiento en tasas globales en España no se ve acompañado de un crecimiento en la capacidad adquisitiva per cápita en el país cuya población se ve afectada por una cada vez mayor presión fiscal, una precarización en las condiciones laborales, una reducción de las tasas de ahorro afectadas por la inflación aún no controlada en toda la UE, una tasa de desempleo juvenil demasiado alta y unas ratios de productividad a la baja con una creciente y preocupante tasa de absentismo y dificultad para la identificación de talento en no pocos sectores de nuestra economía.

Volviendo al marco europeo más global, los datos avanzados de la economía de los 3 principales motores europeos a los que hacía alusión proyectan un año 2025 de franca ralentización económica.

Evolución de la Guerra de Ucrania

Empezamos el año con la incertidumbre sobre la evolución definitiva de la Guerra de Ucrania. La llegada al Gobierno de los EE UU del Partido Republicano agrega a la solución definitiva de este conflicto militar más incertidumbre. A priori, parece que hay cierto consenso (excepto para el Gobierno ucraniano) en un deseado final a esta guerra sin los resultados deseados después de la invasión rusa. No habrá vuelta atrás rusa sobre los territorios ocupados, Ucrania no recuperará parte de su territorio y no verá cumplidos sus deseos de incorporación casi inmediata en la OTAN.


Por otro lado, la UE ya ha confirmado que seguirá financiando parte del conflicto en su apoyo a Ucrania, eso sí, cada vez con menos entusiasmo y siendo cada vez más consciente de la necesidad de dedicar recursos a la revitalización de su maltrecha economía en un ciclo al que la nueva Comisión Europea va a tener que dedicar todos sus esfuerzos en una situación política interna nada estable.

Lamentablemente, una parte importante de las medidas de sanción que la UE ha creado para castigar a la agresión rusa en territorio ucraniano se han vuelto en contra de la propia economía de la Eurozona en forma de más inflación, más tensiones energéticas, más tensiones logísticas y en la cadena de distribución, y más gasto público dedicado a tareas de gasto militar (seguridad) en lugar de aplicar urgentes y necesarios recursos a estrategias de cambio productivo estructural dentro de la propia UE.

En próximos meses veremos cómo parte de la nueva financiación post covid y financiación para la reconstrucción y modernización europea se va a dedicar a inversión en seguridad junto al tradicional gasto en digitalización y sostenibilidad medioambiental, cuestión ésta que seguirá contribuyendo a incrementar las importaciones en tecnología e industria militar de los EE UU desde la UE. Los conflictos militares siempre favorecen a la industria militar y de seguridad.

El Plan Draghi

En el proceso de una deseable estrategia para poner fin a una guerra desastrosa en el Oriente europeo, emerge el Plan Draghi. Una estrategia de reconstrucción y modernización sobre el que únicamente se ha dado importancia a la parte de la necesidad de inversión pública.

De nuevo, una propuesta de creación de dinero en base a emisión de deuda (eurobonos) para impulsar el gasto público. A priori, esta estrategia expansiva tanto desde la perspectiva fiscal como monetaria puede venir acompañada de una indeseable inflación si no se tienen en cuenta las otras medidas que este tecnócrata europeísta propone, especialmente la necesaria, urgente e inmediata cruzada europea para ganar productividad en una industria que languidece y la eliminación de la burocracia, el principal virus que está matando la competitividad de una Eurozona sin rumbo industrial.

Al respecto del manido argumento sobre la hipertrofia burocrática que asola la economía europea, sirva como ejemplo los procesos de dotación o creación de masas monetarias en base a la deuda pública. Tanto en la UE como en EE UU estos procesos se han venido repitiendo durante los últimos años como primer recurso para evitar aterrizajes forzosos de procesos de recesión a través del impulso al gasto público.

Si recuerdan, en el caso de la UE para financiar los cerca de 750.000 millones de euros se acudió a un sistema de financiación de cobertura de la propia UE a través de emisión de eurobonos. Este proceso de generación de estas cantidades al servicio de proyectos vinculados a la digitalización y la sostenibilidad desde el año 2021 aún está por ser absorbido en distintos programas por parte de los Estados de la UE, incluyendo a España, por supuesto.

Proceso similar, aunque no exactamente el mismo, se siguió en EE UU con el llamado IRA (Inflaction Reduction Act) en cantidades incluso superiores puestas a disposición de la inversión en infraestructuras para la sostenibilidad energética y para la atracción de inversiones industriales de distintos tipos y sectores.

Pues bien, si comparamos ambos casos, el tiempo en el que un euro se pone en circulación para proyectos vinculados a la industria o la economía del sector privado en la UE es al menos cinco veces superior al tiempo en el que la economía de EE UU absorbe un dólar americano creado en base a deuda pública para fines similares. En resumen, la eficiencia del gasto público en este caso es muy inferior en la UE que en EE UU.

