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Burdeos brilla

Patrimonio, arte, cultura, comercio gourmet y gastronomía de vanguardia se dan cita en una ciudad rejuvenecida en torno a su río para disfrutar del ‘bon vivant’
Espejo de Agua en la Plaza de la Bolsa en Burdeos.
Espejo de Agua en la Plaza de la Bolsa en Burdeos.

Luisa Alcalde

Al igual que como sus edificios neoclásicos de las grandes avenidas de estilo parisino han eliminado la pátina de decadencia que ocultaba su piedra dorada, así ha recuperado Burdeos su brillo original, la luz de la Ilustración que la distinguió como cuna de Montesquieu en el XVIII y que 2 siglos antes había acogido a Montaigne y 1 después serviría de refugio en el exilio a Goya, donde terminó sus días anticipando las vanguardias.

La recuperación de esta bella urbe no ha sido tarea sencilla. Inversión, tiempo y paciencia de sus ciudadanos han conseguido restaurar edificios emblemáticos, rehabilitar las fachadas de los barrios históricos, semipeatonalizar una gran parte del casco antiguo con la profusión de carril-bici y tranvías propulsados por energía solar e integrar la ribera del Garona en el pulso diario de la ciudad. El resultado, una Burdeos felizmente habitable y un polo de atracción para los más de 7 millones de turistas que la visitan al año, muchos de ellos en busca del bon vivant, para disfrutar de su patrimonio artístico y cultural, las tiendas delicatesen, los bistrós y la gastronomía de vanguardia, sin olvidar el gancho de su tesoro vinícola. No en vano Lonely Planet la eligió como la mejor ciudad para visitar en 2017 y ese atractivo especial que le otorga a Burdeos su dinamismo y carácter cosmopolita de su recuperada juventud no se ha visto desnaturalizado aún por el turismo de masas o por lo menos no se percibe.

Transporte público

Para recorrer Burdeos, es preferible aparcar el coche y utilizar el transporte público como el tranvía, que funciona muy bien, o la bicicleta que permite moverse sin problemas por el carril-bici. También están de moda los patinetes eléctricos, aunque es muy apetecible pasear la ciudad, cuyo centro no es demasiado extenso y se anda con facilidad.
Para ir contracorriente, mi recomendación es empezar la ruta por la orilla derecha del Garona y acercarse al barrio de moda, llamado La Bastide y que acoge el Proyecto Darwin, con una decadente zona industrial reconvertida en un multiespacio decorado con multitud de grafittis -muchos de ellos recuerdan la estética de la película El planeta de los simios-, que incluye un hangar-restaurante, coworking, slowfood, una nave transformada en circuito para patinadores y música en vivo. Vanguardia y diversión a 10 minutos del centro.

Un paseo agradable es continuar por esa recuperada ribera del río hasta cruzar el puente atirantado que se abre para permitir el paso de barcos, y llegar a la Cité de Vin, convertido desde su construcción en el símbolo de la ciudad renovada, un edificio ondulante y dorado que acoge un centro de interpretación del vino. La arquitectura del museo y el diseño de sus espacios interiores merecen más la pena que el contenido interactivo como tal. El centro histórico de Burdeos, con más de 300 monumentos protegidos y uno de los mejores legados del siglo XVIII y XIX, merece un recorrido con calma -no en vano la Unesco le otorgó el título de Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 2007-, para saborear tanto sus edificios más emblemáticos como sus vinotecas, bistrós y tiendas gourmet, donde comprar desde quesos (Fromagerie Jean d’Alos), foie (Lafitte), champagnes y vinos (Badie), chocolates (Cadiot Badie) y canelé, un bizcocho típico recubierto de caramelo.

Pequeña París

Y para empaparse un poco de la denominada la pequeña París, es imprescindible dar una vuelta por la Explanada de Quincoces, la medieval Puerta de Cailhau, que parece la entrada a un castillo de hadas, la imponente Catedral de San Andrés y la Basílica de Saint Michel, en cuyos aledaños se sitúan un rastro de objetos añejos o mercado de productos gastronómicos típicos de Aquitania, dependiendo de los días de la semana. El Palacio de las Bellas Artes, el Gran Teatro y la Plaza de la Bolsa son otros lugares ineludibles. Este último es preferible pasearlo al atardecer cuando en su Espejo de Agua, una superficie de casi 4.500 metros cuadrados con fuentes, refleja el majestuoso monumento en forma de media luna.

Muy cerca de la Bolsa y si el tiempo lo permite, es muy apetecible tomarse un refresco en la terraza del Grand Castan de estilo belle epoque o ocupar sus mesas interiores bajo la piedra caliza que lo decora y engulle su barra. Para comer excelentes ostras con champagne, un lugar ideal es la Boite a Huitres. Muy cerca de ahí, cuando cae la noche se puede escuchar música en vivo en un ambiente muy distendido de gente bailando en la calle. Para los amantes del queso, otro lugar indispensable es Baud et Millet, una tasca con una cava de quesos para perderse con más de 100 referencias, que es el sueño de los amantes de este excelso producto lácteo.

Oferta gastronómica

Capítulo aparte merece la interesante oferta gastronómica de Burdeos, que atesora dos restaurantes con dos estrellas Michelin y tres con una. Ubicado en el aristocrático Gran Hotel Intercontinental, Le Pressoir d’Argent es uno de los afortunados con dos estrellas -la segunda la consiguió el pasado año- y liderado por el chef israelí Gilad Peled, bajo la batuta del mediático Gordon Ramsey. El nombre del restaurante procede de una prensa de langosta de plata maciza, de la que solo hay cinco en el mundo, y que se utiliza en el restaurante para elaborar uno de sus platos estrellas: la langosta bretona.

En este espacio de distinción y elegancia, con cortinajes de terciopelo, tapices en la pared y grandes jarrones de orquídeas decorando la estancia, se puede optar por comer a la carta o por un menú degustación que incluye dos entrantes, un pescado, una carne y dos postres.
Técnica magistral y mimo hacia un producto mayoritariamente regional podrían definir la cocina de Le Pressoir d’Argent. Soberbia la Ternera de Bazas en fino tartar y crema de ostras con caviar de Aquitania y oxalis brotes; y extraordinario el Huevo de gallina ecológico con castaño ahumado, trufa Noir de Bigorre, setas porcini y cebollas aterciopelado. Muy fino el sabor logrado en el Rodaballo de nuestras costillas asado con manteca de algas, berberechos al natural, acelgas y frégola. Menos apetecible la Ternera de los Pirineos asada en cazuela, macarrones de ceps, alcachofa morada, ajo y peregil. De emocionar, el postre de Higos helados perfectos, velo ligero con bayas de enero, compota de higos asados y verjuice.

Una magnifica carta de vinos y cuidado servicio completan la experiencia.
Otra opción multiestrellada es La Gran Maison de Bernard Magrez. Y para los que gozan con la mixtura de cocinas, una alternativa es el coqueto Restaurante Akashi, de fusión japonesa y francesa.
Para practicar el shopping, sin duda Sainte Catherine, una de las calles comerciales más largas de Europa, es una buena elección. Y para tomar un cóctel nocturno bien elaborado y disfrutar de buena música funky, déjese sorprender por CanCan, una librería clandestina, con una atmósfera canalla encantadora.

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