Carlos Moro (Valladolid, 1953) se encontró ante una disyuntiva al ser, con 22 años, el único estudiante de su promoción que finalizó los estudios de Ingeniero Superior Agrónomo en los 5 cursos reglamentarios en la Universidad Politécnica de Madrid: podía elegir entre un puesto de técnico en una bodega de Rioja, trabajar en una empresa de piensos o asumir un cargo en el Ministerio de Agricultura. Y optó por esta última alternativa. Era el año 1976 y apenas una década después había alcanzado el máximo nivel técnico profesional en la Administración. Había cubierto sus expectativas cuando escuchó la llamada de la tierra, de su tierra, Valladolid, donde su familia, desde generaciones, cultivaba los campos y elaboraba vino.
Y así, en el año 1988 constituyó el Grupo Matarromera, que en la actualidad cuenta con 1.000 hectáreas, de ellas 575 de viñedo y 120 de olivos, ocho bodegas, una destilería, una almazara, una planta de deconstrucción molecular y otra de extracción de polifenoles, con una plantilla de 160 trabajadores y una facturación que en 2015 alcanzó los 20,3 millones de euros.
Decisión acertada
Y a tenor de los resultados, la decisión fue acertada. En su primera añada elaborando vinos, la de 1994, uno de ellos fue designado mejor vino del mundo. Ningún vino español había sido Gran Medalla de Oro en un Concurso Oficial Internacional. “Aquello tuvo una repercusión enorme”, recuerda. Carlos explica que es empresario “por absoluta voluntad, deseo y decisión. Quise romper con el status privilegiado que tenía por una vocación y pasión”.
El presidente del Grupo Matarromera se define a sí mismo como una persona “íntegra, con unos valores éticos y morales que he mamado en mi familia y durante mi formación académica. Soy leal con mi tierra, con mi gente, con mi familia y trabajadores; y entregado a lo que hago, a intentar crear valor en esta tierra y aportar algo en esta vida”. Carlos recuerda constantemente a sus progenitores. De su padre aprendió muchas cosas relacionadas con su profesión: de la tierra, el suelo, el clima; mientras que su madre “me enseñó a relativizar los éxitos y a valorar las cosas pequeñas y el esfuerzo del trabajo”.
Reto
¿Y cuál es el reto como empresario del presidente del Grupo Matarromera? “Dirigir y gobernar un conjunto de empresas que sean sostenibles en el tiempo, que den seguridad y trabajo a todos los que estamos involucrados en este proyecto, cuya prioridad es elaborar productos de excelencia y máximo valor añadido de los que estamos orgullosos”.
Matarromera siempre ha seguido un camino de innovación permanente y ha sido pionera en muchos campos. Valga como ejemplo, en el ámbito del enoturismo, que es una de las primeras bodegas a nivel mundial que entre las visitas que oferta, existe una en la que el propio presidente protagoniza el recorrido y explica la historia de la empresa y sus procesos de elaboración. “Aplicamos la I+D+i en todo lo que hacemos. También en captar las emociones del turista”, precisa Carlos, quien añade que ser empresario “significa crear de forma permanente”. Y no es una afirmación baladí, habida cuenta de que su compañía creó una categoría de productos -reconocida por consultoras de la talla de Nielsen- con sus vinos sin alcohol.
Exportaciones
La empresa vinícola también posee una importante implantación en los mercados exteriores, donde exporta entre el 35% y el 42% de su producción. Respecto a la filosofía del modelo de gestión, el presidente del Grupo Matarromera señala que el principal objetivo “es involucrar a todo el personal, sobre todo a los equipos directivos. Es esencial la formación constante y la aplicación de nuestros valores. No vale todo; hay que jugar con una ética empresarial. Por otro lado, la autoexigencia, que empieza por el presidente y se traslada a toda la organización en trabajo, esfuerzo y búsqueda de la máxima calidad”.
Para Carlos, el éxito de su trayectoria profesional radica en “haber constituido un conjunto de empresas que aportan valor a Castilla y León y España; y también haber dado vida a una zona rural que no sería la misma sin empresas como la nuestra”.
El empresario también habla sin tapujos de los proyectos que no salen adelante. “Se aprende mucho de ellos. He emprendido muchas cosas y algunas no han fructificado”, señala mientras pone de ejemplo un portal de comercio electrónico que constituyó en los 90 con la fiebre de las puntocom y que tuvo que interrumpir. “Y digo bien interrumpir, porque en la actualidad estamos muy bien posicionados en el ámbito del comercio electrónico con cinco tiendas online”.
El presidente del Grupo Matarromera, es un apasionado de la cultura, y en especial de la música. “Rara vez digo que no a asistir a una ópera o un concierto de música clásica si tengo ocasión”, comenta. También dedica tiempo a pasear por el campo y a las charlas y reuniones con sus amigos. Todo eso pasa a un segundo plano cuando vienen a visitarle sus nietos, que residen fuera de España y a los que “dedico el 100% de mi tiempo”. El empresario vallisoletano es muy madrugador. Se levanta al alba. “Miro el cielo, contesto mails y a veces paseo por los viñedos. Suelo llegar el primero a la bodega, en ocasiones abro yo la puerta; y también a veces soy el que apaga la luz y cierra, más allá de las 9 de la noche”, aunque reconoce que hay pocos días estándar y que pasa la mitad del año fuera de su residencia habitual.
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