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El periodismo como espectáculo

Por: Luisa Alcalde
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A principios de esta semana mantuve un encuentro con el escritor vallisoletano Gustavo Martín Garzo en el que me trasladó su pesadumbre por cómo está afectando la crisis a la cultura y hasta qué punto se ha banalizado la sociedad actual. Para Martín Garzo, la banalidad de nuestra vida se confunde con la banalidad de gran parte de la cultura y el mundo que nos rodea. El autor de Y que se duerma el mar -su última novela- sostiene que nunca las personas hemos vivido sin apenas poner límites a nuestros deseos y, sin embargo, pocas veces hemos tenido menos cosas que contarnos.

Ayer de camino a un encuentro que mantuvo la Junta Directiva de Dircom con los directivos de Telecinco leí un artículo en el periódico El Mundo, basado en una entrevista a Mario Vargas Llosa, titulado La cultura ya no es posible en nuestra época, donde se decía que al Premio Nobel ya no le gusta lo que ve en este parque de atracciones, en esta tómbola, donde la cultura ha degenerado en espectáculo.

Ésa es la idea que impregna su nuevo libro La civilización del espectáculo, donde sostiene que “los medios de comunicación son efecto, no los culpables de la banalización. Cada vez son menos los medios serios porque no están en condiciones de sobrevivir. El periodismo se ha convertido en una fuente de espectáculo”.

Luego en la visita a la sede de Telecinco, quizás el modelo de televisión de entretenimiento por excelencia, organizada por Dircom y Mediaset, tuve la oportunidad de conocer parte de las instalaciones, concretamente un nuevo plató destinado a la emisión de un novedoso programa de Jorge Javier Vázquez -que andaba por ahí haciendo pruebas- y los informativos.

Durante el almuerzo en el que los dircom fuimos obsequiados con dosis de hospitalidad, disgresiones enriquecedoras y grandes dotes de humor, a las que Paolo Vasile, consejero delegado de la Cadena, añade su agilidad mental, también estuvieron presentes Jesús Echevarría, Giuseppe Tringali, y Mirta Drago, presidente, consejero delegado y directora de comunicación de Mediaset España, respectivamente.

Autoanálisis

En el transcurso de la comida, aparte de hablarse de la marca España, un caballo de batalla que no acaba de llegar a meta, se lanzaron retos y críticas.

Por parte de los ejecutivos de Telecinco se lamentó la falta de valentía de las grandes empresas al ceder ante las presiones de confidenciales nacidos al albur de Internet, cuyo rigor informativo brilla por su ausencia. Como contrapartida, algunos de los directores de Comunicación sacaron a colación el modelo de televisión de Telecinco, cuyos informativos, con más de 500 personas dedicadas a este espacio, ceden el protagonismo de sus corresponsalías en el extranjero a colaboradores, lo que puede influir en la calidad de las noticias. Los directivos de Telecinco tienen claro que el modelo de corresponsalías al estilo de TVE está superado por ser insostenible económicamente. Lo cierto es que Mediaset, compuesta por siete canales, hace gala de ausencia de duplicidades y de una eficiencia en la gestión de libro.

El fuerte de Telecinco es el entretenimiento, ése que enlaza directamente con la frivolidad, comprado por una gran parte de la audiencia, audiencia que es el reflejo de una sociedad banal. Telecinco vio hace años ese hueco en el mercado español y su apuesta por ese nicho es perfectamente legítima. Satisface una demanda que existe. Otra cosa es que nos gustaría pertenecer a una sociedad que prefiriera leer a Amos Oz antes que tragarse ni un solo minuto del mal gusto que impregna la imagen de Belén Esteban. Pero ese es un deseo, al que nuestra propia mediocridad pone límite.

