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José Miguel Isidro consolida en 20 años Europac, una de las compañías líderes del sector papelero en España

El grupo cuenta con fábricas en España, Portugal, Francia y Marruecos
José Miguel Isidro Rincón, presidente ejecutivo del Grupo Europac.
José Miguel Isidro Rincón, presidente ejecutivo del Grupo Europac.

Una cosa es ser aficionado a la lectura y otra leer un libro cada 2 ó 3 días. José Miguel Isidro Rincón (Valladolid, 1951), presidente ejecutivo del Grupo Europac, es un lector compulsivo, un auténtico devorador de ejemplares que al año lee más de 150 obras de todo género, desde literatura hasta historia. En estos momentos está interesado por la época colonial de España en Guinea Ecuatorial y Marruecos.

“No hay mucho escrito sobre ese tema, así que mi librero me guarda un volumen en cuanto detecta uno sobre esos acontecimientos”, indica José Miguel, quien, paradojas de la vida, se gana la vida con una compañía papelera. Como dijo una vez, “yo produzco y vendo cartones para poder comprarme libros”. Su temática es vastísima, como el texto que tiene ahora en su mesita: Historia del clero en el tiempo de la revolución francesa, de Agustín Barruel. Esa pasión se nota en su conversación, salpicada de citas literarias, episodios históricos o personajes mitológicos.

El también recientemente elegido presidente de Empresa Familiar de Castilla y León (EFCL) procede de una saga empresarial vallisoletana que hunde sus raíces en 1890, cuando su abuelo fundó una pequeña fábrica de cartón en la céntrica calle Miguel Íscar de la capital del Pisuerga. Su primer contacto con la industria “fue cuando tenía 10 años, entonces mi abuelo me llevaba los domingos al patio interior de la nave para dar de comer a los gatos”, recuerda.

Pronto le entró el gusanillo por el mundo de los negocios y cuando tenía 15 años montó una pequeña granja con 50 conejos, apoyado financieramente por sus hermanas. “Fue un desastre, porque a los animales les daba por morirse. Mis hermanas se molestaron bastante porque perdieron sus ahorros y yo decidí no volver a tener ninguna actividad relacionada con seres vivos”, rememora con cierto remordimiento por tan estrepitoso fracaso y por mermar la hucha familiar.

Compraventa de empresas

En los 70 se marcha a estudiar a la prestigiosa Universidad de Deusto, donde se gradúa en Ciencias Económicas y Empresariales, en una carrera que es cantera de directivos del mundo empresarial y financiero de España. Algunos de sus compañeros incluso llegaron a presidir bancos, como es el caso de José Ignacio Goirigolzarri (Bankia). Nada más terminar los estudios se incorpora al mundo laboral como director de Aeroplast, empresa de embalaje de plásticos ubicada en Valencia, y en 1977 se integra en el negocio familiar como director adjunto de Planificación Financiera, Control y Auditoría Interna.

En ese período, el grupo se dedicaba a poner en marcha o reflotar empresas dedicadas a la fabricación de papel y cartón para luego, una vez que eran rentables y estaban posicionadas en el mercado, venderlas a otras compañías. “Llegamos a cerrar más de 30 operaciones en España, Chile, Guatemala, Puerto Rico y Colombia”, indica el presidente del Grupo Europac. En 1988 abandona el mercado sudamericano afectado por una aguda crisis económica para centrarse en España.

En nuestro país, la compañía se encuentra con que poseía 3 fábricas en Dueñas (Palencia), Cataluña y Aragón que eran poco competitivas. Tenían 2 salidas, cesar su actividad o reflotarlas. Y optaron por lo segundo. “Conocíamos muy bien el sector, así que decidimos desarrollar nuestro propio grupo”, indica José Miguel.

Fusiones

En 1995 fusionan Papeles y Cartones de Cataluña y Papelera de Castilla para constituir el Grupo Europac con un episodio que refleja el carácter de este infatigable empresario. “Las escrituras se firmaron a las 0,00 horas del 31 de diciembre. Teníamos que cerrar la operación en ese ejercicio con el fin de que no caducaran los balances, lo que nos obligaría a repetir de nuevo todo el proceso legal. Como era Navidad y el notario tenía todas las fechas comprometidas, le invité a cenar junto a los consejeros el 30 de diciembre en un restaurante de Madrid y rubricamos los documentos pasadas las 12 de la noche”. Así es José Miguel, por lo que no extraña que quienes le conocen bien le califiquen como una persona muy constante y perseverante. Él, más prosaico, afirma: “cuando muerdo, no suelto”.

También recuerda una máxima de su padre que ha aplicado a lo largo de su vida empresarial y que ilustra muy bien su carácter: “entrega sin límite, constancia en la lucha y firmeza en la adversidad”. Ese axioma le ha llevado a aumentar la facturación del Grupo Europac de los 62 millones en 1995 a los 1.084 millones de 2015, con un beneficio neto de 32 millones (de los que el 50% se destina a dividendos para los accionistas), una plantilla de 2.288 trabajadores y 26 instalaciones industriales, entre fábricas de papel, cartón, centrales de cogeneración de energía y centros de gestión de residuos, en España, Portugal, Francia y Marruecos.

