Es de los sitios a los que hay que peregrinar para ir a comer allí. Y no es para menos porque la cocina de Nacho Manzano es de las que incitan a la oración o al pecado, según se mire. El paisaje previo, que se recorre por una carretera intrincada entre montañas próximas al Parque Natural de la Cueva Rosa, deja vislumbrar el paraíso y limpia el alma con humedad purificadora.
Es un anticipo del deleite de los sentidos que se disfrutará en el interior de esta casona asturiana, remodelada y decorada en estilo neorústico. Con 2 estrellas Michelin, Casa Marcial se ha aupado al podio de los mejores restaurantes de España y se ha convertido en un referente de la cocina asturiana, donde prima el producto y la presencia de la naturaleza de esta tierra próxima al Edén.
El pecado, como en todo jardín, está a la vuelta de cada planta. Y así, camuflado en una rama de árbol con muérdago se encuentra el Crujiente de algas con mahonesa de limón. Pero la búsqueda del placer prohibido continúa con el resto de sus entrantes como Piel de bacalao crujiente con mojo rojo, presentando sobre el propio pez en salazón, insuflado de lujuria por el Manzanilla Barbadiana Magnum de Sanlúcar de Barrameda, en un menú degustación con maridaje de vinos. Y después de purgar las penas con el amargor de la Endivia, suavizado con suero de leche, rúcula y esencia de naranja, que reconforta el paladar una Cerveza Mica Cuarzo de Aranda de Duero, nos atraen inexorablemente las Almejas con licuado de perejil, gel de algas y granizado de su agua. Sensuales en olor, sabor y textura. La delicadeza de la Ensalada de merluza con holandesa y huevas secas tiembla lasciva en la boca, juguetona en su ensamblaje con Domaine de Montbourgeau 2012, de la denominación francesa L’Etoile. Y para satisfacer el deseo agreste contenido, llega el Arroz con pitu caleya, untuoso y racial, potenciado por un Jean León Magnum 2001. En el relax posterior al climax, la sutileza de la Pana Cotta de apio con granizado de hinojo y manzana y la dulce caricia de la Ensalada de chocolate nos devuelven la inocencia perdida.