Las razones de este comportamiento en ambas economías son varias, pero esencialmente deberíamos apuntar como motivos de mayor peso la burocracia y procedimiento administrativo para poner esa masa monetaria al servicio de proyectos del sector privado y, por otro lado, la capacidad de absorción de ambos territorios. Mientras en EE UU hay una capacidad de co-financiación de un sector privado muy rápida, en la UE hay escasez de proyectos solventes debido a la cada vez menor capacidad de las empresas europeas de financiar con beneficios o ahorros (reservas) esos proyectos, unos beneficios y ahorros que se ven lastrados por un mercado cada vez más menguante y por una presión fiscal que ataca a los beneficios corporativos. Si a esta situación le añadimos la insufrible burocracia, la motivación por impulsar proyectos empresariales solventes en la UE queda restringido a grandes corporaciones (energéticas, financieras, tecnológicas) cuya actividad depende en gran medida de la regulación pública.

Volviendo al plan del tecnócrata Draghi, no nos quepa ninguna duda de que este plan se va a cumplir dentro de la UE. Su propuesta de invertir 800.000 millones de euros en los próximos 6 años vendrá con seguridad respaldada de un proceso similar de generación de esa masa monetaria en base a emisión de eurobonos respaldados por la UE. Este proceso implica varias consecuencias, más presión fiscal para financiar la deuda y un proceso que podría llevar a más inflación en determinados sectores. Por lo tanto, si no viene acompañado de otras medidas que reduzcan la burocracia y que promuevan el necesario incremento de productividad de la industria europea, existe un gran riesgo de que los objetivos de dicho plan no se vean satisfechos.

De momento, ya se están moviendo los hilos en el entorno de los países con más capacidad de movilización de inversiones de la UE para saltarse las reglas de gasto/déficit público hasta el año 2030 (al menos). Alemania, y especialmente Francia, que afronta un impresionante 6% de déficit público, son quienes comandan esta tendencia, y claro está, países como Italia o España que no son sospechosos de no acompañar políticas de crecimiento con medidas de gasto público, aplaudirán estos procesos que a medio y largo plazo llevan a una mayor precariedad en la productividad, en la renta per cápita, en las inversiones productivas, a una mayor presión fiscal y a un mayor riesgo de retornos a ratios de inflación descontrolados.

Crisis fiscal en Francia, otra amenaza

La crisis fiscal francesa, que amenaza con puntuales (por el momento) insolvencias en el pago de determinados servicios en el país abanderado del Estado del Bienestar, impulsa a la banca de aquel país y a las estructuras públicas de la Eurozona a la compra de bonos galos para contener los riesgos derivados de una posible crisis fiscal más fuerte en nuestro vecino. En todo este contexto convulsivo francés, la política no acompaña con un Gobierno en descomposición, sin liderazgo y presa de vaivenes que pueden llevarle de nuevo a elecciones a mediados del año 2025.

Ésta es una de las razones por las que durante el año 2024 hemos visto cómo la UE ha venido rebajando los tipos de interés atendiendo a un supuesto y teórico descenso del ritmo inflacionario en la Eurozona. Es cierto que, si atendemos al ritmo de crecimiento inflacionario de años anteriores (entre el 21 y el 23), la evolución de la inflación europea en el año 2024 ha sido menor, lo que permite a las estructuras responsables de la política monetaria de la Eurozona desarrollar el relato de una inflación controlada que permite la bajada de los tipos. No se engañen, no es ése el motivo de la progresiva bajada de tipos en la UE. Las crisis de economías en enfriamiento o recesión como Alemania, Francia e Italia explican parte de este proceso de reducción en los ritmos de crecimiento en los precios.

Por otro lado, son estos países líderes económicos europeos los que están presionando para estos descensos en los tipos de interés, conscientes que tanto desde el punto de vista fiscal, Francia no se puede permitir tipos muy altos que amenacen aún más su ya maltrecha balanza fiscal elevando su riesgo, y por otro lado, Alemania en recesión técnica en los años 2024 y 2023, aunque lo traten de maquillar estadísticamente, tampoco se puede permitir tipos altos si quiere aplicar la estrategia de manguerazo de gasto público a su decadencia industrial. El mantenimiento cosmético de la actividad económica de este gigante alemán se viene realizando en base a la actividad del sector servicios que crea empleos de menos calidad y más precarios, donde España podría dar un máster a Alemania sobre este modelo de crecimiento basado en la deudocracia.

Crisis industrial de Alemania

Al igual que en el caso francés, Alemania tampoco puede presumir de estabilidad política. A finales del mes de febrero de 2025, el gran motor de la economía europea irá a otras nuevas elecciones en un contexto muy convulso y poco optimista. El gigante teutón contempla con frustración el ritmo de destrucción de su capacidad productiva con cierres de líneas productivas. Volkswagen anunciaba en octubre el posible cierre de tres fábricas afectando a 15.000 trabajadores y bajadas de sueldo del 10%, otras dos plantas de la multinacional química BASF cerrarán a principios de enero de 2025, Norhvolt, fabricante de baterías que había anunciado inversiones millonarias en Alemania, ya ha informado que desiste de este proyecto y que además va a despedir a 1.600 trabajadores en Suecia.