Para acometer ese galopante desarrollo, la compañía ha acompañado el crecimiento orgánico con la compra de empresas en España, Portugal y Francia gracias a la experiencia que ya tenía en este tipo de complejas adquisciones.

El Grupo Europac cotiza en Bolsa desde julio de 1998 en una operación diseñada “porque queríamos abordar una ampliación de capital”, indica José Miguel. Aquella maniobra cambió completamente la compañía, ya que les obligó a rendir cuentas trimestralmente, mantener una relación más estrecha con inversores, sistema financiero y organismos reguladores y profesionalizar completamente la gestión del holding.

Su nuevo reto “es mantener la velocidad de crucero, seguir creciendo, con todo lo que eso implica en procedimientos y organización. Invertimos mucho tiempo reinventado la empresa, nunca puedes decir que has llegado a la meta porque entonces puedes morir de éxito”.

Su modelo de gestión se basa “en la comunicación, tanto escuchando a directivos y empleados como transmitiendo los objetivos del grupo. Sólo así puedes tomar las decisiones adecuadas”. Tiene siempre claro que el norte de cualquier compañía “es ser rentable, de lo contrario no tiene sentido tener una empresa. A veces, algunos olvidan esa máxima y pasa lo que pasa”. Considera que la forma de dirigir un negocio evoluciona constantemente según la experiencia acumulada por el empresario y la coyuntura de cada momento. “Soy una persona absolutamente curiosa, me gusta preguntar a otros colegas cómo hacen las cosas porque siempre puedo aprender”.

De sol a sol

En opinión de José Miguel, “se aprende más de los fracasos que de los éxitos. Los errores te obligan a volver a analizar un tema y sacar conclusiones para no repetirlo. Mi padre me decía: puedes cometer todos los errores que te permitan seguir cometiendo errores”. Es decir, que no haya ninguno que te lleve a la ruina.

Preguntado sobre cómo es su jornada laboral, responde sin pensárselo: “de sol a sol”. Evita siempre las comidas de negocios porque considera que son una pérdida de tiempo: “en esos almuerzos se trabaja poco, se come más de la cuenta y pierdes media tarde. Para las reuniones están los despachos, no los restaurantes”. Dedica la mitad de su tiempo a viajar por las fábricas, sobre todo las que se encuentran en el extranjero. Además, al presidir una empresa cotizada le toca vender el valor de sus acciones, por lo que participa en roadshows en las principales plazas financieras, como Londres, París, Nueva York o Düsseldorf.

Amante también del campo y los viajes para conocer otras culturas, sobre todo del África negra, José Miguel considera que ser empresario “es un reto permanente. Todos los días tienes desafíos nuevos a los que debes enfrentarte. En mi caso, el entorno familiar me inculcó esa curiosidad por el mundo de los negocios, pero también debes de tener un componente genético para aguantar tanta presión”. Desde luego, José Miguel puede presumir de ese ADN especial.

Fincas forestales

Como amante de la naturaleza, José Miguel no se resiste a la tentación de seguir muy de cerca las inversiones de su compañía en explotaciones forestales para garantizarse el aprovisionamiento parcial de madera -consume 1 millón de metros cúbicos al año- y aumentar su patrimonio en este área. “Nuestra empresa se caracteriza por tener un modelo integrado, desde el bosque hasta los embalajes”, indica. En la actualidad, la compañía gestiona más de 8.000 hectáreas en fincas distribuidas por España y Portugal. “Todos los años incorporamos nuevas parcelas, no es un tema que me corresponda directamente, pero como me gusta suelo acompañar a los ingenieros forestales de la empresa”.

Gran conocedor de este ámbito, considera que España tiene un gran potencial “porque el bosque está abandonado, y eso supone una pérdida de riqueza y desperdiciar una alternativa para las zonas rurales. Cada año los bosques españoles crecen en 28 millones de metros cúbicos, España sólo consume 8 millones, de los que 3 se importan. Por lo tanto, hay 23 millones de metros cúbicos anuales que no se aprovechan”.

Bodega Barcolobo

También disfruta de la naturaleza en la bella finca de La Rinconada, en Castronuño (Valladolid), bañada por el río Duero y donde se ubica la Bodega Barcolobo, que elabora blancos, rosados y tintos. Aparte de una sociedad patrimonial junto a sus hermanos, José Miguel puso en marcha junto a otros socios minoritarios la sociedad Norforest para la construcción y mantenimiento de instalaciones industriales y para desarrollar pequeñas promociones inmobiliarias.

Además de su recientemente estrenada presidencia de EFCL, José Miguel es miembro del Consejo Asesor de CaixaBank en Castilla y León, de Prosol y del Advisory Council del Rabobank y ha sido consejero de Banco Unión, Banco Urquijo y Popular. “No tengo tiempo para compromisos, pero cuando me llama un amigo no puedo decirle que no”, explica este empresario que no tiene pelos en la lengua, como cuando en 2014 Europac anunció que cancelaba el estudio de un proyecto de inversión por 160 millones en Dueñas debido a los sobrecostes provocados por la reforma energética recientemente aprobada, algo que no sentó muy bien en un Gobierno español volcado en vender la competitividad de nuestra economía. Pero José Miguel prefirió dar la cara para alertar sobre un problema que afectaba a toda la industria del país.

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