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Magna Vides, un legado natural con más de un siglo

La bodega burgalesa posee viñedos de hasta 110 años y apuesta por preservar un “patrimonio de esta tierra”
Magna Vides elabora hasta siete vinos diferentes de la añada 2019, pero de reduc
Magna Vides elabora hasta siete vinos diferentes de la añada 2019, pero de reducidísima producción.

Cepas gigantes, viñedos como pequeños árboles, plantados hace 80 años, dan nombre Magna Vides, un proyecto desarrollado en La Aguilera, en plena Ribera del Duero burgalesa. En 1999 llega a manos de la familia de Pablo Arranz, uno de los socios fundadores, la primera parcela, “un precioso viñedo plantado por mi bisabuelo hace 80 años antes situado en una ladera mirando al atardecer en el paraje del Sotillejo, divisando la cuenca del Río Gromejón”. Pocos años después, Arranz, junto con Andrea Sanz, la otra socia fundadora, dan un giro de 180 grados a sus vidas y en 2005 ponen rumbo hacia tierras castellanas desde su Madrid natal. Un cambio de vida con un sueño en mente: “empezar de cero en el campo, cuidar el viñedo de nuestros antepasados y elaborar un vino excelente, coherente con nuestra forma de ver el mundo”.

Tras ese punto de partida, el propietario recuerda cómo gente mayor del lugar ofrecen sus viñas a su familia “porque en ese momento nadie quería cuidarlas, se estaban abandonando. Gracias a eso conseguimos una valiosa colección de viñas antiguas que hoy son la sólida base de nuestro proyecto. Cruzamos el río a la otra cara del valle, en Quintana del Pidio, y nos hicimos con tres viñas más, con una orientación diferente”, señala Sanz. 

‘Tesoro’

Una de las claves en la filosofía de esta bodega es respetar al máximo las viñas viejas -de entre 70 y 110 años- que poseen. “Entendemos que son un tesoro, patrimonio de esta tierra, y lo que ha hecho que la Ribera del Duero exista. Existieron antes de que llegáramos y  existirán cuando ya no estemos. Nuestra labor es cuidarlas para dejarlas mejor que cuando las encontramos, para que sigan su camino a través del tiempo”, matiza la copropietaria.

Su vino estrella, Magna Vides, que da nombre al proyecto, nace de viñedos únicos centenarios situados en un terroir privilegiado en La Aguilera, “cuidados con máximo cariño, admiración y respeto, de manera ecológica. La vendimia la marca la cata de uva en el campo. Cuando su sabor es perfecto, vendimiamos cuidadosamente cada planta y fermentamos cada parcela por separado para respetar su personalidad. Es un vino complejo y profundo en nariz. Es diferente, interesante y único”, sostiene Sanz.

Biodiversidad

En el viñedo, intervienen lo menos posible en cuanto a tratamientos y siempre trabajan en ecológico, buscando el equilibrio entre cepa, hierbas, hongos e insectos. “Queremos potenciar la más variada fauna y flora; una biodiversidad abundante que se regula a sí misma. El trabajo en bodega trata de ser lo más cuidadoso posible, con sensibilidad e intuición, sin protocolos enológicos, con el mayor respeto a nuestro fruto. Cada añada es diferente, y nuestros vinos son diferentes, queremos que sea un reflejo líquido de lo que sucedió con el clima de cada año. Fermentamos en pequeños depósitos y en barricas, con el fin de controlar perfectamente la temperatura, maceración y esencia de cada parcela o variedad por separado”, detallan.

Otras variedades de uva

Magna Vides ha sido una de las bodegas pioneras en elaborar en Ribera del Duero vinos de otras variedades autóctonas y distintas a la tempranillo, como bobal, garnacha, pirulés y próximamente monastrell. “Uvas menospreciadas que prácticamente ya no existen en los viñedos viejos, y tenemos una línea experimental que se llama Alma de Cántaro con estas variedades rescatadas del olvido. Son un canto a la belleza escondida que los prejuicios ignoran”, enfatiza la fundadora.

El objetivo principal de la bodega es seguir coleccionando parcelas de viñedo antiguo, histórico, “para conservar y mantener este rico patrimonio. También estamos recuperando y restaurando bodegas subterráneas para en un futuro próximo, poder elaborar los vinos allí, bajo tierra, como lo hacían nuestros antepasados. Y no olvidamos entre nuestras prioridades de la exportación en nuevos mercados”, asevera Sanz.

La bodega elabora hasta siete vinos diferentes de la añada 2019, pero de reducidísima producción: 2.500 botellas de Magna Vides La Aguilera, 350 botellas de Magna Vides Viñedo singular El Sardal, las mismas que de Magna Vides Viñedo singular Valdecuadrón; de Alba Vides Albillo comercializa 800 botellas; de Vera Vides, un total de 5.000; mientras que de Alma de Cántaro Garnacha produce 650 botellas y de Alma de Cántaro Bobal, 800.

Dentro de su gama de referencias, su vino joven Vera Vides “es una réplica del vino tradicional que elaboraban y se bebían nuestros abuelos. Un vino fresco, goloso, de trago largo, a la antigua usanza”, matizan.
Respecto a otro de sus vinos, los fundadores aseguran: “creemos en respetar el conocimiento y la tradición antigua de una variedad en la que pocos creían hasta hace un año, la albillo, ahora, por fin, amparada bajo el sello de Ribera del Duero, con nuestro vino Alba Vides Albillo. Y además nos encantan este tipo de retos personales. Llevamos más de diez años elaborando estas uvas blancas, siendo un desafío a lo establecido, a los cánones, a lo prohibido”.

Más información en el número de octubre de la revista Castilla y León Económica

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