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Aquellos maravillosos emprendedores/1: Santiago Santiveri

Por: Carlos Martín Tobalina
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Aprender de nuestros errores se antoja como un hábito fundamental para poder proyectar nuestra economía con más garantías hacia un futuro más próspero. Igualmente, mirar hacia atrás para dignificar nuestro pasado para honrar y reconocer la obra de aquellos industriales que salieron adelante en un entorno complicadísimo nos puede alumbrar y ayudar a encontrar claves que en muchas ocasiones seguimos buscando.

Hablando de emprendimiento en el entorno industrial, durante estos años he tenido el inmenso orgullo de conocer a maravillosos industriales, de apreciar y admirar su trabajo y de reconocer en ese liderazgo las claves de lo que debería ser la recuperación por la que todos trabajamos, o eso quiero pensar.

Emprendimiento e innovación

Los teóricos y especialistas de la innovación y el emprendimiento (2 conceptos indefectiblemente ligados) dicen que si a la creatividad (capacidad para generar ideas) la sumas el emprendimiento (proyectar esas ideas en el mercado) obtenemos proyectos innovadores.

El emprendimiento y la innovación se han convertido en piedra angular de cualquier estrategia económica -pública- territorial que se precie de vanguardista, de tal forma que a día de hoy es ciertamente difícil dar con un territorio (región, localidad, país) que no esté provisto de su plan o estrategia de emprendimiento con la que justificar la apuesta por un cambio en el modelo productivo más innovador y generador de actividad de alto potencial económico.

Pues bien, sin llevar a cabo un exhaustivo análisis ni investigación, en el contacto con industriales y empresarios al que mi trabajo me ha dado la oportunidad de conocer y admirar, he querido encontrar historias reveladoras de grandes industriales de nuestro pasado que con su obra nos han enseñado el camino a tomar para tantos y tantos emprendedores potenciales y nuevos/nacientes emprendedores  que se enfrentan al reto de iniciar un proyecto de creación de riqueza en toda su extensión.

Analizando la teoría del emprendimiento y la innovación, he querido ver paralelismos entre lo que se enseña como materia de ese segmento de nueva actividad y lo que nos han enseñado muchos de nuestros mayores y viejos emprendedores que con al menos tantas dificultades como las que ahora tenemos consiguieron hacer de su proyecto, de su idea, de su sueño, un caso de éxito empresarial.

Siento igualmente la imperiosa necesidad de humildemente contribuir a justificar la necesidad de luchar por un futuro industrial de esta tierra, recordando y dignificando la figura de estos maravillosos emprendedores del pasado que en sucesivos posts os propongo.

En muchos casos, los tenemos muy presentes, en otros, algo olvidados, en cualquier caso, sirva este bloque de artículos que inicio como una vista al pasado para construir mejor el  futuro industrial.

Santiago Santiveri Margarit

En el año 2013, mi trabajo de dio la oportunidad de conocer a Santiago Santiveri Margarit, que entonces contaba con 101 años.

Un directivo de la empresa con una planta en la localidad vallisoletana de Peñafiel me presentaba al señor Santiveri, hijo del fundador de esta empresa dedicada a la fabricación de productos dietéticos.

– ¿Cómo está usted, señor Santiveri?, le preguntaba cuando me le presentaron.
– Estoy Santiveri, me contestó.

Luego, me explicaban que ese saludo se había institucionalizado en la empresa por parte de este maravilloso industrial sobre el que deberían recaer todo tipo de reconocimientos a su humanidad, su inteligencia, su perseverancia, su voluntad, su sagacidad y su generosidad. Un auténtico innovador, un fabuloso emprendedor.

Santiado Santiveri Margarit es el menor de los hijos de Jaime Sanitiveri Pinies, un oscense que continuó con la actividad de comercio textil de la familia de su mujer en Barcelona desde finales del siglo XIX.

Santiago hereda de su padre un sentido innato por emprender proyectos y afrontar y luchar por retos complicadísimos.

Aceptación del reto: de la necesidad, virtud

A  Jaime Sanitiveri Pinies le diagnostican principio de tuberculosis, enfermedad de difícil curación en aquellos tiempos. Después de no encontrar remedio ni solución a su enfermedad, no se resigna a su suerte e investiga y decide probar un método naturista de curación a su mal en Baviera. Allí es tratado en un sanatorio del abate Keinff durante 6 meses. Regresa curado y convencido que la decisión de lucha vital que tomó al emprender ese viaje a Alemania le abre una perspectiva distinta de su proyecto de vida.

