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El caso de superación que más admiro

Por: Alberto Cagigas
Alberto Cagigas, director de Castilla y León Económica.
Alberto Cagigas, director de Castilla y León Económica, durante la presentación de los IX Premios Castilla y León Económica.

Ante la petición de varios asistentes al acto de la entrega de los IX Premios Castilla y León Económica, a continuación reproduzco una parte de mi discurso en el evento.

“En los 2 últimos años de esta gala, he empezado mi discurso de forma literaria al contaros un cuento de García Márquez y un demoledor párrafo de la escritora norteamericana Ayn Rand. 

Esta vez, para reflejar la coyuntura en la que nos encontramos, no voy a recurrir a la literatura, sino a una historia real que me contó una persona que hoy se encuentra entre nosotros, en este auditorio, y que me impresionó mucho. Esta historia me pareció tan buena, que le pedí permiso para contarla hoy, aquí, en un acto público ante más de 700 personas. Generosamente me dio su conformidad y tengo el placer de compartirla con vosotros.

Pero antes de empezar el relato, quiero haceros una seria advertencia. Que nadie vea en esta historia una alabanza política a una etapa de nuestro pasado, que ninguna mente cerril vea en esta odisea una loa a un régimen político. Se trata, sencillamente, de una historia de superación que a mí me ha recordado, en otro ámbito, a las cientos de historias de superación que he visto en la reciente crisis.

Corría el año 1936 cuando nuestro protagonista, de nombre Manuel, vio cómo al día siguiente del inicio de la Guerra Civil sacaron a la fuerza de su casa a su hermano mayor, que era un joven abogado. No volvió a tener noticias de él hasta que pasada la noche le avisaron que podía recoger el cadáver de su admirado y amado hermano en la tapia del cementerio del pueblo. 

Manuel, que entonces tenía 19 años, era un joven totalmente apolítico, él sólo quería estudiar Veterinaria, pero aquel fusilamiento le hizo tomar parte en la contienda, y aquí empieza su historia de supervivencia.

Voluntario en la zona nacional

Se presenta como voluntario en la zona nacional y a partir de ahí inicia una carrera fulgurante, participando en batallas tan cruentas como la del Ebro o como el sitio de Madrid. Al finalizar la Guerra Civil ya era comandante con ta sólo 23 años.

Manuel vuelve al pueblo, pero no encuentra acomodo porque le siguen persiguiendo los fantasmas de todos los horrores que ha visto. Así que en 1941 se marcha de voluntario a la División Azul, junto a otros 50.000 españoles, huyendo tal vez de sí mismo. Su primer destino fue el sitio de Leningrado, donde murieron un millón y medio de personas y donde tuvo que soportar temperaturas de hasta 40 grados bajo cero. Tras la derrota, se propone la disolución de una División Azul muy mermada por las bajas. Manuel decide quedarse con otros 2.000 españoles en lo que se conoció como la Legión Azul. Después de participar en varias encarnizadas batallas, los rusos le cogen prisionero en el asedio final de los aliados a Berlín, muy cerca del búnker donde Hitler se suicidó. En ese momento ya sólo quedaban 150 españoles, que fueron llevados a los gulags de Borovichi y Makarino, ubicados a cientos de kilómetros al norte de Moscú. Allí estuvieron 8 años, donde sufrieron, como es fácil de imaginar, todo tipo de penalidades. En 1953, tras la muerte de Stalin, el Gobierno ruso aprueba la liberación de estos españoles. De los compañeros que salieron con Manuel de España 12 años atrás, sólo quedaban con vida 22.

Manuel regresa a su pueblo con 36 años. Todavía es joven, pero se ha convertido en un hombre descreído de la vida y de la raza humana, después de haber visto la violenta muerte de miles de personas, violaciones, canibalismo, en definitiva, lo peor de la naturaleza humana. Sin embargo, con 40 años, conoce en su pueblo a una jovencita de 16 años, se enamora perdidamente de ella y vuelve a creer en la vida. 3 años después se casan y tienen 3 hijos, uno de los cuales, y que hoy nos acompaña, me ha contado esta historia de superación. Manuel trabajó de veterinario hasta los 84 años, ahora tiene 98 años y sigue viviendo con esa mujer que le hizo volver a creer en la humanidad.

Os he contado esta historia porque para mí es el mejor relato de superación que he escuchado y porque es un símil perfecto de lo que hemos pasado miles de empresarios y autónomos durante la pasada crisis, en la que hemos visto morir cientos de negocios. Y lo que para mí es peor, muchos de los supervivientes se han convertido en un fantasmal ejército de descreídos, escépticos y pesimistas en el mundo empresarial.

Creo que ya ha llegado el momento de cambiar de mentalidad, ensalzar la heroica labor de los empresarios y directivos que, como vosotros, han aguantado en pie la dura crisis y volver a recuperar la ilusión en estos nuevos tiempos. Creo que, como le pasó a Manuel con aquella adolescente, tenemos que volver a confiar en nuestras fuerzas para aprovechar al máximo la nueva coyuntura económica”.

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