Inflación y crecimiento 0 en la Eurozona

En este escenario cuanto menos recesivo, en noviembre de 2024 la inflación de la Eurozona repuntaba al 2,2%, 2 décimas por encima de lo que comúnmente se acepta como inflación razonable para el crecimiento económico. Las tensiones energéticas al alza del mercado gasista con un invierno más duro que el pasado determinan parte de este incremento en los precios en la UE. En el año 2025, la política energética de una Eurozona aún dependiente en un tercio de sus necesidades de gas de Rusia, las tensiones arancelarias, los conflictos bélicos y las posiciones geopolíticas de los nuevos gobiernos de EEUU y de la UE marcarán el devenir de este indicador crítico para el crecimiento (inflación) y cuyo único efecto positivo es el recaudatorio fiscal.

En cualquier caso, existe un debate entre los analistas europeos en definir la situación económica actual como de estanflación (crecimiento 0 con inflación por encima del 2%) o recesión (crecimiento negativo). En mi opinión, convivimos en ambos escenarios, a corto plazo un escenario ya presente recesivo que desembocará en un escenario más largoplacista de estanflación.

La respuesta al proceso de degradación económica de la Eurozona debe venir desde un foco político firme y claro que haga frente a los desafíos y riesgos sobre los que el Viejo Continente debe pivotar medidas y cambios estructurales en su proyecto económico. No hacer nada no es opción, seguir la deriva actual es aún peor opción que la inacción, y todo ello en un contexto político en el que los dos grandes líderes de la economía europea van a volver a preguntar a sus ciudadanos sobre el proyecto nacional y europeo de futuro. ¿Qué saldrá de todo este escenario? ¿Será la recientemente reelegida presidenta de la Comisión Europea con su equipo de Comisarios capaz de alinear objetivos y políticas prudentes y firmes de cambio estructural en la economía europea? ¿Tendrá en Alemania, Francia, Italia y España a los Estados que avalen las medidas que Draghi ha propuesto? Me atrevo a contestar a esta última pregunta que, si las medidas propuestas pasan por unas políticas monetaria y fiscales expansivas para emitir más deuda, saltarse el déficit fiscal, bajar tipos de interés y otras medidas cosméticas para impulsar especialmente el gasto público, los cuatro Estados aplaudirán y acompañarán estas medidas.

Sin embargo, en la parte de cambios estructurales en la búsqueda de una mayor productividad, flexibilidad en el marco laboral, reducción de la presión fiscal sobre las iniciativas privadas, impulso irrenunciable y urgente a la desburocratización de los procesos administrativos que tocan al sector privado, entonces, el escenario va a ser mucho menos optimista.

La industria europea de la automoción, en dificultades

Si observamos las primeras medidas que se han venido tomando desde el final del año 2024, vemos que la UE ha respondido al riesgo creciente de un mercado de la automoción que da signos de no adaptar su ritmo de ventas de vehículos eléctricos a los objetivos de la propia UE de reducción de emisiones, con la introducción de aranceles a la importación de vehículos chinos que compiten en condiciones desiguales en nuestro mercado, con precios mucho más competitivos y con avances tecnológicos muy apreciables.

A corto plazo, la Eurozona ha impuesto una medida que puede interpretarse como justa para buscar equidad en las condiciones en las que las empresas europeas deben competir con la competitiva apuesta comercial china. Sin embargo, este corto plazo implicará que el mercado, el consumidor, el ciudadano, pague las consecuencias de estos aranceles con una subida de precios en el mercado automovilístico a corto plazo. Esta indeseable e impopular consecuencia debe equilibrarse con el riesgo que tienen nuestras industrias europeas de supervivencia si se les obliga a competir en su propio territorio con medias más restrictivas que las que se exigen a las empresas que fabrican fuera del marco europeo. De no encontrar un modelo de equilibrio, la consecuencia, no lo duden, será la progresiva destrucción del tejido productivo europeo y afectará al empleo, algo que ya está ocurriendo.

Siendo ésta una medida con cierta lógica para buscar una equidad competitiva entre los productos chinos que entran en la UE en condiciones de competencia imperfecta, debería ir acompañada de un plan europeo de impulso a la tecnología híbrida y eléctrica y apoyos claros a la adquisición de estos vehículos. Las subvenciones a grandes empresas con fondos europeos deben financiar la modernización de las plantas o capacidades industriales creadas a lo largo de los últimos años y evitar el cierre de las mimas.

Admitiendo que va a haber un proceso de concentración de industrias europeas y, por tanto, habrá plantas que cierren, no podemos permanecer pasivos sin dar la opción a estas industrias a invertir para preservar su competitividad y su empleo. De este escenario, en Castilla y León somos plenamente conscientes, ya que sigue siendo nuestra comunidad autónoma la que más capacidad industrial del sector automoción presenta.

Competir en condiciones similares con los grandes fabricantes chinos debe ser un objetivo, impedir su expansión en la UE es imposible. No podremos hacer una transición hacia la movilidad eléctrica en el mundo sin China. Es mejor tender puentes entre los grandes bloques que no volar los mismos con medidas cortoplacistas que siempre pagan los ciudadanos en forma de inflación y peores condiciones de mercado.

