En el verano de 1997, un grupúsculo de empresarios presentó la asociación Empresa Familiar de Castilla y León (EFCL), una iniciativa que empezó sus primeros pasos en Salamanca. Desde esa fecha, la agrupación se ha convertido en un lobby imprescindible para el desarrollo de nuestra comunidad autónoma pues sus aportaciones trascienden el ámbito de estas compañías con apellido al influir en la política económica gracias a sus periódicos informes con propuestas para aumentar la competitividad de nuestra economía y al conseguir mejorar la imagen de todos los empresarios gracias a sus numerosas actividades.
Sin buscarlo en sus orígenes, EFCL se ha convertido en una asociación de referencia en el tejido empresarial castellano y leonés ante la complicada situación de las cámaras de comercio, cuyo modelo de financiación está por desarrollar después de la nefasta reforma de Zapatero al eliminar de la noche a la mañana las cuotas camerales, y también por las históricas tensiones cainitas dentro de Cecale pese a las dotes diplomáticas, y mucha paciencia, de su actual presidente, Santiago Aparicio. Ese espacio dejado en la sociedad por las instituciones camerales y la patronal ha sido cubierto por EFCL, aunque siempre ha tenido claro que sus funciones eran complementarias sin entrar en conflicto con las citadas agrupaciones.
Prestigio
El éxito de EFCL se ha debido a varios factores, como el prestigio de sus presidentes al ser empresarios con una exitosa trayectoria; el mandato de solo 2 años de la Presidencia, lo que obliga al nuevo responsable de la asociación a mantener un frenético ritmo si quiere dejar su impronta; las renovaciones ordenadas en su Junta Directiva; la reputación de sus socios, ya que su número es restringido y el aspirante a integrarse tiene que contar con el visto bueno del resto; la absoluta implicación de un equipo liderado por su director Eduardo Estévez; la fuerte cohesión como agrupación regional al no registrarse las tensiones provinciales que tanto han perjudicado a la hora de afrontar los grandes retos de nuestra comunidad autónoma; las relaciones con todos los partidos políticos pese a que algunos lo ponen difícil por el infantilismo de su programa económico; las alianzas entre sus socios de las que han surgido nuevos negocios; y la renuncia a las subvenciones para mantener su independencia.
Otro acierto de la asociación fue estrechar los vínculos con las agrupaciones hermanas de otras comunidades autónomas, sobre todo Adefam de Madrid, lo que facilita las sinergias con empresarios de otras zonas y la posibilidad de ampliar mercados.
De aquel pequeño grupo de empresarios que constituyó EFCL hace 20 años se ha pasado a una asociación con alrededor de 130 socios cuya facturación conjunta representa el 15% del PIB de Castilla y León y emplean al 7% de la población ocupada en el sector privado. Son empresas líderes en sus respectivos sectores a las que les unen los objetivos de mantener el capital familiar de su accionariado (algunas cuentan con más de 100 años de historia) y permanecer fiel a sus raíces castellanas y leonesas, es decir, que sus sedes se ubiquen en nuestra comunidad autónoma evitando riesgos de deslocalización.
En estas 2 décadas, la asociación ha sacado adelante muchos proyectos, algunos incluso pioneros en España por lo que se ha convertido en una agrupación de referencia en el ámbito nacional, pero también se ha sufrido, y mucho. En la pasada crisis hemos visto cómo algunas empresas familiares que parecían imbatibles tuvieron que vender su accionariado a multinacionales o a compañías de la competencia y otras cerraron sus puertas. Esos casos, en una agrupación con un reducido grupo de socios, se sintieron como heridas propias, por lo que siempre se intentó ayudar a esos empresarios en apuros, aunque la inapelable lógica del mercado se los llevó finalmente por delante. De esa dura época, recuerdo que el jurado del XI Premio Familia Empresaria de Castilla y León, del que tengo el honor de formar parte, decidió otorgar el galardón a una compañía que acababa de presentar concurso de acreedores, en señal de apoyo a una empresa emblemática en dificultades y para transmitir a la sociedad el mensaje de que no había que estigmatizar el fracaso. Hoy en día, esa empresa galardonada sigue en activo y con un plan de crecimiento.
Insisto, la labor de EFCL va más allá de la defensa de los intereses de sus socios ya que gracias a sus recomendaciones fiscales todas las empresas familiares de nuestra región han visto reducida la presión tributaria de la Junta; los universitarios interesados en estos negocios pueden aumentar sus conocimientos en las cátedras puestas en marcha en las universidades públicas y privadas de la región, donde Castilla y León es líder en estos estudios; y los emprendedores que busquen socios inversores puede acudir a Alentia, la sociedad de capital riesgo impulsada por EFCL.
En definitiva, EFCL es un ejemplo de cómo tiene que actuar un lobby empresarial bien entendido, al estilo de las economías más desarrolladas, y del papel que debe de jugar la sociedad civil en una moderna democracia para impulsar su dinamismo.