En la Isla de Bastimentos, en pleno Parque Natural del Archipiélago de Bocas del Toro (Panamá), el tiempo se detiene en el plácido discurrir de las horas sosegadas. Las 10 cabañas de madera y paja construidas sobre el mar trasladan al privilegiado huésped al mundo contemplativo del buen salvaje: tranquilas aguas turquesas a las que se accede desde la plataforma de madera de la propia cabaña; blancas playas de arena fina pintadas de palmeras y manglares que se sumergen en el mar movidos por la brisa suave del trópico; el vuelo raso de un pelícano que se pierde en el horizonte; un arcoiris suspendido sobre la nube preñada de agua; caracolas gigantes enredadas en las raíces de la floresta; salitre en la piel morena de los 700 habitantes indígenas Ngäbe, que habitan un área denominada Quebrada de Sal en esta isla de 52 kilómetros cuadrados -una de las más grandes de Panamá-; aletargan el espíritu estresado del viajero llegado de otro mundo, que ha olvidado el sonido del silencio como papel de seda en la soledad de la naturelza.
Respeto al ecosistema
Construido respetando el frágil ecosistema que le alberga para evitar alterar la fauna y flora del lugar como sus manglares, cocoteros y arrecifes de coral o sus cocodrilos, caimanes, manatíes, peces sábalo y serpientes coral cobijados en sus pantanos, el Hotel Azul Paradise ofrece habitaciones austeras mecidas por el mar, provistas de aire acondicionado y ventilador, ducha de agua caliente, una gran cama, amplios ventanales abiertos al Caribe y hamacas en la terraza de madera.
Las estancias se completan con una zona común de bar sobre la playa para el almuezo y los cócteles y un resturante donde se sirven las cenas y los deliciosos desayunos, compuestos por fruta y zumo natural y una gran variedad de platos abundantes, desde tortillas a burritos o huevos preparados de distintas maneras.