Mercosur como medida preventiva al posible proteccionismo de EE UU

Por otro lado, la amenaza del nuevo gobierno de EE UU de elevar aranceles a los productos chinos y europeos ha llevado a la UE a impulsar otra ventana de acuerdo de librecambio con Mercosur. En mi opinión, una buena noticia a medio plazo para los consumidores y ciudadanos de la UE. Sin embargo, para los intereses de los españoles, esta medida será más gravosa o perjudicial a corto plazo ya que sectores de actividad como el primario van a ver amenazada su situación productiva y su posición en el mercado con la entrada de volúmenes de producción de grandes productores latinoamericanos y en condiciones que en algunos casos no son las que se imponen en nuestro territorio.

Por otro lado, también a corto plazo se antoja muy difícil encontrar en los clientes de Mercosur la misma capacidad adquisitiva que se viene encontrando en EE UU para nuestros productos, por lo que compensar la previsible bajada en las exportaciones a EE UU desde España con un incremento en las exportaciones a Mercosur es un objetivo harto complicado de conseguir.

En el caso de Castilla y León, EE UU es nuestro décimo socio comercial para nuestras exportaciones, mientras que la suma de las exportaciones a Mercosur no alcanza el tamaño de lo que exportamos al gran líder norteamericano. A este hecho, hay que añadir que los productos que vendemos a Mercosur son en general de menor valor añadido de los que se venden a los EE UU.

Perspectivas de EE UU

La situación de EE UU va a cambiar con relación al papel que juega en el ámbito internacional. La nueva Administración republicana que tomará posesión desde enero del año 2025 ya viene avisando desde la larga campaña electoral de las medidas que adoptará el ya electo presidente Donald Trump en su llegada a la Casa Blanca.

Los datos del indicador avanzado de compras PMI al que hacía referencia al inicio de este artículo nos apuntan en diciembre para EEUU una cifra de 48,3 en descenso desde el dato anterior de noviembre de 49,7. Ambos datos denotan atonía y ralentización económica que pudiera no parecerse a la realidad de un país con gran vitalidad en su consumo, pero que lleva ya los últimos cuatro años afrontando riesgos que he venido apuntando en anteriores artículos.

Debilidades de la economía de EE UU

Existen unas claras debilidades de la economía de EE UU. Por un lado, el líder económico mundial tiene una alta dependencia de su deuda pública para alimentar su enorme gasto público. En los últimos 10 años la deuda pública de EE UU ha pasado de algo más de 10 billones de dólares estadounidenses a rozar los 37 billones, lo que supone una deuda del 125% de su PIB. El déficit fiscal del país ya se sitúa en el 6,4%, una cifra impensable años atrás.

La inflación del país se ha situado en noviembre de 2024 en un 2,8%, cifra que viene creciendo durante los últimos 3 meses en un repunte que evidencia, al igual que en el caso de la Eurozona, que esta variable no está controlada.

Como veníamos comentando anteriormente, una inflación estructural y sin poder ser controlada sólo beneficia a la recaudación fiscal, recaudación en este caso necesaria para equilibrar el déficit al que hacíamos alusión. Sin embargo, la nueva administración norteamericana se encuentra en el dilema de aliviar la carga fiscal sin poder equilibrar sus cuentas mientras la población está muy presionada por la inflación y los altos tipos de interés aplicados al consumo, todo ello en la sociedad más consumista del mundo dentro de un país que basa buena parte de su crecimiento y vigor económico en el consumo interno. Por tanto, a corto plazo no parece tarea sencilla un alivio a la presión fiscal con un equilibrio en las cuentas públicas estadounidenses.

La nueva administración Trump ha venido anunciando medidas fiscales que resultan sorprendentes. Estas medidas deben ser refrendadas con la entrada del nuevo Gobierno desde enero de 2025, sin embargo los antecedentes de la primera legislatura del próximo presidente de EE UU no se corresponden con su anunciado alivio fiscal y reducción de la deuda pública, ya que, bajo su mandato, Trump aumentó la deuda del país en casi 8 billones de dólares americanos, de 20 billones de dólares a casi 27 billones mostrando un afán continuista con los mandatos de Obama, el presidente de EE UU que en mayor progresión ha incrementado la deuda de EE UU.

Esta peligrosa política monetaria expansiva de los mandatos de Obama-Trump-Biden ha propiciado la posterior inflación que el país lleva soportando desde el año 2021 y que exporta al resto del mundo por la capacidad de su gran activo, el dólar americano que sigue siendo una moneda refugio.
Me inclino por pensar que, por muchos anuncios electorales, la política de incremento de deuda no va a cambiar demasiado. Hay demasiados intereses financieros y lobbies involucrados por seguir alimentando la política de manguerazo monetario, el estado de deudocracia internacional, al menos desde el ámbito occidental.

Otro de los riesgos que debe afrontar la entrante Administración republicana es la crisis en ciernes del sector inmobiliario en EE UU. Desde la pandemia y la llamada gran renuncia por la que parte de la fuerza laboral estadounidense cambió su comportamiento y motivación laboral impulsada por un marco de financiación en ‘dinero helicóptero’ que ha beneficiado este proceso de renuncia al trabajo presencial, se ha venido sufriendo un proceso de vaciamiento de grandes edificios de oficinas que está afectando a morosidad e impagos en los alquileres e hipotecas, y a la consiguiente devaluación de estos activos, muchos de los cuales son parte de fondos que a su vez deben depreciar su valoración.