Este hito disruptor de su talento, le hace absorber como una esponja un pasaje de su vida que bien pudo terminar con la misma y proyectar su curación hacia un negocio que nada tenía que ver con el tradicional comercio textil al que se había venido dedicando. A este proceso le empuja, además de la voluntad de hacer de esta experiencia vital un modo de vida apostando por la alimentación dietética como negocio, su voluntad de hacer el bien en su entorno tratando de poner en valor y ofrecer a la sociedad una experiencia que en su caso le sirvió para salvar su vida.

Barreras del sistema tradicional

Aún hoy existe en España una corriente tradicional que recela sobre tratamientos alternativos. Los médicos tradicionales en aquella época posiblemente veían en el tratamiento vanguardista que propone este emprendedor innovador una amenaza a su estatus.

El emprendedor Santiveri no ceja en su empeño y continúa su apuesta por ese sector convirtiendo su actividad tradicional de camisería en una actividad cada vez más marginal en comparación con la dietética.

Diversificación

Santiveri, como buen emprendedor, estaba dotado de intuición, ese sexto o séptimo sentido que en los negocios resulta fundamental para tomar y ejecutar decisiones complicadas.

En este caso, apuesta por la distribución de productos Kneipp y por la fabricación  de malta, sustitutivo de café en épocas de escasez. Gran decisión, gran intuición, pues este producto se convertiría en uno de los productos estrella de la nueva unidad de negocio de don Jaime.

Su intuición a la hora de fabricar un producto propio sin tener que depender de la distribución (siempre más seguro que la fabricación) de un producto de éxito como Kneipp, consigue salvar una situación de gravedad al ser vetado años después la comercialización con Alemania de los productos Kneipp como consecuencia de la Guerra Mundial.

Promoción y marketing

Santiveri tenía entonces el producto, a un precio asequible, con una red comercial en construcción (distribución) y sólo le faltaba por fijar la cuarta variable del marketing-mix en su modelo de negocio, la promoción de sus nuevos productos.

Pues bien, consciente de que se trata de un nuevo producto y un nuevo hábito a introducir, desarrolla una estrategia de promoción y distribución de la malta con una degustación gratuita de este producto por distintos lugares de la Península ibérica. Para ello, invierte en un vehículo que posteriormente fue requisado en tiempos de guerra.

Mayor diversificación y mayor inversión

En los años 20, los terrenos en Barcelona en los que iba a desarrollar su negocio de fabricación de dietéticos son expropiados para colocar en esos terrenos las instalaciones de la recién creada Campsa. El emprendor Santiveri se traslada a otros terrenos y allí decide ampliar su abanico de oferta pasando a fabricar pan para diabéticos y potenciando la herboristería.

Santiveri entendía que un producto ligado a la salud debía tener siempre cerca a los médicos y prescriptores para acompañar los desarrollos cercanos al mercado de Santiveri. Para ello, siempre tiene en plantilla a personal médico o farmacéutico y trata que uno de sus hijos se especialice en esta ciencia.

Inversión en innovación

Tuvo este emprendedor muy claro que la base de su negocio emergente era una apuesta por la innovación, así que ya en el año 28 crea un laboratorio de I+D para nuevos productos.
RSE como medida para ganar compromiso y competitividad.

El negocio prospera y en los años 30 inicia la tercera fábrica en un concepto que incluye la idea novedosa de agrupar en la fábrica la casa familiar para tener unida en torno a un negocio a la familia. En su concepto siempre presente de considerar a los trabajadores como capital esencial de la empresa, invierte en instalaciones para hacer que éstos se sientan identificados y comprometidos con la  empresa. Para ello, levanta un teatro en la propia planta para disfrute de los trabajadores.

Guerra civil

Jaime introduce a su hijo menor en los estudios de farmacia y abre tiendas por el resto de España.

Durante la Guerra Civil, la fábrica es incautada. Don Jaime escapa como tantos españoles a Francia y muere allí en el año 38. Para entonces, la fábrica trabaja para el Gobierno de la República haciendo mezclas, importando leche en polvo y empaquetándola.

La fábrica, con la derrota republicana, quedó abandonada. El espíritu emprendedor de Santiago y su obstinación por seguir el ejemplo de su padre y su obra le hacen volver a reconstruir la planta con la ayuda de antiguos trabajadores y de la familia en un ejemplo de identificación colectiva con una empresa creada desde el respeto y consideración a todo su capital humano.

Santiago termina sus estudios de farmacia y circunstancias familiares le llevan a asumir la presidencia del grupo rápidamente y a gestionarlo junto con su cuñado, Enrique Torres.

