Lejanos quedan en la memoria los días en los que veíamos las imágenes de una extraña enfermedad que afectaba a los habitantes de una entonces desconocida ciudad china llamada Wuhan. Entre indiferentes y distraídos observábamos en la televisión unas escenas más propias de una película de ciencia ficción. Meses después, ya teníamos el coronavirus en nuestro país, provocando una crisis sanitaria y económica sin precedentes en las últimas décadas. Además de las víctimas y los enfermos crónicos, que deja a miles de familias desconsoladas, la pandemia está hundiendo la economía española a pasos agigantados al provocar el cierre de miles de empresas y dejar sin empleo a legiones de trabajadores.
En esta convulsa coyuntura, con la espada de Damocles que suponen los rebrotes que impiden tanto realizar cualquier previsión económica como diseñar planes estratégicos a medio plazo, la mayor parte de las empresas que siguen activas han tenido que reinventar su modelo de negocio para adaptarse a las nuevas circunstancias. Y en esta época de tensión, de miedos paralizantes, de sufrimiento por la pérdida de seres queridos, de incertidumbres, de proyectos vitales cercenados, de sueños rotos, de angustia hiriente, de frustraciones al afrontar lo desconocido, es cuando reivindico La utilidad de lo inútil, según el afortunado título de la obra escrita por Nuccio Ordine, profesor de Literatura Italiana en la Universidad de Calabria, quien en este opúsculo reflexiona sobre aquellos saberes cuyo valor esencial es ajeno a cualquier finalidad utilitarista.
Meritocracia y la cultura del esfuerzo
Me regaló el provocador librito Javier Castán, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid, con quien tengo interminables debates sobre el mundo de la economía, la empresa y las políticas sociales, cada uno desde cosmovisiones diferentes pero con la creencia común en la meritocracia y la cultura del esfuerzo, en los que huimos de dogmatismos que producen intolerancia en cualquier campo del saber y donde, desde luego, jamás consideramos la propia opinión como la única posible.
Contagiados por la vorágine informativa sobre el coronavirus, la mayor parte de los ciudadanos ha sufrido una sobreexposición a las noticias relacionadas con la pandemia, lo que les ha restado fuerza mental y cercenado su capacidad de reflexión. Por eso, en estos períodos de alarma, reclamo prestar más atención a aquellos saberes que nos amplían nuestra perspectiva para poder analizar los retos con mayor amplitud de visión, sobre todo, cómo no, con la lectura de ensayos de historia y de economía, donde se nos transmite cómo la Humanidad fue capaz de superar períodos muchísimo más complejos que el afrontado en la actualidad.
Relativizar esta agitada época
En un mundo cada vez más robotizado, tecnológico y tecnificado, la mayor parte de las personas se queda sin herramientas para relativizar esta agitada época al movernos en una sociedad donde se está eliminando la memoria del pasado (no confundir con la Ley de la Memoria Histórica), las disciplinas humanísticas, el arte o el pensamiento crítico, en definitiva, los saberes desinteresados. Y es que, como a veces recuerdo a algunos empresarios, hay vida más allá del balance.
Ahora bien, esta defensa de la utilidad de los inútil no debe de confundirse como una apología de los santuarios para vagos profesionales amamantados por prebendas públicas ni para perpetuar la holgazanería de los perennes improductivos, algo que tienen muy claro nuestros vigilantes vecinos norteños de la Unión Europea.
Buen articulo Alberto y con un remate excepcional. GRACIAS
muy buen artículo, cómo siempre de Alberto.