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César Reales sitúa a Agropal entre las 10 mayores cooperativas de España

Al aplicar los valores de las explotaciones agropecuarias rurales
César Reales, director general de Agropal Grupo Alimentario.
César Reales, director general de Agropal Grupo Alimentario.

Quizás a César Reales, director general de Agropal Grupo Alimentario, le haya influido en su modelo de gestión la figura de Hernán Cortés, sobre cuyas hazañas ha leído varios libros. Si el conquistador extremeño fue capaz de derrotar al poderoso Imperio Azteca gracias a su gran capacidad negociadora al atraer a su causa a los pueblos locales sometidos para que se unieran a la tropa española y a sus dotes de liderazgo para embarcar a su reducida hueste en una aventura que parecía un suicidio, César ha conseguido situar la cooperativa palentina como la segunda mayor de Castilla y León y entre las 10 más grandes de España mediante el crecimiento orgánico, pero sobre todo, a través de varias operaciones de integración de cooperativas en un proceso singular en el panorama castellano y leonés.

Nacido en 1959 en un pequeño pueblo segoviano de apenas 200 habitantes (Montejo de Arévalo), César fue contratado por Agropal cuando sólo tenía 29 años. Era el 2 de enero de 1989 y por aquel entonces la empresa social registraba una facturación de 9 millones de euros y contaba con una plantilla de 25 empleados, “de los que decían que sobraban 10”, recuerda. Hoy en día, este grupo alcanza una cifra de negocio de 247 millones de euros (se encuentra entre las 25 mayores empresas de nuestra comunidad autónoma y es la cuarta de Palencia), y cuenta con 352 trabajadores y cerca de 8.000 socios de las provincias de Palencia, Valladolid, Salamanca, Zamora, León y Burgos.

Compaginar los estudios con las tareas del campo

A César no le ha costado adaptarse a la gestión de un negocio relacionado con el sector agropecuario y con el mundo rural, pues ésos son sus orígenes. Sus padres poseían una pequeña explotación agrícola y ganadera, por lo que desde niño le tocó compaginar los estudios con las tareas del campo. Ya con 10 años ayudaba a sus padres antes de ir a la escuela y, cómo no, también cuando salía de clase y en vacaciones. “Y lo hacía con mucho gusto”, aclara con orgullo. Así que desde muy pequeño se acostumbró a compatibilizar los libros con faenas como arar, sembrar, recoger la remolacha o cuidar la cabaña porcina, “en definitiva, he hecho de todo”, resume.

Después se fue a estudiar a la cercana localidad de Santa María de Nieva, el bachillerato a Segovia y por último se licenció como ingeniero agrónomo en la Universidad Politécnica de Madrid, donde también obtuvo un Máster de Cooperativismo por la Universidad Autónoma de la capital madrileña. Aquellos años fueron de intenso trabajo pues se pudo pagar la carrera gracias a las becas que obtenía por sus notas.

Y claro, esos orígenes marcan. “Aquella experiencia en mi casa y en los estudios fue esencial en mi carrera profesional, me sirvió para sobreponerme a las dificultades e intentar hacer siempre cosas nuevas”, señala César, quien defiende con ahínco a la gente del campo: “los agricultores y los ganaderos tienen espíritu empresarial, son empresarios ya que de su esfuerzo y acierto depende su subsistencia”. En su caso, recalca que sus progenitores le inculcaron valores como el esfuerzo, el sacrificio y el saber valorar las cosas cuando te desenvuelves en unas circunstancias marcadas por la escasez de recursos y la constante incertidumbre, pues nunca se sabe la productividad final de una cosecha amenazada por las inclemencias meteorológicas y las plagas.

Optimizar la gestión

Como ejecutivo, su principal reto es optimizar la gestión para “obtener los máximos beneficios y rendimientos” para los alrededor de 8.000 socios de Agropal, es decir, casi 8 millares de familias asentadas casi todas en el mundo rural. “Como cooperativa, nuestro objetivo es ayudarles a tener un futuro más próspero y una mejor calidad de vida”, matiza, un desafío que no es baladí para fijar la población en las zonas periféricas alejadas de las comodidades de las urbes. César defiende el modelo empresarial del cooperativismo porque asegura que beneficia a más gente (socios y sus familias, además de empleados), tiene un mayor sentido de la justicia social y apuesta por el largo plazo.

“Por eso, la mayor satisfacción que tenemos en Agropal es ver la gratitud de los socios. Ése es nuestro mayor éxito”, precisa. En su opinión, la cooperativa presidida por Lucas Ferreras basa su filosofía en cubrir todas las necesidades del socio al prestarle numerosos servicios, afrontar los problemas según surgen y ser honestos con sus grupos de interés. “Nunca prometemos nada que no podamos cumplir”, asevera.

Para este ejecutivo, cuyas jornadas sobrepasan las 10 horas diarias y viaja más de 60.000 kilómetros al año, la alta dirección debe de tener unas grandes dosis de vocación: “no puedes estar en esto por dinero. Hay que tener una implicación muy personal. Es un trabajo apasionante ya que es creativo e imaginativo, en el que el valor que generas a los socios te compensa los momentos difíciles”, sentencia.

El mundo urbano vive de espaldas al rural, con esporádicos contactos domingueros para comer bien, pasear y sacar fotos para presumir de vida sana en las redes sociales. Esta ignorancia produce distorsiones de la realidad. “La vida en el campo ha cambiado muchísimo, no tiene nada que ver con lo que yo viví cuando era niño. Hoy en día se tiene una vida muy digna, con muchos medios para hacer las tareas agrícolas y unas comodidades propias del siglo XXI”, explica César Reales, director general de Agropal Grupo Alimentario.

No obstante, el desierto poblacional avanza por estas tierras inexorablemente. “Es cierto, pero se debe a la falta de sensibilidad de la sociedad hacia los pueblos, se cree que se vive peor; sin embargo, en algunos aspectos la calidad de vida es superior a muchos barrios de las ciudades”. Entonces, ¿qué se puede hacer para cortar esta hemorragia? “Creo que deberían ponerse en valor las ventajas de vivir en las zonas rurales y aprobar desgravaciones fiscales para los habitantes de los pueblos, porque afrontan más gastos al tener que viajar para acceder a determinados servicios, como la educación y la sanidad”, comenta César.

Más información en el número de mayo de la revista Castilla y León Económica

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