4 comentarios

  1. Magnífico artículo, Luisa. Ayer mismo escuché al propio Vargas Llosa una emocionada defensa del Periodismo Verdadero, en la entrega de Premios del Centro Internacional de Prensa. Sin embargo tengo que decir que creo injusto relacionar -aunque sólo sea en la proximidad de los párrafos del artículo- a Telecinco exclusivamente con el Espectáculo en sentido peyorativo. He trabajado nueve años en esa cadena, y he conocido unos informativos mucho más independientes, sin duda alguna, que otros que presumen de serlo a bombo y platillo. Claro que Telecinco hace Espectáculo, pero no es obligatorio verlo: ¡hay tantas ofertas alternativas de ocio! Si divierte a un 14 o 15% de la audiencia televisiva española, pues tan ricamente: que unos se lo pasen bien y los otros hagan negocio con ello, ¡claro que sí!
    Dicho lo cual no puedo dejar de dar la razón al gran Vargas en el repudio al amarillismo y al morbo innecesario. Pero creo que cuando dice estas cosas no está pensando precisamente en Fuencarral.

  2. Querido Alberto:
    Gracias por participar en este blog, gracias por tus acertadas reflexiones que comparto. Si has sentido un sentido peyorativo cuando he mencionado los informativos de Telecinco, no era mi intención, y menos cuestionar su independencia y la de los profesionales que como tú habéis trabajado en ella. Simplemente quería reflejar que en una balanza la apuesta de la cadena se inclina más hacia el espectáculo, lo que es perfectamente legítimo porque cubre una demanda del mercado.
    Sobre Vargas, qué decir. Admiro su obra y comparto muchas de sus ideas.
    Un abrazo.

  3. Totalmente de acuerdo Luisa.
    Pero desde mi punto de vista, y en un contexto más amplio, es mucho más grave.
    Porque esa misma mediocridad es la que nos está expulsando, una vez superado el umbral de tolerancia, del paraíso de un estado del bienestar que no hubiesen podido ni siquiera soñar cualquiera de las generaciones que nos han precedido y que, lamentablemente, no estamos seguros de que puedan disfrutar algunas de las que nos sucedan.
    Esa mediocridad es la misma de las facturas sin IVA que nos vienen bien a las dos partes, la misma de los medicamentos gratis para toda la familia con la tarjeta de la abuela, la misma de las bajas ilimitadas firmadas por un buenismo bovino y pagadas con pólvora ajena o la misma de subsidio de desempleo más cuatro chapuzas en B es igual a vivo mejor que aceptando un trabajo.

    La misma, en definitiva, que nos ha llevado a pensar, con la colaboración inestimable de algunos medios de comunicación y muchos políticos, que nuestra vida actual, la individual, la de cada uno, es una especie de consecuencia inexorable de la suma de actuaciones de la unión europea, el gobierno, los bancos o, en la última semana, la monarquía y Cristina Fernández de Kirchner, y no del grado de acierto que hayamos conseguido al tomar cada una de nuestras decisiones individuales, a lo largo de nuestra vida.

    Micro decisiones, la mayoría, como la que tomas con veinte años, en España, matriculado en una Universidad subvencionada en un 85%, entre seguir tumbado en el sofá viendo el Sálvame Deluxe o incorporarte un poco y abrir un libro, por ejemplo, de Amos Oz.

    1. Querido Vicente:
      Efectivamente tus reflexiones son mucho más amplias que las que se recogen en este artículo, pero que si, ha servido para suscitar todas y cada una de esas críticas, pues me alegro.

      Lo cierto es que describes a la perfección un escenario dramático. Pero no todo está perdido. Yo creo en la fuerza del individuo y en el espíritu colaborativo. En la responsabilidad de cada uno y en la cultura del esfuerzo que coloca a cada cual en su justa medida y en el lugar que nos corresponde para empezar a sumar junto a los demás comprometidos.

      El talento y el espíritu “excesivo” (que dirían mis anfitriones italianos de Telecinco) deben de abandonar este letargo depresivo y dirigir su foco de atención hacia una salida común. No es difícil, es cuestión de confianza y autoestima.

      Gracias por tus interesantes aportaciones, un abrazo.

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