Crisis

Durante aquella época, los múltiples problemas con los que se encuentra Santiago a la hora de reactivar la industria radican en la escasez de materias primas para fabricar, el estado de la maquinaria desvalijada en la planta, la inexistencia de red comercial, la falta de mercado en una población empobrecida por la guerra y donde el producto dietético se podría considerar como mínimo como un producto de lujo inasumible por la población y, por supuesto, la falta de financiación.

Superación a través de la innovación

En esta fase de su vida como empresario innovador, lejos de ceder ante tantos problemas sobre los que se cierne el fantasma de la liquidación del negocio, Santiago echa mano de su carácter perseverante, de su voluntad, de su espíritu innovador, de su capacidad emprendedora y de su sagacidad, para ir disgregando uno tras otro todos los problemas y dar la vuelta a los mismos para generar oportunidades.

Así, para la escasez de materias primas, y ante la falta de financiación para adquirirlas, recupera uno de los camiones de la empresa requisados y se dedica a transportar material a distintas localidades para financiar con el transporte de ida el retorno con cereales necesarios para la fabricación.

Uno de los destinos ideales para ese transporte es Peñafiel, la localidad vallisoletana donde puede acceder a una buena materia prima, eje primordial para una fabricación de excelencia, bandera de Santiveri.

Ampliación

Como buen industrial y emprendedor, toma la decisión de recortar coste de transporte y riesgo de abastecimiento con la compra de terrenos en Peñafiel en 1943. En otra apuesta industrial por su negocio, decide invertir en una fábrica de galletas, cerca del abastecimiento de materia prima para asegurar la excelencia del producto final y reducir con ello  costes en el proceso de fabricación.

Esta decisión se basa también en su afán por apostar por el proceso productivo, con menos margen a corto plazo que la distribución por medio de representación de otras marcas, pero con capacidad para crear más riqueza y más empleo.

Santiveri apuesta claramente y desde entonces por la industria en una población rural de la provincia de Valladolid, en la que se convertirá posteriormente en la fábrica dietética mayor del mundo.

La empresa no deja de crecer de forma estable en un negocio basado en la alimentación saludable en un sector que tiene un mercado real de alto crecimiento y gran capacidad por estar enfocado a un estilo de vida saludable, equilibrado y natural (¿les suena?).

Aquello que hace 130 años don Jaime quiso ver como oportunidad de futuro, hoy se ha convertido en un negocio que genera 66 millones de euros de facturación y crea 480 empleos dentro de un sector de actividad muy dinámico.

El producto Santiveri es sinónimo de salud, excelencia y calidad, conceptos íntimamente ligados al concepto vital de esta familia de emprendedores.

En este caso, el producto, la imagen de la empresa y el proceso de fabricación de la misma, es una fiel proyección de los valores que encarnan al emprendedor.

En el caso de don Santiago, se trata de un empresario estricto en el trabajo, cercano a la sociedad (estuvo implicado en la política), muy respetuoso, tolerante, de mentalidad abierta, pragmático, con capacidad de liderazgo y asociacionismo, empresario que siempre está dispuesto a tomar riesgos controlados, innovador en el proceso productivo y en el modelo de negocio, generoso en la gestión y humilde en su papel dentro de la empresa, cediendo su papel en la empresa en el año 78, pero acudiendo a la fábrica todos los días de su vida, dando ejemplo e imagen a toda la familia Santiveri.

Virtudes y valores de un innovador

En todas estas virtudes, se mezclan las capacidades con los valores de un innovador- emprendedor compulsivo, un visionario que supo coger el testigo que deja su padre y proyecta un negocio basado en la excelencia hasta nuestros días y con gran capacidad de crecimiento a futuro.

Santiveri, como casi todas las empresas del sector, ha pasado años de menor crecimiento a los esperados por su dirección, pero conociendo la historia de sus fundadores, los valores en los que sustenta a esta industria, la capacidad para ejercer liderazgo en su grupo humano, la actitud socialmente responsable de la empresa, la estrategia constante de innovación y la internacionalización de sus productos, parece imposible que esta excelente industria no tenga otra senda que la del éxito en su sector.

Santiago Santiveri Margarit, presidente de Honor de Casa Santiveri, fallecía el día 20 de julio de 2014 a los 101 años de edad. Allá donde esté, le pido que su ejemplo y energía ayude a proyectar un futuro industrial a tantos y tantos industriales y emprendedores capaces de tomar su testigo. 

– ¿Cómo está usted?
– Santiveri

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