Tipos de interés en EE UU, bajada controlada

Estas coyunturas, junto al elevado endeudamiento del ciudadano americano hipotecado en su activo inmobiliario y en su consumo semanal, llevan a la Reserva Federal al difícil dilema de motivar una progresiva bajada de los tipos de interés aun siendo conscientes que la inflación no está controlada. Este proceso beneficia a corto plazo a los consumidores hipotecados, pero amenaza la inflación. Los efectos en la economía y las medidas son similares a los que presentaba para el caso europeo -bajadas de tipos de interés con inflación sin controlar-, sin embargo, las circunstancias son distintas en el caso norteamericano, más condicionado por la situación y riesgos del consumo de su gran clase media y por las presiones de los mercados financieros de aquel gigante económico que siempre tienden a presionar con tipos a la baja para impulsar la revalorización de sus activos financieros en Wall Street, lo que no es en este caso sinónimo de crecimiento real.

Tanto en el caso de EE UU como en el caso europeo, acabamos pensando que la estrategia es impedir a toda costa un aterrizaje forzoso (hard landing) de la economía, haciendo convivir niveles de inflación más altos de lo deseable para impulsar la recaudación pública con grandes niveles de expansión monetaria vía incremento de la deuda pública.

A corto plazo, este proceso puede ser manejado, pero a medio y largo plazo su efecto es claramente nocivo en la capacidad adquisitiva de las clases medias, un endeudamiento cada vez mayor de la economía y un empobrecimiento progresivo de la sociedad si no se adoptan medidas estructurales de cambios en la productividad, algo que EE UU puede superar mejor que la UE por su estructura económica más potente y capaz de adaptarse más rápidamente a crisis cíclicas.

Pues bien, en diciembre de 2024, la Reserva Federal ha anunciado una bajada de tipos de interés (la tercera desde septiembre de 2024) hasta un mínimo del 4,25%, lo que evidencia el análisis que acabo de plantear.

Sin embargo, es la propia Reserva Federal la que plantea un recelo sobre el ritmo de reducción previsto de los tipos durante el año 25. El anuncio de posibles bajadas drásticas en los tipos de interés en aquel país durante el año 2025 que muchos analistas preveían en seis (6) cuartos de punto (un punto y medio) en el año 25, se ha visto condicionado con los datos de inflación al alza que acabo de comentar.

Por otro lado, existen dudas razonables sobre la ralentización de la economía norteamericana que recientemente ha presentado datos de desempleo peores a los esperados con una subida de una décima a las estimaciones previstas (4,2%). Esta decisión de la Reserva Federal de EE UU de no aplicar drásticas bajadas de tipos de interés no ha debido ser muy bienvenida por el Gobierno del equipo de Trump que ya ha dejado claro que quiere una progresiva bajada de tipos para devaluar algo la moneda estadounidense, de manera que puedan exportar con más facilidad a la vez que impulsan los planes de mayor presión fiscal arancelaria sobre los que ha prometido mano dura el propio Trump.

Estrategias para la reducción del déficit comercial estructural en EE UU

En el pasado artículo sobre la guerra comercial entre los grandes bloques ya desgranaba el gran déficit comercial exterior de EE UU y la necesidad de adaptar medidas a corto y medio plazo para revertir esta peligrosa situación estructural. Esta situación que trata de revertirse en el corto plazo desde el país norteamericano impulsando sectores muy vinculados a crisis energéticas y conflictos bélicos, convirtiendo al país en un exportador neto de gas licuado y de material de seguridad (industria militar) a los mercados con más capacidad, especialmente la UE. La misma situación explica no pocos focos de conflictos que estamos sufriendo.

La estrategia del entrante Gobierno republicano en lo que a la política energética se refiere, ya va perfilándose con el nombramiento del nuevo Secretario de Energía, Chris Wright, como figura sobre la que pivotarán las decisiones energéticas de los EE UU en un futuro inmediato. Wright es un profesional- empresario muy vinculado al desarrollo de fuentes energéticas con origen en los hidrocarburos, especialmente el ‘fracking’, por lo que es de esperar una decidida política de apoyo a la extracción de petróleo y de gas para su comercialización en el potente mercado nacional de EE UU y para su exportación.

La pregunta sobre el futuro del IRA (Inflaction Reduction Act) que ha supuesto un impulso al desarrollo y explotación de las renovables en la mayoría de los Estados queda en el aire. No parece muy lógico que este plan quede cancelado totalmente ya que ha permitido un impulso a una tecnología e industria de transición que ha ayudado a crear muchos empleos en aquel mercado, sin embargo tecnologías que aún no están plenamente desarrolladas y a disposición del mercado, como el hidrógeno, pueden verse afectadas en su desarrollo.

