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Impermeables a la destrucción creativa

Por: Alberto Cagigas
Al menos, la visión positiva de estos datos es que contamos con unas filiales de
Al menos, la visión positiva de estos datos es que contamos con unas filiales de las multinacionales automovilísticas muy competitivas a nivel mundial, que disponemos de una clase empresarial del sector agroalimentario que ha sabido aprovechar el potencial y la riqueza de este territorio y que existe un grupúsculo de empresarios capaces de situar a sus compañías como líderes nacionales en sectores con poco peso en nuestra economía.

De la pujanza de la clase empresarial de EE UU admiro muchos aspectos, sobre todo su talento para regenerarse y crear nuevas corporaciones líderes en sectores emergentes. Si uno analiza la lista de las empresas más grandes del gigante norteamericano, verá que esos negocios se fundaron hace escaso tiempo, algunos con orígenes tan humildes como los garajes de las viviendas de los primogenitores de esos emprendedores.

Estamos hablando de Apple, Alphabet (Google), Microsoft, Facebook y Amazon. Antes los líderes norteamericanos pertenecían a los sectores financiero, petrolífero, distribución, farmacéutico o telecomunicaciones, ahora todos son tecnológicos.

¿Y en el futuro?, pues a saber, dada la capacidad de ese país para generar nuevos negocios a escala mundial, tal vez estarán especializados en inteligencia artificial, robótica, big data, biotecnología o industria espacial.

Por el contrario, si estudiamos la evolución de las compañías de mayor tamaño en nuestra comunidad autónoma durante los últimos 20 años, una lectura que se puede realizar gracias a que publicamos el Ranking de las Mayores Empresas de Castilla y León desde hace 2 décadas, la situación es diametralmente opuesta.

El listado sigue estando dominado por la automoción e industria auxiliar, la agroalimentación y el turismo. En este Top 50 sólo se ha colado una empresa (Global Exchange) que opera en un nicho de mercado que no es tradicional en esta tierra, como es el cambio de divisas a escala internacional. El resto pertenece a actividades ya hegemónicas a mediados de los años 90 del pasado siglo.

Los escasos movimientos registrados en este ranking han sido, no por la irrupción de empresas emergentes, sino por la desaparición de compañías pertenecientes a sectores afectados por una aguda crisis como minería, construcción e inmobiliario o a actividades con una fuerte concentración, como los supermercados.

Nos encontramos, por lo tanto, con una economía que sigue estando liderada por la automoción y la agroalimentación, con casos aislados de empresas pertenecientes a otros sectores como farmacéutico, industria (papelera, aeronáutica, transformación de vidrio) o servicios.

Al menos, la visión positiva de estos datos es que contamos con unas filiales de las multinacionales automovilísticas muy competitivas a nivel mundial, que disponemos de una clase empresarial del sector agroalimentario que ha sabido aprovechar el potencial y la riqueza de este territorio y que existe un grupúsculo de empresarios capaces de situar a sus compañías como líderes nacionales en sectores con poco peso en nuestra economía.

Este fenómeno no significa que en Castilla y León no se innove, porque de hecho según los últimos datos disponibles de 2016 las empresas castellanas y leonesas incrementaron un 26% su gasto en I+D+i en ese ejercicio hasta superar los 363 millones, lo que representa casi el 60% del total ejecutado en la región. Es decir, en este ámbito el sector privado tiene más peso que el público, pero apenas se registran innovaciones disruptivas que den lugar a nuevas actividades cuyas compañías se sitúen entre las más grandes al tratarse de una I+D+i muy centrada en los negocios tradicionales.

Desconozco cómo estará configurado el ranking de las mayores empresas de EE UU y de Castilla y León dentro de otras 2 décadas, aunque intuyo que mientras que allí aparecerán nuevas multinacionales en actividades que ahora ni existen, en nuestra comunidad autónoma se mantendrán las compañías de los sectores tradicionales en una tierra impermeable al concepto schumpeteriano de la destrucción creativa.

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