Por otro lado, con relación a la política de seguridad y la siempre rentable industria militar para los intereses de EE UU, la postura del nuevo Gobierno es de presión sobre los países de la Eurozona para reforzar su inversión en la OTAN y contribuir en mucha mayor medida a lo que han venido haciendo hasta la fecha. Esta exigencia traerá más presión a los presupuestos de todos los Estados de la UE.

Este hecho nos da alguna de las claves más importantes del futuro de la guerra de Ucrania. EE UU ha aprobado en el mes de diciembre el último paquete de ayudas (20.000 millones de dólares estadounidenses) en forma de préstamos.

El final de esta guerra podría coincidir con la entrada del nuevo Gobierno republicano. La sociedad del país norteamericano está mucho más motivada por arreglar los desajustes de la economía local y la pérdida de poder adquisitivo por razones vinculadas a la inflación que sufren durante los últimos cuatro años, que en defender causas tan lejos de sus fronteras, aunque para algunos intereses de industrias de sectores que acabo de nombrar sean rentables. Sin embargo, Donald Trump parece más motivado por cerrar este capítulo una vez que han conseguido con este conflicto reforzar una OTAN con influencia en más países de lo que lo estaba antes de la guerra en Ucrania, con acceso a recursos ucranianos para los intereses norteamericanos industriales y financieros, y con una nueva estructura en los mercados energéticos europeos, más dependientes de las exportaciones de gas licuado desde EE UU.

Para la Rusia de Putin, el final de la guerra supondrá mantener su influencia (e incluso soberanía) sobre parte de Ucrania después de su agresión e invasión a un país vecino. Para la UE, será un punto más en la pérdida de competitividad por el efecto boomerang de las medidas tomadas durante la guerra, y como siempre, el perdedor absoluto de esta batalla será Ucrania, un país con una débil democracia y altos niveles de corrupción que queda expuesta a intereses de los grandes bloques económicos.

Con relación a la política arancelaria tan anunciada por parte del nuevo Ejecutivo norteamericano, recordemos que en la campaña electoral del equipo republicano, el propio Donald Trump anunciaba un giro y endurecimiento de esta política con incrementos en los aranceles con un objetivo marcado de defensa de la industria nacional estadounidense y su capacidad productiva. El incremento anunciado de productos importados de China hasta en un 100% y el anuncio de grandes aranceles a productos de la UE tiene una parte de mensaje más político que real hacia su electorado y otra intención de avisar al resto de bloques económicos que vuelve la política del Ejecutivo norteamericano de negociación bis a bis con cada país, algo a lo que nos acostumbró el Gobierno de Trump en su primer mandato.

Otro aspecto resaltable con respecto a la política fiscal/arancelaria anunciada por Trump durante la campaña es la eliminación de impuestos a la renta de los ciudadanos del país, lo que supone una especie de brindis al sol. Primero porque su autonomía para realizar estos cambios sobre presión fiscal es limitada. Estados Unidos es un país muy descentralizado en sus competencias, entre ellas las fiscales que se despachan en los propios Estados en una gran proporción.

Por otro lado, para sustituir los ingresos provenientes de impuestos sobre renta por ingresos arancelarios, debería (teóricamente) incrementar los aranceles en más del doble de la media arancelaria de lo que aplica actualmente EE UU, todo ello para preservar el tamaño del sector público estadounidense que no va a reducirse bajo ninguna circunstancia, por mucho que así se postulen determinados líderes republicanos.

Esta imaginativa y electoralista medida arancelaria debe tener en cuenta la reacción de los otros bloques económicos sobre los que se va a imponer aranceles, que podrán imponer recíprocas medidas para equilibrar el escenario de comercio internacional.

Además, un incremento de aranceles en una gran proporción afectaría negativamente a la inflación del país a corto plazo, ya que esta práctica siempre lleva la presión fiscal a mayores precios que deben soportar los ciudadanos en el corto plazo. Y todo ello sin garantizarse que con estas medidas puedan ganar en competitividad las empresas de los EE UU, ni que los ingresos derivados de la subida arancelaria puedan cubrir la reducción impositiva anunciada para los ciudadanos en sus declaraciones de renta.

Sin embargo, este electoralismo envuelve una doctrina de hacer geopolítica que a buen seguro se va a dar. El Gobierno de Trump intentará crear un gran bloque económico de Norteamérica con mayores tratados y mejor acceso tanto a Canadá como a México. Los pronunciamientos del propio Trump sobre incremento de aranceles en México y la voluntad (o voluntarismo) de integrar a Canadá en los EE UU como un Estado más, cuestión ésta que se escapa a la realidad, esconde la voluntad del nuevo Gobierno de establecer un marco de transacciones y de flujos comerciales mucho más profundo que el que existe en la actualidad. EE UU necesita mejorar su balanza comercial, necesita acceso a materias y recursos de estos países, necesita capital humano para su industrialización, necesita mercado para sus productos, en definitiva, necesita intensificar su marco de influencia en los territorios de mayor proximidad.

Conflictos militares, el papel del mercado energético de hidrocarburos sobre las decisiones de EEUU
Los conflictos militares o armados abiertos tendrán una visión y tratamiento diferente desde EEUU. Por un lado, en cuanto la posición en Ucrania, tal y como comentaba anteriormente, la posición estadounidense pasa por buscar un acuerdo con Rusia, una vez que para los intereses del país norteamericano ha reforzado el papel de la OTAN en el territorio, ha afianzado sus intereses en Ucrania y ha conseguido motivar los pedidos de gas desde la UE en sustitución a parte del gas que se venía importando desde la UE de Rusia.

Israel y el conflicto en Oriente Medio son conflictos militares con una base de intereses de difícil solución a corto plazo. Hay que tener en cuenta los grupos siempre influyentes de presión y decisión judíos en el Gobierno de EE UU y la élite financiera, algo que determina la posición de apoyo y soporte desde los EE UU a Israel. Por otro lado, Oriente Medio tiene un grado de complejidad en sus intereses que sería imposible poder abordar este conflicto en un párrafo. Para simplificar al máximo, digamos que EE UU está interesado en que el conflicto existente en la zona pueda afectar negativamente al eje ruso/iraní/sirio (hasta hace poco tiempo), y afianzar sus relaciones con los países del Golfo -EAU, Qatar, Saudi Arabia- con la compleja relación de su socio sionista con todos los países del entorno. Es un problema con tantas aristas que es imposible entenderlo si no hay un análisis profundo del origen del conflicto.

Desde una perspectiva económica, EE UU buscará que el mercado de hidrocarburos no sufra cuellos de botella y no afecte a los precios. Para ello, los conflictos abiertos con Irán no son una buena idea a medio y largo plazo. Las tensiones bélicas en esa zona históricamente han elevado los precios del barril del petróleo, sin embargo, para entender y leer mejor la situación de este mercado, debemos analizar la entrada en el mismo de nuevas potencias productoras de petróleo que pueden compensar tensiones en la extracción del petróleo, entre ellas, el propio país norteamericano que ha pasado de ser un importador de petróleo a un exportador neto en los últimos años. De hecho, en la actualidad, EE UU es de largo el país con más producción de petróleo en el mundo (más de 20 millones de barriles al día), seguido de Arabia Saudí (12 millones de barriles al día), Rusia (11 millones), Canadá (casi 6 millones), Irán (casi 5 millones).

La OPEP tiene, por tanto, cada vez menor poder de negociación sobre el total del mercado, si bien su posición sigue siendo determinante.

La perspectiva de China

El gran gigante oriental llega a esta fase de reordenación mundial desde una perspectiva económica en una situación más desahogada que los otros dos grandes bloques económicos.

Su creciente influencia en la economía mundial sustentada en su capacidad industrial, su acceso a materias primas en su territorio o en otros territorios sobre los que ha tenido un vínculo estrecho durante los últimos años con acuerdos de inversión en infraestructuras, su posición privilegiada como tenedor de deuda de los EE UU y su creciente consumo interno, ha hecho de esta economía la que más crecimiento viene desarrollando en relación con los otros dos grandes bloques económicos analizados.

Ventajas de la estructura económica china respecto a EE UU

Si miramos a sus datos de deuda, crecimiento de PIB, inflación, balanza comercial e índices PMI, comprobamos que es sin duda el bloque con más equilibrio en todas estas variables económicas.

Aun asumiendo que la deuda pública de China siempre tiene un componente más o menos oculto de deuda de sus administraciones locales, si observamos los datos totales, EE UU tiene en el año 2023 una deuda total de más de 30 billones de euros, mientras que el mismo dato para China es de casi 14 billones de euros en el mismo año. En datos de Deuda/PIB el caso de EE UU se va a casi 119%, mientras que para el caso de China el mismo índice se coloca en el 84% en el año 2023. La diferencia entre ambos bloques explica las dificultades de EE UU para controlar la inflación, reducir el gasto público y tomar medidas de políticas fiscales restrictivas para reducir su deuda. Es cierto que el dólar es un aliado en estas medidas, pero la fortaleza de esta moneda cobijo de tantos mercados tiene la cara negativa en la progresiva creación de una balanza comercial deficitaria en EE UU, al contrario que lo que viene ocurriendo en China.

En este sentido, contra el anuncio del entrante Gobierno norteamericano de incrementar sus aranceles, especialmente para los productos que llegan de China, o la política de la UE reforzar aranceles para productos chinos, China ha respondido a principios de diciembre con el anuncio de aplicación de aranceles cero a todos los países menos desarrollados con los que tiene relaciones diplomáticas. Es decir, contra la política de proteccionismo, China aplica una política de librecambio con países menos desarrollados donde tiene intereses. El mundo al revés.

Además, China ha anunciado el establecimiento de aranceles para determinados productos provenientes de la UE y de EE UU en recíproca respuesta a la política arancelaria de la UE y de EE UU.

Veremos quien sale ganando de estas tensiones comerciales, pero lo que está claro es que en países o bloques más desarrollados, los paganos del proteccionismo imperante serán los consumidores. Es obvio que China pretende seguir abriendo brecha en su superávit comercial con su política de acceso a todos los mercados con precios competitivos, subvenciones a sus empresas y costes muy inferiores a los de los bloques occidentales, y ahora lo hace con un desarrollo tecnológico que para muchos sectores económicos de vanguardia ya lidera el gigante chino.

Por otro lado, parece justo pensar que en un territorio con códigos y hábitos distintos a los de economías de mercado de la UE o de EE UU, la agresividad comercial en la exportación desde China deba contrarrestarse con una política arancelaria justa que permita a todas las empresas competir en igualdad de condiciones.

Con relación al crecimiento del PIB, China creció en el 2023 a un 5,2%, mientras que EE UU lo hizo al 2,5% y la UE se quedó en un 0,4% de crecimiento.

Si nos vamos al capítulo de expectativas de crecimiento futuro en base al índice que hemos visto para EE UU y para la UE, China marca un PMI del 50,1, es decir, crecimiento corto, pero crecimiento en definitiva por encima del índice de 50 que marca crecimiento por encima o ralentización por debajo de los 50 puntos. Recordemos que ni la UE (45 puntos), ni EE UU (49 puntos) alcanzan cifras de crecimiento futuro.

En cuanto a su inflación, China arrastra en el año 2024 una inflación acumulada del 0,3%, cifras que nos gustaría ver por nuestros territorios. Por contra, el gigante asiático también afronta una crisis del sector inmobiliario que puede ralentizar su ritmo de crecimiento.

Visión de China sobre conflictos internacionales

Con relación a las tensiones internacionales, la posición de China no está siendo agresiva en los grandes frentes abiertos en la actualidad. Más bien, el planteamiento chino pasa por evitar involucrarse en estos focos de tensión bélica abiertos y centrarse en su política comercial sustentada en su capacidad industrial, salvo, eso sí, el caso de su vecino taiwanés, territorio al que sigue considerando como propio y que es foco de no pocas tensiones prebélicas con los EE UU. Recemos por que no llegue a desembocarse un conflicto en esa área geográfica.

El planteamiento del nuevo Gobierno de Trump con China previsiblemente variará del choque frontal con el gigante asiático pretendido por el anterior Gobierno demócrata. No creo que EEUU, tal y como comentaba anteriormente, sean capaces de incrementar los aranceles en la medida de lo que anuncia Trump sobre los bienes de China. La economía norteamericana sigue teniendo una alta dependencia de importaciones chinas y el cambiar esta estructura lleva mucho tiempo, tiempo del que no dispone la industria de aquel país para adaptarse a los retos de una economía en franca ralentización mundial.

Fue Henry Kinssinger quien apuntó la necesidad de no aislar a Rusia y de aprender a convivir con China, veremos si el nuevo ejecutivo republicano se aplica esta recomendación.

China, por su lado, sigue con su plan industrial que acabo de comentar y con su plan monetario con el resto de los países BRIC, asunto éste de máximo interés que va a cambiar a largo plazo el funcionamiento de los mercados financieros internacionales con la aparición de nuevas monedas sustentadas en ‘patrón recursos materiales’ desde los países BRIC no alineados con las economías occidentales.

2025

Las decisiones que se tomen por parte de los líderes de los 3 bloques económicos que he pretendido analizar en este artículo a lo largo de un año 2025 determinarán el futuro del nuevo orden económico mundial.

Tensiones bélicas como parte de una ecuación mucho más global que atienden a cambio en las estrategias económicas de los bloques analizados, deriva energética en modelos energéticos sostenibles que aún no están maduros para poder ser considerados como única alternativa, situaciones dispares de 3 bloques/territorios que deben solucionar sus problemas estructurales para hacer sobrevivir sus sectores industriales, políticas proteccionistas que dificultarán los flujos comerciales, en definitiva, retos que no serán resueltos en este año 2025 que acabamos de comenzar, pero que a buen seguro marcarán el futuro de nuestra generación y las generaciones que nos van a suceder.

Las variables que he analizado son sólo una parte minoritaria de todas las variables en juego en el tablero mundial de la economía.

Termino con un comentario muy básico, muy voluntarista, muy poco profundo, pero repleto de convencimiento e intención. Llegado el momento de los deseos para el año 2025, el mío es que el mundo alcance la paz o avance hacia la misma en todos los territorios sobre los que ahora se están perdiendo miles de vidas y segando el futuro de muchas generaciones en distintos focos de la geografía mundial.

No hay nada más humano, más justo, y si me lo permiten, más rentable, que la paz. Y aunque nos empeñemos en llevar la contraria a este axioma, en mi opinión, a largo plazo la prolongación de las crisis bélicas que estamos viviendo sólo traerá una larga etapa y ciclo de recesión de la que será más difícil salir. Decía también Kissinger, que, para la paz, es clave entender la guerra. Pues bien, hemos visto cómo los focos bélicos abiertos desde el año 2022 tienen más conexiones e intereses en un mundo cada vez más interconectado, cada vez más global. Particularmente, echo de menos que los grandes líderes del mundo occidental de todos los ámbitos posibles (políticos, económicos, religiosos) hablen claro sobre la necesidad de alcanzar un marco de paz en todos los focos abiertos.


Paz para el mundo y mucha salud para todos en este año 2025.

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